viernes, agosto 07, 2009

El poder del perro




La mejor narrativa sobre México se ocupa de su sentido trágico. Y suelen ser novelas de hazañas insólitas, o bien reflejan periodos largos: una épica suspendida en el límite. Esta tradición que implica lo mismo el Tesoro de Sierra Madre (Acantilado) de B. Traven o Meridiano de sangre (Mondadori) de Cormac McCarthy incluye ahora la magnífica novela de Don Winslow, El poder del perro (Roja & Negra / Mondadori), una historia del narcotráfico entre México, EE UU y Colombia desde 1975 hasta 2004. "Algo grande y rabioso", como la define en el prólogo Rodrigo Fresán.

Novela de sangre y polvo
Sergio González Rodríguez
Babelia, El País


El poder del perro muestra una fuerza narrativa extraordinaria y una redondez fuera de lo común: el relato abre y cierra un ciclo. Su cuidadoso equilibrio entre lo trágico, la ironía y lo absurdo de las prácticas violentas en plena competencia sin regla alguna parece resumir lo que el lector lleva en su memoria sobre México, y lo acomoda de una forma original y persuasiva por el protagonismo del héroe y sus afectos tensos entre amigos y enemigos. Lejos de plantear un escenario previsible en el que los buenos se diferencian de los malos para facilitar la lectura de los aspectos más amargos de la lucha por la supervivencia, desliz rutinario en el género del thriller, Winslow establece puentes afectivos entre los principales personajes del drama, lo que ocasiona que el lector se contagie y apasione con tal forcejeo. El afecto se transforma en el ingrediente adictivo de la novela: todo es personal.

Desde su antigüedad prehispánica hasta el presente la dualidad contradictoria acompaña la historia de México. Esta tragedia alcanza su clímax al observar que el país del águila y la serpiente es una de las construcciones imaginarias de Occidente más elaboradas desde el encuentro de dos mundos, Europa y América. De hecho, hay dos Méxicos: uno inscrito en la realidad y la historia, otro inventado y reinventado por la literatura, el arte, el cine. Ambos se han vuelto ya casi indistinguibles entre sí, y comparten en grado diverso el estigma que han privilegiado los extranjeros: un territorio de sangre y polvo. En los últimos tiempos, el segundo México tiende a devorar al primero, y lo ha convertido en el emblema del caos y la barbarie en busca de un mínimo orden. La geografía ideal para las aventuras. En la línea fronteriza entre México y Estados Unidos suele representarse el umbral entre la civilización y la barbarie, un rango que los hechos se encargan de avalar una y otra vez: la frontera se expande hacia tierra adentro. Así la oscura y pegajosa sustancia que acompañará durante décadas los pasos del héroe Art Keller: un ex agente de inteligencia veterano de la guerra de Vietnam, hijo de estadounidense y mexicana, que se incorpora a la policía antinarcóticos de Estados Unidos.

Las 700 páginas de la novela mexicana de Winslow, auténtica historia patria no autorizada, transcurren veloces debido a la maestría de los diálogos y el montaje cinematográfico de planos de tiempo contrapuesto y espacios narrativos intercontinentales, donde las escenas y las imágenes imponen una visión integral y distintiva siempre a la orilla del abismo. Un enfoque impactante y múltiple que confía más en el tejido de los personajes y el lenguaje directo que en los trucos del fraseo estereotipado. No hay metáfora ni aforismo lapidario que mejoren el cariz insoportable de lo verídico.

El poder del perro emerge del palimpsesto mexicano escrito por extranjeros. Y recuenta la historia del narcotráfico en la que hay al menos dos libros fundamentales: Desperados, de Elaine Shannon, y Drug Lord, de Terrence E. Poppa. La novela de Winslow reconstruye lo que narran estas dos investigaciones y muchas lecturas más y lo aglutina en un sólo relato que gira en torno al origen, auge y caída de un grupo de narcotraficantes mexicanos llamado la "Federación". Y la injerencia del Estado mexicano, de la Agencia Central de Inteligencia, así como el operativo Irán-Contra mediante el que dicha agencia intercambia armas por cocaína a los contrarrevolucionarios nicaragüenses y este contrabando atraviesa y desgarra el territorio mexicano.

En la novela de Winslow se refleja una realidad que de tan real se ha vuelto mítica: las corruptelas de las autoridades mexicanas, o los episodios memorables de la guerra del narcotráfico (el asalto salvaje a un club nocturno en Puerto Vallarta, el asesinato de un dignatario de la Iglesia católica, el asesinato de un candidato presidencial, la decapitación como agravio supremo, el levantamiento neozapatista en el sur del país, la fe en san Malverde, el tratado de libre comercio, las venganzas entre los jefes de los cárteles, etcétera). También aparece la trama de altos criminales y matones que se encargan del mercado de las drogas en EE UU. El héroe de la novela se halla en medio de los intereses geopolíticos y el gran juego del poder. Y su contraparte es una prostituta estadounidense que simboliza el pragmatismo del dinero y las conveniencias en la hora decisiva. Más que los jefes policiacos de mente imperial, los burócratas de Estado o los gánsteres de las metrópolis, el agente y la prostituta de convicciones firmes buscan cumplir el único dicterio que vale en dicha guerra: haz lo correcto. La puesta al día de la antigua idea de Mark Twain: "Siempre haz lo correcto. Complacerás a algunos y asombrarás al resto". La réplica anglosajona y razonada contra el poder visceral del perro en América Latina: quitar la vida o perdonarla. La novela de Don Winslow consuma una epopeya volcánica sobre la traición.

Sergio González Rodríguez (Ciudad de México, 1950) es periodista y escritor. Autor, entre otras obras, de Huesos en el desierto (Anagrama, 2002), De sangre y de sol (Sexto Piso, 2008) y El hombre sin cabeza (Anagrama, 2009).

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