jueves, octubre 27, 2016

Caballito de mar. Hernán Antonio Bermúdez


Una tristeza antigua, petrificada y dulce/como un caballito de mar entre la arena”.                                                 (p. 17)
   
A manera de ápice de su poesía, Jose Luis Quesada acaba de   publicar en Costa Rica  Crónica del túnel y sus inmediaciones, que recoge su producción más reciente junto con un par de poemas que ya habían aparecido en su libro anterior El hombre que regresa (2015).
    Aquí cobra fuerza una escritura en la que el autor pule más y más las palabras que profiere, de modo tal que se afila y se afina a sí mismo. Así, centellean líneas como en el poema “El naufragio”: Temprano cae la neblina,/ se oscurecen los árboles/ y la ciudad se borra./ Los edificios en la bruma/ parecen transatlánticos hundidos,/ de los cuales sólo se ve la proa. (p. 33)
  Con ello se constata lo expresado por el polaco Zbigniew Herbert en el sentido de que “sólo la poesía  y las fábulas tienen el poder inmediato de crear las cosas”. Y en este caso, la poesía genera un espacio para reflexionar sobre el flujo de la vida.
  En efecto, el lector  está en presencia de una obra espléndida que posee  una armonía obvia y deslumbrante. Pues Crónica del túnel y sus inmediaciones  se adentra con deleite en los temas que han estado siempre presentes en el corpus poético de Jose Luis Quesada , y cuyo talento le permite no sólo trabajar el lenguaje sino también los intersticios entre las palabras.
  Mejor dicho, el equilibrio logrado en la construcción de sus poemas se basa en una mezcla minuciosa de cada elemento particular junto al conocimiento del peso y la resistencia del material verbal en juego. Véase si no: Igual que el  verde tallo de la flor/ así se elevará la dicha del futuro:/ con un sereno esfuerzo con un certero impulso/ igual que el verde tallo de la flor (p. 65).
  La armazón de este libro es notable, presidida por la “lucidez de un definitivo desengaño”  (László Krasznahorkai), junto a una insaciable pasión  que le permite acercarse –con un ahínco cada vez más reposado- a los objetos de su deseo.
  A ratos  despunta la amarga desaparición de la magia (las grandes heridas que dan los besos recordados –p. 53-), o la pesadumbre de lo simple o trivial : No hay nada imprescindible,/ nada que se pueda despreciar,/ nada que pueda disolverse/ o escapar como agua cernida en un tamiz. (p. 39)
  En todo caso, se está ante el desbocamiento de la vida, con sus luces y sus sombras. Eso sí, el peso de las palabras evita “el mecanismo infernal del azar” (Krasznahorkai) e irradia su fuerza merced a la imaginación y al esmero artesanal del autor, visibles en poemas como “Vértigo”, “Transparencia”, “Ahora”, “Victoria”, “Contra la gravedad”, “Lejos” o “El amor incurable”: “¿qué son los sueños sino verdades postergadas/ que iremos conociendo poco a poco?” (p. 65).
    En suma, Crónica del túnel y sus inmediaciones encaja poemas como pepitas de oro en la arena, sin necesidad de juegos malabares. El saldo final no es otro que el placer estético que emana de los elementos al alcance del ojo del lector, producto de una trama poética a la que José Luis Quesada sabe insuflar brío (y vuelo), a sabiendas de que el arte más difícil es el de tallar las palabras con pulcritud y calidez.
          Tegucigalpa,  24 de octubre del 2016