viernes, diciembre 31, 2010

Lecturas 2010


Aunque intento sustraerme de las modas de portnoyes y cerdos hermanados, no dejaré pasar la oportunidad de enumerar mis lecturas del 2010: las más significativas, sobre las que vale la pena dejar constancia de su paso. Al igual que otros, debo aclarar que no todos fueron publicados en 2010; en fin, el tercermundismo cultural en un país manejado por fascistas infames se manifiesta, entre otras cosas, por la ausencia de verdaderos libros en esos antros del mal gusto que cuatro gatos insisten en llamar librerías, cuando en realidad no son más que cinco estantes llenos con las mierdas de Coelho & Co. que los periodejos e imbéciles del patio compran con fruición.
Pero mejor entremos en materia y, cómo no, hay que empezar por la producción nacional, así salimos más rápido:
En materia narrativa, aunque se publicaron, y premiaron, tres que cuatro cosas, lo más relevante que se pudo conseguir fue Ficción hereje para lectores castos (Giovanni Rodríguez) y Los inacabados (Gustavo Campos), dos muestras de lo que se está produciendo en la zona norte en el marco de un singular proceso cultural que ya ha sido cartografiado, entre otros, por críticos competentes como Helen Umaña, Sara Rolla y Hernán Antonio Bermúdez.
La poesía fue singularmente prolífica, pero los aportes más sustanciosos provienen de visiones que abrevan de la vieja receta de la antipoesía, pero a través de un proceso de apropiación libresca y reinvención que se materializaron en textos como el de Magdiel Midence: Autorretrato de un payaso adolescente, y La piel de la ternera, de Otoniel Natarén, así como en una de las propuestas más sólidas y definidas de los últimos años: Las causas perdidas, de Jorge Martínez, que finalmente apareció en edición artesanal presentada a fines de año en Costa Rica. Y en su línea clásica, pero esta vez con un toque definitivamente más íntimo, Marco Antonio Madrid nos trajo La secreta voz de las aguas. Mención aparte merece Antes de la explosión, donde Samuel Trigueros apuesta por convocarnos al “desasosiego de la insurrección”.
En ensayo la propuesta más interesante salió de la pluma de Jorge Amaya: Historia de la lectura en Honduras 1876-1930, quien de nueva cuenta apuesta por escribir historia a partir de temas y puntos de vista más originales y menos acartonados que los que generalmente escogen sus pares del oficio, empeñados en escribir historia que nadie lee, por farragosa y falta de interés.
Más allá de la H, en narrativa no se puede dejar para después la mención a un par de novelas imprescindibles sobre el narco en México (y en EUA y en Colombia y en Honduras, por supuesto), empezando por la magistral obra de Don Winslow: El poder del perro, en una edición extraordinaria pese al prólogo aniñado de Fresán, y su correlato norteño: Entre perros, de Alejandro Almazán. Aira volvió a sorprenderme con Los misterios de Rosario, y lo de Iván Thays con Un lugar llamado Oreja de Perro fue una experiencia significativa, pero quizás lo mejor del año corresponde a las lecturas de Los ejércitos de Evelio Rosero y a la del paisano León Leiva Gallardo con La casa del cementerio. Una experiencia feliz fue el reencuentro con Auster a través de Brooklyn Follies.
En poesía confieso que disfruté largamente con Anne Carson y La belleza del marido así como de la relectura de los cuates inimitables: Jeta de santo, de Mario Santiago, y La Universidad desconocida, de Roberto Bolaño. Y en ensayo todavía ando inmerso en esa propuesta maravillosa de Homi Bhabha: Nación y narración, así como en los múltiples vericuetos de la pretenciosa, pero válida, Postpoesía, de Fernández Mallo.

domingo, diciembre 26, 2010

La savia popular revitaliza al arte hondureño. Helen Umaña


El pasado viernes 10 de diciembre viajamos a Trinidad, Santa Bárbara, junto a Helen, Rocío y Armando. Después de la "escala técnica" en El Galopa, llegamos al filo de las 9:00 de la noche y fuimos recibidos, con la cálida hospitalidad triniteca, por Delmer López, Samuel Trigueros, Mega y los compas de La Siembra. Todos estaban inmersos en la actividad previa al día de la quema. Esa misma noche vimos algunas de las chimeneas, pero fue hasta la mañana siguiente cuando pudimos apreciarlas cabalmente; también conversamos con los pobladores, quienes se han identificado totalmente con la actividad a lo largo de estos años. Nadie mejor que Helen Umaña para describir esta maravillosa experiencia en las líneas que siguen a continuación; además, puede complementar su lectura con las imágenes captadas por Armando García, Gustavo Campos y Mario Gallardo haciendo click aquí.

La savia popular revitaliza al arte hondureño.
Helen Umaña

El portal, a la entrada, con símbolos teatrales sobre la simulada y gris pared, nos pone sobre aviso: entramos a una región en donde, por algunas horas, la imaginación y la creatividad imperan. Estamos en un espacio público ganado al boicot oficial que las desterró del centro de la ciudad.
La tortuga es inmensa y sobre su bien delineado caparazón porta un mapa de Honduras: «Representa al país porque su desarrollo es muy lento, como el paso de la tortuga», nos explica un niño que no va más allá de los doce años.
Otra escultura reproduce a un conocido personaje de las series infantiles televisivas. El amarillo intenso refulge al espléndido sol de la mañana triniteca. La larga cola simula mortífero rayo: «Este es PicaEneeChú: sólo perdona las deudas de los ricos pero no las de los pobres», indica el pequeñín.
«Juan Pueblo» se lee sobre la alta cruz. Como balanza, del brazo horizontal cuelgan dos bandejas: una, llena de gorilas de peluche, domina con su peso; la otra contiene paquetes de alimentos y granos básicos y se ha ido hacia arriba. Al pie, la pala, el martillo, el serrucho y la piedra de moler recuerdan la precariedad de las armas con las cuales Juan Pueblo libra su cotidiana batalla contra el hambre. En la base del fiel-cruz, una peana. «Se puede subir el que quiera», anuncia un joven. Una hermosa mujer vence el miedo y acepta el reto. «Estire los brazos»; «incline la cabeza», dicen algunas voces. El largo cabello le cubre parte del rostro. Eva crucificada, susurra una voz dentro de mí. A sesenta años de distancia, la obsesión del novelista Toño Rosa parece corporizarse. Un cuadro vivo dentro de la mejor tradición del teatro de evangelización. De sopetón, el arte dramático, había irrumpido en forma espontánea provocando la analogía. Las cámaras, afortunadamente, atraparon la belleza del instante.
Reproduciendo el deformado y esquelético cuerpo de Sméagol, el infrahumano personaje de «El señor de los anillos», la enorme caricatura-escultura es la efigie burlesca del gobernante actual. Enormes orejas y dientes enormes. Sonrisa estereotipada. Frente a él: tres calaveras y sus correspondientes cruces chorreando sangre. Sentado sobre el mundo, sus deposiciones manchan la tierra.
¿Y el león?, le pregunté al muchacho que custodiaba la gigantesca mole. «Es el sistema —me contestó con seguridad apabullante— y allí está, chiquitito pero valiente, un muñequito que representa a Morazán y al pueblo; por eso lleva la bandera de Honduras», concluye. ¿Cuántos trabajaron?, pregunto. «Como treinta o cuarenta. Algunos iban por la tarde, o por la noche». ¿Pertenecen al teatro La Siembra? «No, lo hicimos con los de nuestro barrio». ¿Y es así con todas las chimeneas? «Sí, todas se elaboran por quienes deseamos hacerlo». Un sentimiento de alegría me invade: Aquí está surgiendo arte desde las profundas necesidades del pueblo. Lo que esto anuncia hacia el futuro es imparable, pensé.
El monumento a «la prensa vendida» se realizó con escrupuloso realismo. Siguiendo minuciosamente el diseño de antiguas imprentas, a manera de ruedas de muerte, de sus entrañas salen, maquiavélicamente aderezadas, las portadas de periódicos expertos en el camuflage y la mentira. El color terrible de la sangre —ese, el que jamás se olvida— salpica toda la estructura.
El monstruoso Minotauro se eleva por encima de las demás esculturas. Quizá unos seis o siete metros. En tierra santabarbarense ha revivido el antiguo mito griego del devorador de hombres. De sus fauces y de sus garras cuelgan girones de la bandera nacional. Alegoría de aquello que ha hecho del país uno de los últimos de Latinoamérica: el salvaje sistema de explotación y opresión; la violencia represiva; el golpe de Estado; el conflicto agrario en el Aguán; la maquila… Tal, la riqueza polisémica del símbolo.
«Santísimo Ventura». Vestido de elegante traje azul, a sus pies, a manera de pisoteo, cerca de sus zapatos, descansa un blanco libro en cuya pasta se lee: Estatuto del Docente. La autoridad, enemiga de las conquistas laborales del magisterio.
Una grácil llama. Su pata aplasta al águila que, ornada con la enseña de las barras y las estrellas, yace sobre el suelo. «La hicieron un niño y su madre», explica nuestro cicerone: «Son los países de América del sur que se oponen al imperialismo», concluye. El nombre de la pequeña chimenea esconde una sugestiva propuesta de acción: «La llama que vuela».
La araña es de acabado perfecto. Inmensa. Cubre todo lo ancho de la calle. La noche anterior, iluminada, parecía un engendro escapado de una siniestra película de terror. Título: «La viuda negra del capitalismo». Esa mañana, un muchacho agregaba los toques finales de pintura. Se estaba a pocas horas de quemarla y el afán de perfección indicaba algo básico, presente en el discurso total de la «Feria del Paseo Real de las Chimeneas Gigantes»: el gran respeto a los espectadores; el sentido de dignidad con el cual debe tratarse al pueblo en función de receptor de cualquier mensaje.
La loba, sencillamente fabulosa. Gigante entre las gigantes. Como los míticos Rómulo y Remo, a sus tetas, prendidas con voracidad infinita, grandes serpientes le succionan hasta la última gota de energía: las organizaciones empresariales; los burócratas; los golpistas, el bipartidismo… ¿Nombre? «Matria en nido de sierpes».
Soberbio es el gesto del águila imperial. En sus garras, un cuerpo destrozado. La cabeza sangra sobre el suelo. Como terrífico bosque, manos gorilescas se alzan en demanda de artefactos de muerte… Evocando a Pedro Magdiel, Róger Iván, Wendy, Isis Obed, Walter y otros y otras como ellos, y pensando en lo que en ese momento está ocurriendo en el Aguán, la siniestra alegoría provoca escalofríos. Su nombre: «Ave dando de comer a sus gorilas».
«La partida del ángel» tiene una tónica distinta. La grácil mujer-mariposa, de brazos levantados que sostienen al mundo, casi está a punto de alzar el vuelo. Su relajante y vertical diseño sugiere una realidad distinta, una tierra más humana y menos perversa. ¿Símbolo de los hombres y mujeres que, a costa de sí mismos, han luchado por un mundo más amable? ¿Es asimilable a la esperanza que quedó en la caja de Pandora? ¿Un ser de nuevo cuño buscando el porvenir? La amplitud interpretativa es señal inequívoca del logro estético de sus creadores.
¿Y la enorme vagina que parece haber escapado de una página rabelesiana o de una película surrealista? Desprejuicio total al trabajar los detalles anatómicos. Sus autores corrieron el riesgo de enfrentarse al sentimiento pudibundo de algunos. Al final, «La gran revelación» fue apoteósica. Una oda a la vida que se inicia y se renueva. En el recorrido que el espectador podía realizar al interior del mega vientre, en las fotografías exhibidas, un propósito: inculcar respeto al cuerpo femenino. En conjunto, enseñar que en la anatomía humana no existe nada vergonzante porque es tan natural como la flor, el árbol o el pájaro. Conducir a la reflexión sobre el tema del aborto. Fomentar el rechazo a la violencia doméstica. Los aplausos finales, cuando el fuego consumió las entrañas de la chimenea, indican cuál fue el veredicto popular: aceptación unánime de la propuesta conceptual.
Si costaron tanto, ¿por qué quemarlas?; ¿por qué gastar dinero y esfuerzos en algo que las llamas destruirán en segundos?, dicen los pragmáticos. Porque en la vida no todo es dinero, contestaría Délmer López, el gestor principal de las chimeneas. Más importante que el brillo fatuo del oro es la milenaria lección del fuego, le confirmaría, en un hipotético diálogo, Gastón Bachelard. Quemar —purificar, a manera de ceremonia sacrificial— todo lo que, a nivel personal o colectivo, denigre y pisotee la dignidad humana. Lección que, una vez asimilada y aprendida, no se borra nunca de una recta conciencia.
¡Cuántas enseñanzas desprendidas de la «Feria del Paseo Real de las Chimeneas Gigantes!» de Trinidad, Santa Bárbara. Ratificación de lo que fue evidente a raíz del golpe de Estado: el surgimiento de un fuerte despertar artístico y cultural al margen de la cultura canónica. Un movimiento, punto de encuentro entre artistas de extracción popular y otros que han pasado por la academia y las escuelas de arte. De esa interacción, ambos grupos han salido beneficiados. Lo comprueba la majestuosidad de las chimeneas alineadas en medio de la calle. Cada una, la pieza de un discurso cerebralmente concebido. Obedientes a un diseño inteligente y a una ejecución rigurosa. Ello posibilitó leerlas como un discurso integral, coherente y pleno de sugerencias interpretativas
Punto de singular importancia es la masividad implícita en su elaboración (y también en su disfrute): cada chimenea surgió de la participación de colaboradores de los diferentes barrios. Infantes, amas de casa, jóvenes… Cada quien aportó lo que pudo (inclusive, baleadas repartidas a media noche para que los artistas repusiesen fuerzas). En conjunto, según cómputo realizado por estimado amigo, el costo humano total equivale a catorce meses de trabajo.
Otro detalle digno de tomarse en cuenta: la quema de las chimeneas, en Trinidad, convoca a artistas procedentes de diferentes lugares del país. Cantautores, poetas, pintores, músicos, teatristas, narradores, fotógrafos… han hecho el viaje en varias oportunidades. Pero en las dos últimas ediciones (2009 y 2010), hubo una meta específica: insertar el discurso artístico dentro del marco sociopolítico surgido a raíz del golpe de Estado.
Lo anterior corrobora lo apuntado en más de una ocasión: la magnitud del golpe de Estado determinó un momento de fractura y de crisis que se proyectó a todo nivel. En el terreno intelectual y artístico, sin neutralidad posible, se abrieron las opciones de apoyo o de rechazo al accionar golpista. Para los de este último sector, las circunstancias demandaron la fusión con el gran movimiento de resistencia popular. El acto ilegal contra Manuel Zelaya Rosales y la violencia represiva que desencadenó les exigió un acto volitivo de recomposición y cambio de ruta: el inicio de una etapa que, superando la torre de marfil, apostase todas sus baterías al esclarecimiento, interpretación y apoyo al esfuerzo con el cual el pueblo, día a día, con altas cuotas de dolor y sangre, escribe su propia y digna canción.

San Pedro Sula, 14 de diciembre de 2010

sábado, noviembre 20, 2010

Escribir la Vida, según el Viejo Indecente


Nosotros, que escribimos la poesía de la Vida, muchos de nosotros estamos muy cansados, tristes y hartos y casi derrotados (aunque no del todo). Sin embargo, aun sabemos que no nos hace falta que Dios sea Divino, que no necesitamos versos de jardín para ser salvados, que no necesitamos la Guerra para ser Libres, que no necesitamos ningún Creelys que admirar, que no necesitamos Ginsbergs que se desmoronan para convertirse en monstruos vociferantes, pero quizás sí necesitamos lagrimillas por todas las chicas encantadoras que envejecieron, la cerveza derramada, las peleas en el patio delantero por nada salvo la ebriedad de nuestro triste amor. Defiendo en verdad nuestra poesía, nosotros los vivos de la Generación Amontonada, en verdad defiendo nuestra poesía y nuestro derecho a recitarla, y nuestro derecho a escribirla. Sin traje. Sin una revista objeto de una redada policial por “obscena”. Sin perder un empleo pusilánime. Haced el favor de entender que no defiendo que nada de lo que escribo sea inmortal; no reclamo un preciosismo especial; sin embargo, todo es bastante precioso: cuando me pongo los zapatos sólo veo 2 pies ahí abajo. Pero vamos a decirlo: los pocos hombres que como yo hemos tomado una opción, tengamos o no talento, estamos hartos del juego continuo de la muerte, estamos intentando dar trascendencia a través de brazos y narices y cerebros y huesos y vidas rotos a ese pequeño toque de cordura y sol cojonudo: ¿VIVIR? Sí, vivir, eso que nos toca a todos, a vosotros los muertos vivientes y a nosotros los vivos vivientes.

C. Bukowski. Fragmentos de un cuaderno manchado de vino. pp. 89-90

sábado, noviembre 13, 2010

DFW y la magia de la lectura


Una obra de ficción es una conversación que permite enfrentarse a la soledad esencial que se da en el mundo. Entre los seres humanos se da una situación de incomunicabilidad de emociones. La comunicación entre el creador y el lector es algo extraordinariamente misterioso. La buena literatura provoca una experiencia que permite trascender el aislamiento de orden subjetivo. Yo no sé si funcionará en español, porque es un término sumamente idiomático e idiosincrático, en realidad, la expresión de un sonido. Lo encontré una vez leyendo a Auden o Yeats, no recuerdo exactamente. Es como una epifanía, en el sentido que le daba Joyce al término, una revelación, la sensación de armonía y perfección que se siente en presencia de la obra bien hecha, de la obra de arte que logra su cometido. Es como un clic, el sonido que hace una caja que está perfectamente elaborada al cerrarse. El efecto inefable que provoca el contacto con la obra de arte. La comunicación entre distintas conciencias pensantes que se deriva de la contemplación de la belleza poética. En el acto de la lectura se da un componente que es el intento de establecer comunicación con otra conciencia, una interpenetración. Lo que llamo el clic es la capacidad de reconocer pensamientos y sentimientos que el lector siente como suyos, pero que no es capaz de verbalizar. Yo, como lector, en el momento de la lectura siento que el autor ha dado con las palabras que necesito para dar expresión a mis sentimientos. No les he dado forma yo, pero no por eso son menos mías: gracias al poeta, al escritor, han sido transfiguradas, y expresadas en una frase de gran belleza. En ese momento, el mundo cobra plenitud, solidez, rectitud.

La literatura según Murakami


Cuando escribo una historia, no me planteo que vaya a impactar a un lector japonés o a un chino. Simplemente, me divierto haciéndolo. Las historias que planteo me resultan naturales, no las puedo explicar. Son muy íntimas, son muy personales, y cuando las escribo escarbo en mi mente, en mi alma. Eso, precisamente, por qué no, también las puede hacer globales. Puede ocurrir perfectamente. Lo que hay que tratar es ser auténtico.
Hablo de mí. Me conozco a mí mismo. Sólo digo que en cada libro voy más hacia abajo, más y más. Para conocerme mejor, me dirijo cada vez más al fondo del pozo. Metafóricamente. También me gusta romper muros. Traspasarlos. Ir hacia el otro lado y husmear. Luego vuelvo. Eso es escribir una novela. Acudir en busca de lo oscuro, de lo que no sabes de ti. Si lo intentas, puede salir bien. Si eres capaz de traspasar esas fronteras, puedes convertirte en alguien que interesa de manera global y encontrar almas comunes en Asia, en África. Si tienes la valentía de traspasar el muro, la frontera ante el que te sientes solo y desarmado. Atraviesas el muro y puedes convertirte en otro. Puedes ser más libre, además. En mis novelas trato de que ocurra eso.
Yo utilizo la lengua como una herramienta. Una herramienta que puedo usar con mucha eficacia. Pero nada más. Por eso los críticos y los escritores me atacan. Yo busco una originalidad propia, alejada de lo que ellos pregonan. Tampoco frecuento sus círculos. No pertenezco a ningún grupo, y en Japón se supone que debes formar parte de alguno. Por eso me fui de mi país unos años.

Aira: La literatura, los jóvenes y el oficio


Durante muchos años pensé que me había dedicado a la literatura por descarte, porque no podía hacer lo que realmente había querido: hacer música, pintura, cine; no tenía talento, ni posibilidades de nada de eso. Así que lo más fácil era escribir, algo para lo que no se necesita más que un lápiz y un cuaderno, y saber escribir. Pero, con el tiempo, me di cuenta, muy a la larga, de que la literatura es el arte más difícil de todos; así que si lo elegí por descarte, hice un mal negocio.

Prefiero a compañía de los jóvenes. Es natural en los mayores ir a beber sangre fresca. Me gusta el entusiasmo, el empuje de los jóvenes, que se va apagando con el tiempo. La mayoría de mis amigos de mi generación, mis amigos de juventud, ya han perdido la llama. Yo trato de conservarla con el contacto con los jóvenes. La mayoría de mis amigos tiene hoy menos de 30 años.

Hay un reflujo respecto de lo que fueron mis años juveniles, los sesenta, los setenta, donde era casi obligatorio para un joven ser algo de ruptura, algo nuevo, algo distinto. Hoy día puede ser que haya más convencionalismo, resignación a hacer lo que quieren las editoriales, que tienen la obligación de seguir publicando libros para mantener en marcha su máquina y hay gente que les da ese material. A mí me parece que ya hay suficientes libros buenos en todas las bibliotecas como para seguir escribiendo novelas iguales a las que ya hay, por buenas que sean. Por bien hechas que estén, son más libros. Nuestra misión, para darle un nombre un poco más místico, es hacer algo nuevo, algo distinto, y de eso hay poca gente que se ocupe.

domingo, noviembre 07, 2010

La vida y la literatura, según Auster

“Cuando yo tenía su edad, esperaba seguir un camino similar al que mi sobrino había escogido. Como él, en la facultad habia cursado la especialidad de inglés, con la secreta ambición de seguir estudiando literatura o quizá probar suerte con el periodismo, pero me faltó valor para hacer alguna de las dos cosas. La vida se metió por medio –dos años en el ejército, trabajo, matrimonio, responsabilidades familiares, necesidad de ganar cada vez más dinero, toda esa cagada que nos deja empantanados cuando no tenemos los cojones de luchar por lo que queremos- pero nunca perdí el interés por los libros. Leer era mi válvula de escape, mi desahogo y mi consuelo, mi estimulante preferido: leer por puro placer, por la hermosa quietud que te envuelve cuando resuenan en la cabeza las palabras de un autor.”

Paul Auster, Brooklyn Follies. p. 21.

lunes, octubre 18, 2010

Sergio Pitol: El lenguaje, la vocación, el escritor


El escritor sabe que su vida está en el lenguaje, que su felicidad o su desdicha dependen de él. He sido un amante de la palabra, he sido su siervo, un explorador sobre su cuerpo, un topo que cava en su subsuelo; soy también su inquisidor, su abogado, su verdugo. Soy el ángel de la guardia y la aviesa serpiente, la manzana, el árbol y el demonio. Babel: todo se vuelve confuso porque en literatura casi no hay término que para distintas personas signifique la misma cosa, y ahora me harta seguir rumiando ese inútil dilema al que a veces doy tanta importancia sobre si un joven se transforma en escritor porque la Diosa Literatura así lo ha dispuesto o, por el contrario, lo hace por razones más normales: su entorno, la niñez, la escuela a la que acude, sus amigos y lecturas y, sobre todo, el instinto, que es fundamentalmente quien lo ha acercado a su vocación. Por otra parte, fuera de la obra lo demás no importa.

Sergio Pitol, El mago de Viena, pp. 86-87

domingo, octubre 17, 2010

Todorov: Sin arte estaríamos perdidos


En principio, el arte nos acerca a la verdad y a la libertad, pero conozco a muchos artistas que no son libres y eso hace mucho más difícil su existencia". Con esta contundencia se expresa Tzvetan Todorov (Sofía, 1939), director del Centro de Investigaciones sobre las Artes y el Lenguaje del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) de Francia, en esta entrevista.
Considerado uno de los pensadores esenciales de la Europa de las dos últimas décadas, Todorov, búlgaro de nacimiento y francés de adopción, ha sido distinguido con la medalla de la Orden de las Artes y de las Letras en Francia y con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2008. El jurado español destacó, a la hora de la concesión de esta última distinción, que este filósofo e historiador que imparte ciclos docentes en las universidades de París, Yale, Nueva York, Columbia, Harvard y California, "representa el espíritu de la unidad de Europa, del Este y del Oeste, y el compromiso con los ideales de libertad, igualdad, integración y justicia".

¿Qué papel juega el arte en la consecución de esos ideales por los que le fue concedido el Príncipe de Asturias?
Decía el músico alemán Richard Wagner que el fin supremo del hombre es el fin artístico, que el arte es la más alta actividad del ser humano, lo que culmina su existencia en la Tierra, y que el arte verdadero es la cima de la libertad… Bueno, son palabras que para algunos pueden considerarse excesivas y que provienen de un gran artista que se significó por equiparar arte, libertad y dignidad humana. El arte es en la actualidad un fenómeno de múltiples formas y manifestaciones diversas. Ahí radica su riqueza. Creo que el arte tiene una connotación negativa cuando se observa desde un único prisma, desde una fórmula única. El arte es parte importante de la sociedad en general y del individuo en particular. La expresión artística nos acerca a la libertad, a la verdad si se quiere, pero no es sinónimo de una ni de otra. Conozco a muchos artistas que no son libres y también a no pocos que no tienen en la verdad su principal objetivo.
Desde la época romántica el arte adquiere papel protagonista, ya que se considera que proporciona un modo de conocimiento superior y representa la actividad más elevada a la que pueden dedicarse los seres humanos. Ha pasado el tiempo con todos sus vaivenes y la historia nos enseña que el sueño romántico, aunque infinitamente menos mortífero que la utopía política, también alberga una buena porción de decepción. Pero sin arte y sin artistas estaríamos perdidos.
Durante décadas ha estudiado los totalitarismos en Europa. ¿Considera que es posible que se extiendan en el próximo futuro y con carácter general posturas antidemocráticas?
Una de las características del fascismo, y del nazismo, es que tienen un componente nacionalista muy fuerte. Vemos que, en este sentido, en la Europa actual se están desarrollando de una forma inquietante algunos comportamientos y tomas de postura que podrían ser considerados como reminiscencias del pasado. Me refiero a la xenofobia y a la desconfianza hacia el extranjero y hacia el inmigrante. Esto hace pensar en la posibilidad, aunque creo que remota, de que se produzca un renacimiento de estas inaceptables posturas totalitarias. Algunos parecen defender Europa como si fuera una especie de fortaleza que preservase lo “puro” frente a lo de fuera.
El comunismo también puede llegar a constituir un riesgo en este sentido pues esta ideología adopta una doctrina de salvación que promete grandes mejoras en el plano de la igualdad de los seres humanos, aunque sepamos y la realidad haya demostrado sobradamente, su absoluto fracaso. La caída del muro de Berlín supuso el final, el hundimiento del comunismo. Nació entonces como sólida la esperanza de un nuevo orden mundial más armónico. Pero hoy, apenas 20 años más tarde, si miramos a la realidad constatamos que esa esperanza era ilusoria y que ciertos rasgos del ultraliberalismo democrático proyectan inquietantes sombras marcadas por el mesianismo y el totalitarismo. Hay que estar atentos ante estos signos.
¿Qué le impulsó a estudiar los totalitarismos y sus formas de represión?
Procedo de un país que vivió una fuerte represión. Nací en Bulgaria en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Mi país pasó a la zona de influencia soviética en septiembre de 1944. Hasta que me fui a Francia cuando tenía 24 años viví el calvario de una férrea dictadura. En Sofía, en donde nací y estudié Letras, comencé a valorar de forma cada vez más negativa el régimen en el que vivía. Sólo dentro del seno familiar y de los amigos más próximos podía expresar mis opiniones. Tras la terrible represión en Hungría en 1956, en Bulgaria la disidencia y la expresión pública de lo que pensabas era una mera utopía pues se reprimía de forma despiadada la más mínima expresión de protesta. Como he dejado escrito en mi libro La experiencia totalitaria, en un primer momento se corría el riesgo de ser expulsado de la universidad, del trabajo e incluso de la ciudad en la que uno vivía. Si se reincidía, no era difícil acabar en uno de los remotos campos de prisioneros, que eran auténticas colonias de reclusión y represión de las que a menudo no se salía vivo.
¿Qué mueve a los dictadores y a quienes los secundan?
Su finalidad es, como es obvio, conquistar y conservar el poder, y el medio del que se valen no son más que bonitas y falsas construcciones ideológicas. El fondo, sea cual sea la supuesta ideología que sustenta una dictadura, es apropiarse del poder. Naturalmente, esto convierte a los individuos que viven en un país totalitario en personas “sin opinión”. En su momento, en la sociedad de los países de la Europa del Este la adhesión a la ideología comunista desempeñó un papel de simple ritual. Todos, o muchos, la reivindican, pero nadie, o casi nadie, cree en ella.
Por otra parte, es indispensable someterse incondicionalmente al jefe. Los que secundan al dictador, y esto es aplicable a cualquier tipo de dictadura, en general no son unos fanáticos, sino arribistas cínicos que hacen lo que hacen para acceder a una posición privilegiada y asegurarse una vida mejor. El motor de la vida social en una dictadura no es la fe y la creencia en un ideal, sino la voluntad de poder.
Ha señalado usted que a veces los intelectuales se sienten tentados por estas ideologías…
Sí, así es y es un fenómeno curioso. Cuando llegué a Francia, proveniente de un país sin libertades, me llamó la atención que no eran pocos los que defendían el régimen que a mi me horripilaba, me había privado de la libertad de expresar mis pensamientos y, por supuesto, de actuar. Era un enigma para mí. Después comprendí que aquellas personas, aquellos intelectuales que defendían aquello, lo hacían desde un plano meramente ideológico y alejado de la realidad. Las ideas eran muy atractivas, pero la realidad de una crueldad incontestable. Creo que el intelectual, como motor del pensamiento de una colectividad, tiene la obligación de no moverse sólo en el mundo de las ideas, sino de descender a la realidad, comprobarla y, después, juzgar, tomar posición y actuar.
¿Qué piensa de la polémica sobre la reciente expulsión en Francia e Italia de gitanos procedentes de Rumanía?
Nos choca el modo de vivir de estos colectivos, distinto al de la media. No viven en el centro de las ciudades, no visten con traje y corbata, no llevan a los niños al colegio. Eso se aprovecha y utilizan como elemento arrojadizo contra ellos. Como si todos fueran violentos y pusieran a la comunidad en riesgo. Pero no hay que olvidar que son ciudadanos europeos e integrantes de la Unión. Se les expulsa a Rumania, pero ellos pueden volver al día siguiente. Tienen su derecho como ciudadanos europeos. Dicho esto, todo lo que se ha creado en torno a este tema me parece que es una forma de distraer a la comunidad de problemas mucho más serios. Se habla de esto y así no se habla de algunos de los grandes problemas que estos países viven. Desde ese punto de vista considero que lo que está pasado es una burla a la ciudadanía; una mascarada.
¿Hay medicinas frente al riesgo del sectarismo, tanto a nivel individual como colectivo?
Creo que hay que observar la realidad desde la objetividad. La libertad de información es un elemento esencial. La función del periodismo es de una importancia decisiva. Hablamos de un periodismo libre, no encorsetado. No dependiente o sesgado. La educación en el sentido más amplio es una herramienta clave para evitar estos peligros. Por supuesto, la educación en la escuela, pero también la que pueden ejercer los informadores, los políticos, etc. Una educación basada en el respeto y en la consideración de la diversidad del mundo y de quien en el mundo vive. Que seamos capaces de abrirnos a lo de los demás, a otros mundos, y dejar de considerar lo nuestro como lo único y lo mejor.
¿Y el arte?
Como hemos comentado al principio de esta charla, el arte y lo artístico son elementos fundamentales del ser humano. Escribí hace cuatro años Los aventureros del absoluto, un libro muy centrado en la creación y en lo artístico. Recordaba en aquel texto un editorial de una revista que comenzaba: "La belleza salvará al mundo. La frase de Dostoyesvski nunca ha resultado tan actual. Porque cuando tantas cosas van mal a nuestro alrededor es cuando hay que hablar de la belleza del planeta y del ser humano que lo habita".
Belleza, escribí entonces, no implica pasarse la vida contemplando las puestas de sol o los claros de luna, ni tampoco esforzarse en enriquecerla con elementos decorativos adquiridos en un comercio. Se refiere más bien a la tentativa de ordenarla de una manera que la conciencia individual juzgue armoniosa, de forma que sus distintos ingredientes –vida social, profesional, íntima, material– constituyan un todo inteligible. El arte, en cualquiera de sus expresiones y en el sentido de que implica creación, contribuye de forma clara a logar esa armonía.

viernes, octubre 08, 2010

Pichulita Vargas Llosa o el Nobel para un castrado


Una breve ojeada a la historia del Nobel revela que es un premio frecuentemente marcado por el sinsentido, por la estulticia y la más burda manipulación. En un recordado artículo, Oscar Collazos demostraba que la lista de los grandes escritores que murieron sin haberlo recibido, reviste una dignidad que no acompaña a la de los triunfadores.

No volveré a hablar de Marcel Proust ni Nabokov, de Joyce o Ezra Pound. Prometo que nada diré de Graham Greene o Robert Musil. Nada de Virginia Wolf y Herman Broch, de Marguerite Yourcenar o Robert Graves, que se murió en Deià, Mallorca, soportando el estigma de ser el poeta vivo más “importante” en lengua inglesa. Cada uno, por separado, y nosotros, en amorfa masa de admiradores, sabemos que es más fácil sobrellevar la injusticia que soportar el equívoco del éxito, sobre todo cuando éste está legitimado por la dudosa unanimidad de un gran Premio.
Sería preferible hablar de Joao Guimaraes Rosa, de Juan Rulfo y Alejo Carpentier, de José Lezama Lima y Juan Carlos Onetti, ya que es prácticamente imposible pensar que los suecos anteriores a 1959 conocieran la obra inmensa de Alfonso Reyes, como sí es probable que, de paso, hubieran leído traducciones de César Vallejo y Vicente Huidobro
.”

Así evaluaba Collazos al inicio de su artículo “La importancia de no seguir esperando” el agridulce tema del Nobel, y nosotros podríamos agregar otras precisiones. Por ejemplo, la que tiene que ver con el hecho de que la Academia Sueca se resiste a reconocer al genio joven, atrevido y transgresor, por el contrario, prefiere al capo cuya obra es unánimemente reconocida, al gurú incuestionable del boom, pero que en el fondo ya no hace más que sacarse las pulgas del chaleco y repetir, en altisonante cantilena su receta, la que reconoce la claque y espera con avidez la última reencarnación del "lector hembra". También distingue a los suecos su tendencia inveterada a premiar la corrección política, la filiación acertada y el más visceral oportunismo, en otras palabras, destaca su predilección por aquellos que saben vivir sin quebrar un plato, aquellos que se afilian a los clubes de prestigio y gozan de las ventajas de pertenecer al International Pen.

Ayer la Academia Sueca actuó en consonancia con sus parámetros, con sus filias y sus fobias, al premiar a un Vargas Llosa en pleno declive intelectual, un escritor cuyas tres últimas novelas están muy lejos de la brillantez alcanzada con La casa verde, La ciudad y los perros o Conversación en la catedral. El autor al que premian, de hecho, ya no se reconoce, ya es imposible identificarlo, con esas obras cuyo signo común es la denuncia penetrante de los vicios de un sistema atroz a través de una narrativa atrevida, cuya estructura de vasos comunicantes era el vehículo perfecto para cuestionar la realidad latinoamericana individualizada en personajes como el Jaguar, el Poeta, Lituma, La Selvática, Zavalita, Ambrosio o Cayo Mierda. Y si nos remitimos a sus ensayos, la realidad es aún más triste, porque pese a la insistencia de Vargas Llosa por reivindicar una supuesta filiación democrática, en el fondo es incapaz de esconder su vocación fascistoide, que resulta imposible de ocultar cuando se leen sus lamentables “reflexiones” alabando el bombardeo inmisericorde y la invasión a Irak, o sus empalagosos y a veces tartamudeantes elogios a Bush y a la Thatcher, que se revela como senil objeto de deseo para este miraflorino con ínfulas de gentleman.

Pero el tema no se agota aquí, porque viene acompañado con una veleidosa tendencia, que ya había sido advertida en la Historia personal del boom, de José Donoso, en cuya página 175 podemos leer: “Mario Super Star”, el vedetismo como acción política. No sé si se siente atraído por el poder en sí. Me parece más probable que sea una actitud deportiva, casi estética por sus dimensiones...”. Y el vedetismo encontró su expresión natural, pero también a su némesis en 1990.

Pero antes de continuar es necesario regresar al año de 1967, cuando Vargas Llosa publica uno de sus textos más íntimos: Los cachorros. Los estudiosos coinciden al señalar que en esta nouvelle conviven elementos realistas y simbólicos, inmersos en una narración sencilla, casi un bildungsroman colectivo cuyo argumento discurre “a través de la adolescencia y la juventud, los problemas de adaptación, la sociedad fiera que castiga al que no sigue sus reglas o cumple sus requisitos...). La novela muestra la falta de adaptación propiciada por algo insalvable, la castración física. Esta castración puede simbolizar esa falta de machismo en el personaje (Pichula Cuéllar), rasgo que caracteriza esta sociedad retratada. Cuéllar, sin embargo, nunca rechaza este machismo, si no que intenta adaptarse a él, aun sabiendo que no puede”.

Y es que su protagonista, Pichula Cuéllar, ha sido enmasculado por un perro, Judas, en una escena llena de violencia: "Ahí, encogido, losetas blancas, azulejos y chorritos de agua, temblando, oyó los ladridos de Judas, el llanto de Cuéllar, sus gritos, y oyó aullidos, saltos, choques, resbalones y después sólo ladridos, y un montón de tiempo después el vozarrón del Hermano Lucio, las lisuras de Leoncio, los carambas, Dios mío, fueras, sapes, largo largo, la desesperación de los Hermanos, su terrible susto." Y el narrador añade: "Por ese tiempo, no mucho después del accidente, comenzaron a decirle Pichulita". Las desgracias para Cuéllar continúan hasta culminar con un desenlace anunciado: su muerte: "Entonces Pichula Cuéllar volvió a las andadas. Qué bárbaro, decía Lalo, ¿corrió olas en Semana Santa? Y Chingolo: olas no, olones de cinco metros, hermano, así de grandes”..."Cuéllar ya se había ido a la montaña, a Tingo María, a sembrar café." "... y ya había vuelto a Miraflores, más loco que nunca, y ya se había matado, yendo al norte, ¿cómo?, en un choque, ¿dónde?, en las traicioneras curvas de Pasamayo, pobre, decíamos en el entierro, cuánto sufrió qué vida tuvo, pero este final es un hecho que se lo buscó."

Castración y muerte, nada más, nada menos. Y la sociedad, o sea los amigos de Pichulita, prosiguen normalmente con sus vidas hasta que su castración, desgracias y muerte quedan en el más sordo de los olvidos. Cuántos de los temores de Vargas Llosa, cuántos de sus demonios interiores, fuente confesa de su inspiración, anidan en este relato, una narración reveladora en la medida que podría explicar su actitud ante los sucesos de 1990, que marcan su alejamiento (¿castración?) de la vida política y su rechazo visceral ante toda forma de reconocimiento a la soberanía popular, una actitud de despecho ante el rechazo que tuvo su candidatura a presidente, manifestada por el 62% de la masa electoral que se volcó a favor de un cuasi desconocido Alberto Fujimori, quien lo derrotó por un amplio margen de 24 puntos (Vargas Llosa obtuvo un 38%) en la segunda ronda realizada el 10 de junio de 1990.

Ese 10 de junio de 1990, Vargas Llosa sufrió la misma suerte que el atormentado protagonista de Los cachorros, ese día el pueblo peruano, ese ente al que en más de una ocasión ha tildado de masa amorfa e ignorante, prefirió a un oscuro inmigrante japonés antes que a su gloria literaria nacional, y ese mismo día Vargas Llosa se metamorfoseó en un Pichulita castrado y rencoroso, incapaz de comprender tal afrenta.

El rencor se acumuló con los años y se convirtió en una carga pesada que Vargas Llosa se empeñaba en exorcizar a través de pírricas victorias, como al nacionalizarse español en 1993; de celebraciones chuscas, como en 2002, cuando se apresuró a celebrar lo que consideraba la salida de Chávez del poder tras la intentona golpista de Carmona y la derecha venezolana; o erigiéndose en entusiasmado primate, como en agosto de 2009, cuando se declaró a favor del golpe de estado en Honduras, en una entrevista que los medios al servicio de la burda e igonorante oligarquía catracha han repetido hasta el asco este 7 de octubre con ocasión del Nobel.

Pero hay un dejo inconfundible de tristeza en cada una de sus acciones, que se tornan un pálido calco de las hazañas con que Pichula Cuéllar intentaba ocultar su miserable condición de eunuco, aquel navega olas y corre en su auto a temerarias velocidades, mientras su creador pugna por acumular premios y honores. Pero en el fondo ambos están conscientes de sus elementales carencias: a uno Judas le comió sus genitales, mientras que al otro, el pueblo peruano le restregó en la cara su atávico desprecio, truncando para siempre su vedetismo más íntimo. A partir de ahora, Pichula Vargas Llosa vagará por el mundo con un talego repleto de dólares, la barriga llena, la conciencia sucia y el Nobel bajo el brazo, con la secreta esperanza de que un buen día por fin deje de escuchar los amenazantes ladridos de Judas, que le persiguen desde aquella noche triste del 10 de junio de 1990.

lunes, septiembre 27, 2010

Juan Domingo Torres vive


La muerte de Juan Domingo Torres, además del dolor provocado por su partida, ha multiplicado las reflexiones de amigos y compañeros en torno a su vida y obra. Helen Umaña, Oscar Amaya, Juan Almendares y Roberto Quesada, entre otros, han publicado notas en la lista de FIAN donde recrean anécdotas y momentos especiales que compartieron con JDT, mientras que en la comunidad de blogueros destacan los post de Poetas del Grado Cero (Karen Valladares y Jorge Martínez) y la nota "Juan Domingo Torres o el traslado infinito" que el poeta Fabricio Estrada ha colocado en su Bitácora del Párvulo.

En este espacio virtual queremos expresar nuestro pesar ante esta pérdida irreparable para la comunidad del arte y la cultura, porque la muerte de Juan Domingo, sin duda alguna, nos disminuye a todos. No puedo dejar de recordar la penúltima ocasión en que nos vimos, a principios de septiembre de 2008, cuando lo invitamos a disertar sobre la obra de Pablo Zelaya Sierra, aprovechando la ocasión en que parte de su obra fue expuesta en San Pedro Sula, en la galería del Banco Central. Ese martes 9 de septiembre de 2008, las quince personas que asistieron a las diez de la mañana a la galería fueron testigos de su erudición y de sus dotes innatas de maestro, Juan Domingo nos guió a través de un recorrido por la historia del arte en Honduras, tomando como pretexto la obra de Zelaya Sierra. Siempre voy a recordarlo parado frente a "Hermanos contra hermanos", mientras nos llamaba la atención sobre algunos detalles, de repente se quedó en silencio y minutos después, quizás pensando en voz alta, afirmó: "ojalá y nunca más volvamos a pasar por esta barbarie".

Pero de todos los escritos sobre Juan Domingo, ninguno ha sido más certero, y más afín con la esencia ética de Juancho, que el de Sergio Bahr, el que nos atrevemos a reproducir aquí sin su permiso. Ojalá y no se moleste, aunque tal vez se molestarán más los pendejos que como dice Sergio: "van a aprovechar para convertir tu velorio en una vitrina de sí mismos". Y nuestras disculpas a Fabricio Estrada por robarle la foto de su bitácora.

Púchica Juan Domingo

De niños teníamos una fama de ser tremendos, mi hermano y yo. No mi hermana Karen, que desde chiquita podía dejar calladito a cualquier macho catracho, motivo por el que, a través de una especie de ósmosis masculina, la gran mayoría decidiera, sin expresarlo, no discutir con ella.

Pero sí Liber y yo, a quienes Roberto Sosa siempre con la genialidad en la punta de la lengua nos había puesto de apodo “paraniños” o “alias niños” según la noche, ya que nos las arreglábamos para ser el terror de los amigos de mi padre, sobretodo si ellos padecían de la indefensión de la borrachera, y nosotros gozábamos de la impunidad de ser, pues, niños.
Tirar un paquete de cuetes en medio de un grupo de puetas dormidos.

Esperar tras la puerta, agazapados durante horas, para saltar a la espalda y jalar la barba de los pintores.

Subirnos al techo y quedarnos acostados en las tejas hasta dormirnos o hasta que pasara algún incauto escritor al cuál pudiéramos aventarle bombas de agua, lo que ocurriese primero.

Púchica, Juan Domingo eras el único, creo, que sabía exactamente como lidiar con el terror. Durante aquel tiempo en que te quedaste hospedado en la casa de la Miraflores con nosotros, peleando todos el único sillón que había frente a la tele y que invariablemente ganaba el perro, Feo (que se tiraba cuan largo era en los cojines y se reía enseñándole los prístinos colmillos a todo el que pretendiera quitarlo) fuiste nuestro compañero de juegos, presentador de la risa, mago, Houdini, amigo.

Como Feo se apropiaba del sillón a los demás nos tocaba sentarnos en el piso a ver tele, jugando a apretar el botón de “mute” cada vez que Nasralla decía alguna tontería. Se apretaba mucho, ese botón. y mi padre, con ojo fino para la nobleza, declaraba que iba a salir en ruta probable a “La pájara pinta” y dejaba a Juan Domingo Torres, ahora con título de niñero, a cargo de nosotros.
Vos asentías con una sonrisa nerviosa, y después, cuando los adultos se habían ido y solo quedábamos nosotros los niños, con una enorme sonrisa cómplice.

Púchica Juan Domingo, me acuerdo cuando 20 y pico años después nos encontramos en aquella fiesta de graduación de unos compas de la pedagógica, yo ya creyéndome grandote y vos como siempre sabiéndonos niños, y platicando me ayudaste a liberar las historias guardadas en la memoria.

Como la historia en la que mi hermano y yo agujereamos tu cama de agua, de lo que te diste cuenta al tirarte en una noche de mucho sueño y encontrarla convertida en un íntimo lago.
Como la historia en la que una plantita de propiedades medicinales, que adornaba solitaria la mesa de la sala, se quedó sin hojas, cortesía de Juana la Loca.

Como la historia del truco de Houdini, mago del que tanto nos hablaste y con la que finalmente controlaste el entusiasmo destructivo de los paraniños.

“Juguemos”, te decíamos, y sonriendo siempre sonriendo Juan Domingo inventaste el juego de Houdini. “Consiste en lo siguiente”, decías serio y emergiendo como el gran profesor que siempre fuiste, mientras nosotros te observábamos expectantes, “yo les voy a amarrar a cada uno en una silla, y el juego es que tienen que liberarse solitos, como lo haría Houdini”.

Así que nosotros pasábamos horas felices, pero con el seño fruncido, concentrados en liberarnos de las ataduras, mientras vos Juan Domingo aprovechabas para tomar una siesta, comer algo, ver televisión al lado del Feo, carcajearte de cuando en cuando desde tu cuarto.

Cuando finalmente lográbamos soltarnos, exhaustos, observabas con ojo crítico el estado de las sillas, los lazos. “Quieren jugar otra vez?”.

Nos hiciste reír tanto, y años después cuando vos y yo nos encontrábamos en Bellas Artes, o caminando en el centro (compartíamos los dos la manía de andar siempre apurados), o en la Pedagógica que insistíamos en seguir llamando “la superman”, por aquello de los viejos y mejores tiempos, o rondando algún evento en el museo del hombre, o tropezando en alguna fiesta en la que ninguno de los dos estaba muy seguro de cómo había llegado, siempre siempre me hacías reír inmediatamente.

Púchica Juan Domingo, no importa cómo estuviera mi día, no importa que fantasmas, esqueletos en el closet, pesadillas, problemas graves o pequeños o reales o imaginarios o que puto calor estuviera haciendo o que puta tormenta estuviera cayendo o qué carajos estuviera pasando con nuestro paisito, siempre me compartías un abrazo, una carcajada, un chiste fino, y me dejabas de buen humor por el resto de la semana. Siempre agradecía que no preguntaras por mi hermano, simplemente recordabas.

Había un poquito, un casi indistinguible dejo de tristeza en tu mirada.

Así que hoy cuando, tarde, empiezo a ver esos mensajes que dicen que ya no nos vamos a tropezar por ningún lado, me dejé caer sobre la silla, sin ganas de hacer nada más que recordarte. Me dicen que te están velando en Bellas Artes, y que te entierran mañana. Sospecho que muchas y muchos van a aprovechar para convertir tu velorio en una vitrina de sí mismos. Lástima que sean tan pendejos. Por mi parte creo que se va a quedar pequeña la escuela de pintoras, músicos y puetas con tanta gente que irá a decirte adiós. Se quedará pequeña ante tu memoria.

También queda más pequeña, mas así como pueblito nuestra Tegucigalpa, nuestra Honduras. Un poquito menos divertidas, un poquitín más planas. Como dirías vos, más pencas, ligeramente más pendejas. Y luego la carcajada.

Se le va a arrugar un poco el corazón a mi padre, Juan Domingo.

Yo no estoy seguro que quiera ir a tu velorio. A vos siempre te daban risa esas cosas y después de todo, no era justamente Houdini tu mago favorito? Seguro ya estás planeado como escaparte, como burlarte, como reírte, como emerger triunfante.

Pero púchica, Juan Domingo, me van a hacer falta tu risa y tu magia.

Sergio Fernando Bahr Caballero
25 de septiembre de 2010

jueves, septiembre 16, 2010

Comunicado del CRC Norte A ante el brutal atentado contra el arte y la cultura en San Pedro Sula (15-Sep)


Ante la comunidad nacional e internacional, el Consejo Regional de Cultura Norte “A”, asociación civil orientada al fomento, promoción, difusión y desarrollo del arte y la cultura, junto a los Consejos Locales abajo suscritos, denuncia y condena la feroz agresión contra miembros de la comunidad artística e intelectual en el marco de los actos represivos ejecutados por la policía y el ejército, por órdenes expresas del régimen de Porfirio Lobo Sosa, en horas de la mañana del pasado 15 de septiembre, en el parque central de San Pedro Sula, donde se había programado la realización de un concierto patrocinado por la organización Artistas en Resistencia y por el Frente Nacional de Resistencia Popular.

El concierto "¿Cuál independencia?", donde el grupo Café Guancasco compartiría escenario con los compañeros de la agrupación Étnica y el cantautor Mario de Mezapa, estaba programado para realizarse al cierre de la marcha patriótica organizada por el Frente Nacional de Resistencia Popular, pero al momento de iniciar, y cuando miles de personas se aprestaban a entonar el himno nacional, la policía y el ejército de Honduras se arrojaron armados con garrotes y toletes contra la multitud, al tiempo que lanzaban bombas lacrimógenas y una tanqueta rociaba chorros de agua a presión, en forma indiscriminada, sin importarles la presencia de niños de corta edad, mujeres y ancianos. Al mismo tiempo, procedieron a destruir el escenario y dañaron el costoso equipo audiovisual que se había alquilado a la empresa alemana Euro Sound. La salvaje agresión se extendió en un radio de no menos de cinco cuadras del centro de San Pedro Sula, y los policías incluso allanaron en forma ilegal el edificio donde funciona la Radio UNO, en cuyo interior lanzaron bombas lacrimógenas, quebraron puertas y ventanas y amenazaron al personal que transmitía en directo esos eventos. En las instalaciones se había refugiado el sociólogo Ernesto Bardales, quien fue salvajemente golpeado y arrastrado fuera de la radio por miembros de la policía. No está demás señalar que Radio UNO es dirigida por un colectivo encabezado por el periodista Arnulfo Aguilar y con la colaboración de los escritores Helen Umaña, Julio Escoto, Armando García y César Lazo, entre otros connotados miembros de la comunidad cultural de la zona norte.

En el comunicado difundido por Café Guancasco se establece con claridad la real dimensión del brutal atentado contra la cultura:

“Informamos que este 15 de septiembre del 2010 fuimos reprimidos brutalmente por la policía y el ejército, mientras ofrecíamos nuestro concierto "¿Cuál independencia?", junto a miles de personas, entre las cuales había niños y niñas, ancianos y ancianas, muchas más que disfrutaban de nuestra presentación en forma pacífica. A poco menos de 10 minutos de comenzada la función, los órganos represores atacaron directamente el espacio en donde nos encontrábamos, lanzando bombas lacrimógenas al escenario y a todo el perímetro en donde se desarrollaba la actividad, seguidamente rociaron con agua y gas todo el equipo de audio y los instrumentos, lanzando de la tarima y robando muchas partes del mismo.
Un integrante de nuestra banda fue brutalmente golpeado en la cabeza y las manos, el compañero es además un integrante de la banda hondureña Montuca Sound System y se había unido a nuestra gira que comenzaba con éste concierto. Otros compañeros de Café Guancasco salieron gravemente intoxicados del perímetro y tuvieron que ser atendidos médicamente. Café Guancasco es una agrupación musical que forma parte del Frente Nacional de Resistencia Popular y en esta ocasión llevábamos a cabo junto a muchas organizaciones locales este concierto que era un regalo para todo el Valle de Sula”.

Pero la magnitud de la bestialidad policial-militar desplegada en San Pedro Sula llegó a extremos inauditos al provocar la muerte de Efraín López, un humilde ciudadano que se ganaba la vida vendiendo lotería en las inmediaciones del parque central. López, quien padecía de asma, fue víctima de las bombas lacrimógenas y, según fuentes hospitalarias, no pudo ser tratado con propiedad ya que se desconocen los químicos que la policía utiliza en estos actos represivos.

Finalmente, el Consejo Regional de Cultura Norte A expresa su solidaridad con todos los compañeros que fueron víctimas de la represión y, ante la brutal escalada fascista, exige una investigación exhaustiva y el castigo ejemplar para los responsables de ordenar y ejecutar esta feroz agresión en contra de nuestra comunidad cultural.

Exigimos, de la manera más enérgica, a las agencias supranacionales, especialmente a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), cuya Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural establece que “los derechos culturales son parte integrante de los derechos humanos, que son universales, indisociables e interdependientes...que el desarrollo de una diversidad creativa exige la plena realización de los derechos culturales, y que toda persona debe tener la posibilidad de expresarse, crear y difundir sus obras...”, así como a la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) y, sobre todo, al Programa Conjunto Creatividad e Identidad Cultural para el Desarrollo Local, del cual somos afiliados, que hagan eco de esta denuncia en los foros internacionales y que acompañen en forma decidida las acciones orientadas a alcanzar una condena contra al régimen fascista de Porfirio Lobo Sosa por este bestial atentado en contra del arte y la cultura nacional.

San Pedro Sula, a los 16 días del mes de septiembre de 2010

Consejo Regional de Cultura del Norte “A”
Consejo Local de Cultura de San Manuel, Cortés
Consejo Local de Cultura de Cofradía, Cortés
Consejo Local de Cultura de La Lima, Cortés
Consejo Local de Cultura de Masca, Cortés
Consejo Local de Cultura de El Progreso, Yoro
Consejo Local de Cultura de Pinalejo, Santa Bárbara
Consejo Local de Cultura de Macuelizo, Santa Bárbara

miércoles, septiembre 08, 2010

Hotel Postmoderno


Hotel Postmoderno” es una banda de literatura que defiende la escritura colectiva y la experimentación y contaminación. Han publicado dos novelas ("Hotel Postmoderno" (ed. Inéditor, 2008) y "De La Habana un barco" (ed. Lengua de Trapo, 2010) y una narración digital interactiva (http://www.suicidame.es/).

Los post de este blog pertenecen a la gestación de la primera novela del grupo, que fue escrita íntegramente en él, firmando todos los autores con el mismo nick para así perder la autoría y no saber nunca quién escribía, borraba, variaba, repasaba... cada texto. El hilo conductor fue el espacio: un hotel, y el estilo se homogeneizó a partir de una receta literaria y una imaginería común (libros, películas, publicidad...) pactada previamente.

No dejen de visitar el blog para ver cómo va la cosa.

Remember Mario Santiago


Bolaño lo recordaba así: “Lo vi por primera vez en la calle de Bucareli, en México, es decir en la adolescencia, en la zona borrosa y vacilante que pertenecía a los poetas de hierro, una noche cargada de niebla que obligaba a los coches a circular con lentitud y que disponía a los andantes a comentar, con regocijada extrañeza, el fenómeno brumoso, tan inusual en aquellas noches mexicanas, al menos hasta donde recuerdo. Antes de que me lo presentaran, en las puertas del Café La Habana, oí su voz, profunda, como de terciopelo, lo único que no ha cambiado con el paso de los años. Dijo: es una noche a la medida de Jack. Se refería a Jack el Destripador, pero su voz sonó evocadora de tierras sin ley, donde cualquier cosa era posible. Todos éramos adolescentes, adolescentes bragados, eso sí, y poetas y nos reímos”.
Pero este recuerdo entraña un peligro, el peligro de que a más algún insomne-adolescente-local (adolescente ya sea por edad mental o cronológica) se le ocurra, de la noche a la mañana, que basta con autoproclamarse “bragado poeta de hierro” para recoger la estafeta infrarealista, que basta con dejarse el pelo largo o raparse al cero, vestir una camiseta desteñida y un sucio jean, y acumular un par de sandeces y salpicarlas con 1, & y otros signos para ser considerado el último heredero de papasquiaro & bolaño & co. Pero no se engañe compa, lea bien a Mario Santiago, agarre la mochila y atrévase a viajar, consiga su jeta de santo y su aullido y –a menos que sea redomado analfabeta- se dará cuenta de que para llegar a ese puerto hay que visitar/leer un par de bibliotecas con bien surtidas estanterías de poesía & narrativa, clásica & contemporánea…hay que recorrer esas “carreteras de desnudez/arenas en las que mi inteligencia/no se había desollado antes/estas páginas/tantas noches mi hospital/& tantas mi balneario”. Mientras tanto, échese este par de poemas & no deje de leer, que para escribir bien, primero hay que ser 1 gran lector, todo lo demás es pura moda, pura paja…


Remember

Veo bailar a mis zapatos
((empeyotado & lúcido))
Me veo bailar de cráneo a rabo/ desnudísimo
Si ayer fue / todavía es hoy
Hijo de Cri Crí
& Groucho Marx
Jalo la reata azul de mi trapecio
Arcángel freak
Demonio puro
Grifo fierabrás
Manantial alteño
: What ever this means :


Evangelio del polvo

En la entrepierna del sueño
vaporosos gemidos nos bautizan
Las líneas de la mano son látigos
Cicatrices de calcinadas amatistas

Ancha boca el espejo de la vulva / trasterrada /
Las escaleras: vacías
& el siseo incesante del glande hipnotizado
la señal de la gacela al Buda
Abeja & ojo son 1 solo helicóptero en ascenso
Ajolote que enamora al musgo
El primer vello brujo
En el pubis de la ígnea Galatea
Despertar es serrucharse
Sacarle la nalga a la jeringa
Preferir la regadera al sudor de la raíz
cuando No hay mayor humedad que la del lodo

jueves, septiembre 02, 2010

Para combatir modas detestables


Ante la alarmante difusión del término "aperturar" por parte de las instituciones bancarias y similares, La obsesión de Babel solicita su adhesión a una campaña nacional para detener esta plaga. Con tal fin realizamos la consulta respectiva en el "pterodáctilo ideológico" (DRAE), y en la respuesta se nos advirtió tajantemente: "La palabra aperturar no está en el Diccionario". Ante tal afirmación, sobran los comentarios.
Por otra parte, ojalá y también se pudiera emprender idéntica cruzada para frenar el "loqueísmo", vicio caracterizado por el uso indiscriminado, por parte de los periodejos de la H, del giro "en lo que". Para ilustrar esta "moda" citamos a continuación varios ejemplos, tomados de periódicos y transmisiones radiales y televisivas: "estamos en lo que es el hospital Mario Rivas", "el trágico suceso ocurrió en lo que es la cuesta de la Virgen", "en lo que es su respuesta definitiva a los maestros, el gobierno sólo se compromete a pagar en bonos del estado", y podríamos seguir citando ad nauseam.

ACLARACIÓN: Nos abstenemos de solicitar colaboración para esta campaña a los académicos de la lengua, capítulo Honduras, en vista del descrédito en que ha caído, sobre todo tras el ingreso del flamante (o inflante) Perico de Palotes, mal-editor de dislates, golpista redomado y enfático sobalevas televisivo, quien se suma a la trinca infernal que ha tomado por asalto dicha institución: "Calabaceta", "Muerto bañado II" y "Juancito Caminante".
En atención a este hecho, la única institución nacional reconocida a nivel mundial en materia de conservación y difusión de la pureza lingüística es la Rial Academia de la Lengua Catracha, responsable de los prístinos vocaburlarios que han llegado hasta nos por interpósita mano del escribidor consentido de los tatitas y abuelargos: Armando García.

martes, agosto 17, 2010

Marihuana y literatura (4)


Gautier, el placer, los libros y el hachís
Entre las luminarias de la literatura francesa que vieron en el hachís el medio para “ampliar los límites de la mente y encontrar placeres nuevos”, quizás el más entusiasta fue Pierre Jules Theophile Gautier. Luego de incursionar, con poco éxito, como pintor y poeta, Gautier finalmente logró instalarse como un autor reconocido tras la publicación de Mademoiselle de Maupin, que apareció en 1835. La novela estaba inspirada en la célebre Magdalena d'Aubigny, más conocida por Mademoiselle de Maupin, que nació en 1673. Magdalena sólo vivió treinta y cuatro años, pero fueron suficientes para que la fama de sus originales y extrañas andanzas rebasaran las fronteras de Francia. Era una mujer hermosa. Un contemporáneo la describió con "cabellos castaños, grandes ojos azules, nariz aquilina, dientes muy blancos y garganta perfecta". Se casó muy joven, aún no tenía dieciséis años. La muerte de un pariente la dejó libre para realizar su sueño: vestir ropas varoniles y lanzarse a la aventura. En el prefacio, su autor expresa con claridad su idea de que las personas que “inventan” nuevos placeres merecían el mayor reconocimiento posible, llegando incluso a afirmar que era “la única cosa útil en el mundo”. Sin lugar a dudas, Gautier otorgaba ese reconocimiento al doctor Moreau, quien le introdujo en las “maravillas del hachís”, relación que luego consolidaron al fundar el Club des Hachichins. Hay que recordar que en esa época el público francés manifestaba un particular interés en el hachís, que veían como “esa droga misteriosa” de la cual se hablaba en obras como Las mil y una noches.

Pero fue en 1843, cuando Francois Lallemand publicó, en forma anónima, su libro Le hachych, el primer texto que incorpora al hachís en su trama narrativa. El libro se volvió popular y Lallemand lo reimprimió en 1848, y en esta ocasión sí se atrevió a reclamar su autoría. Pero fue Gautier, con su texto Le hashish, publicado también en 1843, quien logró capturar la atención de los franceses. Era una narración corta en la que describía su experiencia con el hachís: las alucinaciones, los cambios en los colores y los diseños, la manera en que los cuerpos se desfiguraban, así como la capacidad de escuchar a los colores y ver los sonidos (sinestesia). Sin lugar a dudas, la publicación de esta obra multiplicó con creces la popularidad de Gautier.

Más adelante, en 1846, Gautier publicó un segundo trabajo sobre el “tema” en la Revue des Deux Mondes con el título "Le Club des Hachichins". Aunque contenía menos descripciones sobre sus experiencias con el hachís, es un texto de mucho valor para comprender el trabajo literario de su autor, además de la riqueza implícita en sus descripciones de la sede del Club, el Hotel Lauzun, y de sus miembros. Asimismo, evoca en algunos pasajes de gran intensidad al Viejo de la Montaña: “la pasta verde que el doctor Moreau manejaba en nuestras sesiones era precisamente la misma que el Viejo de la Montaña administraba a sus fanáticos…estos es, el hachís, por eso se les nombraba como hachichins, o comedores de hachís, la raíz de la cual proviene la palabra “asesino”, cuyo feroz significado se explica por la sed de sangre que caracterizaba a los devotos del Viejo.” El autor recuerda que después de consumir la droga, se retiraba a un cómodo sillón cerca de la chimenea, donde era prácticamente absorbido por sus pensamientos, mientras su mente se llenaba de figuras grotescas cuyos cuerpos se contorsionaban en forma monstruosa. Estas imágenes que Gautier describía, probablemente eran parte de la decoración gótica que privaba en el interior del Hotel Lauzun.

lunes, agosto 09, 2010

Réquiem por la “vieja gran puta de la literatura”


Uno de los temas fundamentales de Dublinesca, la última novela publicada por Enrique Vila-Matas, es el adiós a la “galaxia Gutenberg”, tal y como lo plantea su protagonista, el editor catalán Riba, quien intuye que junto a ella se marchará también la literatura, hecho que se manifiesta con claridad en la ausencia de verdaderos genios en el mundo de la creación artística en esta era posmoderna, en la desaparición de los editores “verdaderos”, en la largamente anticipada muerte del autor, que marcaría a su vez el fin de la palabra, del lenguaje, de los libros...por eso Riba quiere ofrecer un réquiem por la “vieja gran puta de la literatura”, y no encuentra mejor manera de expresarlo sino es a través del poema de Philip Larkin sobre una prostituta dublinesa.

Y mientras investigaba sobre el tema me encuentro con la sorpresa que Philip Arthur Larkin nació un 9 de agosto de 1922, hace exactamente 88 años, y para honrar al que muchos consideran uno de los tres grandes poetas ingleses de la posguerra del siglo XX, junto a Dylan Thomas y Ted Hughes, me decido a transcribir el poema en su versión original, acompañado por una modesta traducción al español, con la esperanza de no ofender a la “vieja gran puta”, quien pese a los plañidos de un par de serviles vilamatianos, cada día goza de mejor salud.

Dublinesque

Down stucco sidestreets,
Where light is pewter
And afternoon mist
Brings lights on in shops
Above race-guides and rosaries,
A funeral passes.

The hearse is ahead,
But after there follows
A troop of streetwalkers
In wide flowered hats,
Leg-of-mutton sleeves,
And ankle-length dresses.

There is an air of great friendliness,
As if they were honouring
One they were fond of;
Some caper a few steps,
Skirts held skilfully
(Someone claps time),

And of great sadness also.
As they wend away
A voice is heard singing
Of Kitty, or Katy,
As if the name meant once
All love, all beauty.


* "Dublinesque" by Philip Larkin, from Collected Poems. © Farrar, Straus, and Giroux, 2004.

Dublinesca

Por las callejuelas de estuco
donde la luz es de peltre
y en las tiendas la bruma obliga
a encender las luces sobre
rosarios y guías hípicas,
está pasando un funeral.

La carroza va delante,
pero detrás la acompaña
a pie una tropa de mujeres
con anchos sombreros floreados
vestidos hasta los tobillos
y manguitos de carnero.

Hay un aire de amistad
como si rindieran honra
a una que era muy querida;
algunas se alzan las faldas
diestramente y dan saltitos
(dos palmas marcan el tiempo);

y también de gran tristeza.
Mientras siguen su camino
se oye una voz que canta
para Kitty, o Katy, como
si el nombre hubiese albergado
todo el amor, toda la belleza.

miércoles, agosto 04, 2010

Marihuana y literatura (3)


Le Club des Hashishins
El Club des Hashischins (también conocido como Club des Hashishins o Club des Hachichins), era una sociedad parisina dedicada a la exploración de las experiencias límites inducidas por el consumo de drogas, especialmente el hachís. El grupo se mantuvo en actividad de 1844 a 1849 y en sus filas se contaban escritores y pintores como Theophile Gautier, Charles Baudelaire, Gérard de Nerval, Alexandre Dumas y Eugene Delacroix.

Tuvieron su sede en la Ile St-Louis, que se había convertido en el epicentro de la bohemia parisina. Para 1842 el Club se había establecido en el Hotel de Lauzun, 17, quai d'Anjou, donde se realizaban las sesiones (ver foto). Fue allí donde Baudelaire “investigó” el tema para escribir Les Paradis artificiels. Los miembros del Club des Hachichins se reunían al menos una vez al mes para fumar la hierba y consumir otros preparados basados en el hachís. También se afirma que Baudelaire se estableció en el ático y fue en ese lugar donde Les Fleurs du Mal.

Se cree que otra "inspiración" para los miembros del club se origina en 1818, cuando el escritor vienés Joseph von Hammer-Purgstall, publica un libro sobre la historia de El Viejo de la montaña y su secta de asesinos. El libro aparece traducido al francés en 1833, la traducción al inglés, realizada en 1835 por Oswald Charles Woody apareció con el título The History of the Asassins derived from oriental sources, by the Chevalier Joseph von Hammer, y establecía una sólida relación entre los “asesinos” y el consumo de hachís.

Otra influencia notable para el Club des Hashishins fueron los trabajos de uno de sus miembros fundadores, el Dr. Jacques-Joseph Moreau (1804-84), que en 1845 publicó un libro de 439 páginas: Du haschisch et de l'alienation mentale, donde saca provecho de sus observaciones realizadas en el Club y se convierte en uno de los primeros científicos en estudiar el hachís.

A Moreau también se le adjudica la responsabilidad de haber introducido a los miembros del Club en el mundo maravilloso del hachís, durante largas sesiones en las que el doctor preparaba a sus ilustres miembros dawamesk (una mezcla de hachís, canela, pistacho, nuez moscada, clavos, azúcar, jugo de naranja, margarina y cantárida). Esta mezcla hizo “volar”, entre otros, a Alexandre Dumas, Gerard de Nerval, Víctor Hugo, Ferdinand Boissard, Eugene Delacroix, y Theophile Gautier. Este último dejó unas sabrosas descripciones de su experiencia que luego serán transcritas en esta página.

lunes, agosto 02, 2010

Marihuana y literatura (2)


El haschisch según Baudelaire
Inspirado por Thomas de Quincey y sus Confessions of an English Opium-Eater (1821), Charles Baudelaire escribió Los paraísos artificiales (1860), con el propósito de analizar la tendencia del hombre a buscar un mundo de placer infinito, alejado de las miserias cotidianas. A Baudelaire le interesa analizar las dos vías que el hombre de su tiempo encontró para alcanzar aquel ideal artificial: el hachís y el opio. El autor de Las flores del mal compara las bondades del vino con las miserias del hachís: el vino colma de dicha al hombre, mientras que el hachís aniquila la voluntad humana. La visión que tiene Baudelaire del hachís está signada por el desencanto, pues considera que tan solo exagera al individuo y sus circunstancias.

(...) La segunda fase se anuncia con una sensación de frescor en las extremidades, y con una gran debilidad; uno siente, como se dice vulgarmente, que tiene las manos de trapo, la cabeza pesada y una estupefacción general en todo el ser. Los ojos se agrandan, se sienten como tironeados en todos sentidos por un éxtasis implacable. La cara se llena de palidez, se vuelve marmórea y verdosa. Los labios se retraen, se recogen y parecen querer meterse para adentro. Roncos y profundos suspiros se exhalan del pecho, como si nuestra, naturaleza anterior no pudiera soportar el peso de esta nueva naturaleza. Los sentidos adquieren una finura y una agudeza extraordinarias. Los ojos penetran el infinito. El oído percibe los sonidos más imperceptibles en medio de los ruidos más violentos.

Y las alucinaciones comienzan. Los objetos exteriores adquieren apariencias monstruosas. Se nos revelan bajo formas desconocidas hasta entonces, luego se deforman, se transforman, y finalmente entran en nuestro ser o bien nosotros entramos en ellos. Los equívocos más singulares, las trasposiciones de ideas más inexplicables, se producen y se desarrollan. Los sonidos adquieren color, los colores adquieren música. Las notas musicales son números, y vosotros resolvéis con espantable rapidez prodigiosos cálculos aritméticos a medida que la música penetra vuestro oído. Estas sentado y fumas; pero crees estar sentado en tu pipa y que es tu pipa la que te fuma; y es tu propio ser el que se desvanece bajo la forma de nubes azuladas. Te encuentras allí muy bien, salvo que te preocupa y te inquieta una cosa: ¿Cómo haces para salir de la pipa? Esta fantasía dura una eternidad. Un intervalo de lucidez nos permite con gran esfuerzo mirar el reloj. La eternidad ha durado un minuto.

(...) El vino exalta la voluntad; el haschisch la aniquila. El vino es un apoyo físico; el haschisch es un arma para el suicidio. El vino hace bueno y sociable; el haschisch aísla. El uno es laborioso, por así decirlo; el otro, esencialmente perezoso. ¿Para qué trabajar, en efecto, laborar, escribir, fabricar lo que sea, cuando se puede obtener el paraíso de un solo golpe? En fin, el vino es para el pueblo que trabaja y que merece beberlo. El haschisch pertenece a la categoría de los goces solitarios; está hecho para los miserables ociosos. El vino es útil, produce resultados fructíferos. El haschisch es peligroso e inútil.

(...) Terminaré este artículo con algunas hermosas palabras que no son mías, sino de un notable filósofo poco conocido, Barbereau, teórico musical 94 y profesor del Conservatorio. Yo estaba cerca de él en una reunión donde algunas personas habían tomado el bienaventurado veneno, y me dijo entonces con acento de desprecio indecible: "No comprendo por qué el hombre racional y espiritual se sirve de medios artificiales para llegar a la beatitud poética, puesto que el entusiasmo y la voluntad bastan para elevar lo a una existencia supernatural. Los grandes poetas, los filósofos, los profetas, son seres que, por el puro y libre ejercicio de la voluntad, consiguen llegar a un estado en el que son a la vez causa y efecto, sujeto y objeto, hipnotizador y sonámbulo."

Yo pienso exactamente lo mismo.

miércoles, julio 28, 2010

Marihuana y literatura (1)


Una historia singular
Y en el principio, como siempre, están los chinos. La mayoría de las fuentes coinciden en que es en el herbario Pen Ts’ao Ching donde encontramos la primera referencia libresca a las propiedades psicotrópicas de la marihuana. La autoría de este herbario se atribuye a Shen Nong, conocido como "Granjero Divino" (aproximadamente 2.800 años a. de C.) quién enseñó a sus súbditos el cultivo de las plantas y fue el primero en reunir en un libro más de 100 remedios de origen vegetal. El texto original se perdió y sólo se conoce por referencias que datan del siglo V.

También se rastrean referencias en la India, donde se enfatiza su carácter ritual como se establece en el Átharva Veda, texto en el cual destaca la forma de preparación, que contempla: el bhang, una preparación de las hojas usadas en bebidas como la bhang lassi, que toman los devotos shivaístas antes de visitar templos importantes, la gañya (o botones florales) y el charas (resina pura). Estos dos últimos se fuman en un chillum o pipa recta.

En Occidente se considera a Herodoto como el primer cronista que da pistas en Los nueve libros de la historia acerca de la marihuana, cuando asegura que los escitas tenían por costumbre arrojar una hierba sobre piedras calientes y se embriagaban inhalando sus vapores.

Pero fue Marco Polo quien desató la curiosidad entre los europeos al revelar la existencia del misterioso “Viejo de la montaña” y su jardín de las delicias, donde bellísimas huríes otorgaban sus favores a hombres escogidos, que estaban bajo el influjo de una droga poderosa (hachís), quienes después se convertían en asesinos al servicio incondicional del Viejo, con tal de retornar a su paraíso en las alturas.

Este Viejo –según algunos estudiosos- sería el mismo Hasan-i Sabbah (Qom, Irán, 1034? - Alamut, 12 de junio de 1124), también conocido como "El Viejo de la Montaña", un notable reformador religioso, autor y precursor de la "nueva" predicación o da'wa de los ismailitas nizaríes, que pretendía reemplazar la "antigua" da'wa de los ismailitas fatimíes de El Cairo. Es conocido sobre todo por haber sido el inspirador y jefe de los llamados hashshashín (palabra que ha pasado a numerosas lenguas como "asesino") o Secta de los Asesinos, ya que la comunidad que fundó y dirigió utilizaba con frecuencia el homicidio político como estrategia. La mayor parte de los datos sobre Hasan y sus seguidores proceden de sus enemigos, ya que la documentación generada por la secta fue destruida por los mongoles cuando arrasaron la fortaleza de Alamut, sede de la misma.

Ya en la época moderna quizás el trabajo literario más famoso sobre la marihuana sea el clásico The Hasheesh Eater: Being Passages from The Life of a Pythagorean, del gringo Fitz Hugh Ludlow, quien describió sus experiencias personales con la cannabis índica. Tampoco puede omitirse a J. J. Moureau, quien publicó un estudio sobre la marihuana, y además fue el gran animador del círculo literario llamado Le Club des Hashishins en cuyas reuniones en París se consumía una variedad de hashish llamada dawamesk. Pertenecieron a este club Charles Baudelaire y Théophile Gautier, quienes literaturizaron sus experiencias con la hierba.

lunes, julio 05, 2010

Testamento de la palabra. Nadine Gordimer


Crecí en el país que resultó de las guerras de posesión entre dos colonizadores, los británicos y los boers, descendientes de holandeses. Era hija de la minoría blanca y fui educada como tal en una condición privilegiada, tan básica como el abcé. Pero como era escritora –porque ésa es una condición de vida que se manifiesta tempranamente, aun antes de escribir una palabra, y no un atributo que se adquiere al ser publicado-, me convertí en testigo de lo inmencionado en mi sociedad.
Muy joven inicié un diálogo conmigo misma sobre lo que me rodeaba. Con él, traté de hallar el significado de lo que veía, transformándolo en historias basadas en sucesos cotidianos de la vida ordinaria: el saqueo por parte de la policía de la habitación de un criado negro que dormía en el patio de atrás, mientras el amo blanco y la señora de la casa observaban sin inmutarse; o más tarde, en mi adolescencia, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando era ayudante en la enfermería de una mina de oro, oír que el interno blanco que estaba suturando sin anestesia una herida profunda en la cabeza de un minero negro me decía: “Ellos no sienten como nosotros”.
El tiempo y los libros confirmaron que yo era escritora, y que la literatura de testimonio, si es un género de circunstancias, de tiempo y lugar, era lo mío. Tenía que encontrar cómo conservar mi integridad frente a la Palabra, la sagrada misión del escritor. Me di cuenta, como creo que hacen muchos escritores, de que en lugar de restringir, inhibir y anular burdamente la libertad estética, la condición existencial de quien da testimonio la amplía e inspira, rompiendo, a través de la necesidad, las limitaciones previas que me imponían el sentido formal y el uso del lenguaje: así es posible crear formas y usarlas de manera novedosa.
Las definiciones de la palabra inglesa “testigo” llenan más de una columna en letra pequeña del Oxford English Dictionary (OED): “Atestación de un hecho, suceso o declaración, prueba, evidencia; alguien que está o estuvo presente y es capaz de dar testimonio a partir de la observación personal”. En esos sentidos de la palabra, las cámaras de televisión y los fotógrafos son testigos principales, cuando se trata de dar testimonio de una catástrofe moderna de impresionante impacto visual. No se necesitan palabras para describirla, ni posibilidad de que las palabras puedan hacerlo. Las noticias de primera mano o el periodismo descriptivo son pálidos testimonios que suceden a la imagen. El análisis del desastre viene luego y se da en términos políticos y sociológicos, a través de enfoques ideológicos, nacionalistas o populistas. Hay quienes afirman gozar de esa esquiva y reducida condición llamada objetividad.
En el caso de los sucesos del 11 de septiembre de 2001, a los contextos políticos y sociológicos hay que agregar el análisis en términos religiosos. La acepción número ocho del OED dice: “Alguien que da testimonio de Cristo o la fe cristiana, en especial con su muerte, un mártir”. Condicionado por la cultura occidental cristiana, el OED toma la curiosa decisión semántica de reducir su definición del término “testigo” solamente a una creencia religiosa. Pero en este sentido, los perpetradores de los ataques terroristas en Estados Unidos también eran testigos de otra fe, una que el diccionario no reconoce: cada uno de esos hombres daba testimonio de la fe del Islam, a través de la muerte y el sacrificio.
La poesía y la ficción son procesos de lo que el OED define como el “testimonio interno” del testigo. La literatura de testimonio encuentra su lugar en las profundidades del significado revelado, en las tensiones de la sensibilidad, la conciencia intensa y la permanente receptividad frente a las vidas de aquellos entre quienes los escritores experimentan la suya propia como fuente de su arte. Kafka escribió que el escritor ve entre ruinas “cosas diferentes (y más que los demás)... es salirse de la fila de los asesinos; es ver lo que realmente está sucediendo”.
Ésa es la naturaleza en cuanto testigos que los escritores pueden y seguramente deben adoptar, y han venido adoptando desde tiempos antiguos, en virtud de la formidable responsabilidad que representa ser receptores del séptimo sentido: la imaginación. El hecho de “ver realmente” qué ha sucedido proviene de lo que parecería una negación de la realidad: la transformación de los hechos, los motivos, las emociones y las reacciones, que pasan de la inmediatez al significado duradero de su sentido.
En el último siglo, así como en el que apenas comienza de manera tan sombría, hay muchos ejemplos de esta cuarta dimensión de la experiencia que es el espacio y el lugar del escritor. “No matarás”: el dilema moral que el patriotismo y ciertas religiones exigen que desaparezca del pensamiento del soldado está en el poema de W. B. Yeats sobre un piloto de la Primera Guerra Mundial: “No odio a aquellos a los que combato, / no amo a aquellos a los que defiendo”. Ésta es una forma de salirse de la fila de los asesinos que sólo puede lograr el poeta.
La marcha Radetzky y El busto del Emperador forman el canto épico en dos partes del novelista austríaco Joseph Roth acerca de la desaparición del viejo mundo con la desintegración del Imperio austrohúngaro, y son testimonio interno del creciente número de refugiados que empezaron a aparecer desde entonces y a lo largo del nuevo siglo, el coro griego de desposeídos que se ahogaban con la música de fondo del consumismo. También son testimonio del caos producido por las consecuencias ideológicas, étnicas, religiosas y políticas –Bosnia, Kosovo, Macedonia– que la visión de Roth nos permite ver.
Las estadísticas del Holocausto son una contabilidad infernal, y sus cifras todavía se pueden ver tatuadas en los brazos de la gente. Pero sólo Si esto es un hombre, de Primo Levi, logra ser testimonio permanente de las condiciones de existencia de aquellos que sufrieron, de una manera que se convierte en parte de nuestra conciencia universal.
La barbarie que culminó con el lanzamiento de bombas atómicas sobre Japón fue descrita por Kenzaburo Oe en la novela corta La presa, sobre la Segunda Guerra Mundial, en la cual un soldado americano negro sobrevive a la caída de un avión de guerra en un distrito remoto de Japón y es descubierto por gente de la aldea. Nadie ha visto nunca a un negro. Lo encadenan a una trampa para jabalíes y lo encierran en un sótano; encargan a unos chicos para que le lleven comida y desocupen el balde en el que hace sus necesidades. Totalmente deshumanizado, “El soldado negro comienza a existir con el único propósito de llenar la vida diaria de los chicos”.
Los niños sienten fascinación y terror hacia él, hasta que un día lo encuentran tratando de manipular la trampa con una destreza manual que les resulta conocida. “Es como una persona”, dice un niño. Le llevan a escondidas una caja de herramientas. El soldado logra liberar sus piernas. “Nos sentamos junto a él y él nos miró, luego enseñó sus inmensos dientes amarillos y aflojó las mejillas, y quedamos atónitos al descubrir que también podía sonreír. En ese momento entendimos que estábamos unidos a él por un vínculo repentino, profundo y pasional, que era casi ‘humano' ”.
La genialidad de Oe cuando ofrece este testimonio interno es profunda al no olvidarse de las circunstancias aleatorias –con esto me refiero a la otredad, que es definitiva en la guerra–, que terminan en que el cautivo usa al chico como escudo humano cuando los adultos vienen a matarlo.
El nivel de tenacidad imaginativa con el cual el poeta surafricano Mongane Wally Serote da testimonio de los sucesos apocalípticos del apartheid es orgánico en la persistencia de su percepción. Serote escribe: “Quiero ver lo que sucedió./ Hecho esto,/ con tanto silencio como penetran en el suelo las raíces de las plantas/ miro lo que sucedió.../ cuando los cuchillos entraron y salieron de la gente/ como el día y la noche en el tiempo”.
Mucho antes que eso, la grandeza del testimonio interno de Joseph Conrad encontró que el corazón de las tinieblas no estaba en la estación fluvial adornada con calaveras de Kurtz, sitiada por los salvajes congoleses, sino en las oficinas del rey Leopoldo de Bélgica, donde las mujeres se sentaban a tejer, mientras se organizaba el salvaje comercio del caucho, cuya eficiencia se aseguraba cortando las manos de los negros que no cumplían con la cuota.
Éstos son ejemplos de lo que Czeslaw Milosz llama la “fusión de elementos individuales e históricos”, y que Georg Lukács define como “una memoria creativa que atraviesa el objeto y lo transforma” y “la dualidad del mundo interior y el mundo exterior”.
He hablado de la condición existencial del escritor de literatura de testimonio, tal como yo definiría esa literatura. Pero ¿qué tan involucrado debe estar el escritor personalmente, qué tanto se debe arriesgar en los eventos, los levantamientos sociales o las amenazas contra la vida y la dignidad? En un ataque terrorista, cualquier persona presente está en riesgo y se convierte en activista-en-cuanto-víctima. En las guerras u otros conflictos, el escritor puede ser una víctima. Pero, al igual que cualquier otra persona, el escritor también puede elegir ser protagonista, y si elige ser protagonista, indudablemente experimentará la literatura de testimonio definitiva.
Así lo creía Albert Camus. Camus esperaba que entre sus camaradas de la Resistencia Francesa, que habían sufrido tantas cosas física y espiritualmente devastadoras pero también fortalecedoras, surgiera un escritor que lo plasmara todo en literatura para llevarlo a la conciencia de los franceses como no podría hacerlo ningún otro testigo. Pero Camus esperó en vano el surgimiento de ese escritor. Las experiencias humanas extremas no hacen a un escritor. Oe sobrevivió a la explosión atómica; a Dostoievsky le conmutaron la pena de muerte en el último momento frente al pelotón de fusilamiento; pero el gusto por escribir tiene que estar ahí, tal como un cantante posee el don de tener magníficas cuerdas vocales, o un boxeador posee talento de agresión. Primo Levi podría estar hablando de otros escritores cuando, interno en Auschwitz, se dio cuenta de que las historias de los cautivos tenían cada una un tiempo y una condición que no podían ser comprendidos “excepto del modo en que... entendemos los eventos de las leyendas”.
La dualidad del mundo interior y el mundo exterior: ésa es la condición existencial esencial del escritor como testigo. La mayor parte de la gente tal vez considera a Marcel Proust el escritor famoso menos afectado por los eventos públicos, pero los críticos parecen pasar por alto que el cuarto de trabajo forrado en corcho en el que lo confinaron no impidió sus brillantes revelaciones sobre el antisemitismo que reinaba entre los privilegiados y poderosos. Así que acepto de Proust, sin ninguna reserva, esta indicación: “La marcha del pensamiento en el solitario trabajo de la creación artística avanza hacia abajo, hacia las profundidades, en la única dirección que no nos está vedada, por la cual podemos avanzar libremente, hacia la meta de la verdad”.
Los escritores no pueden permitirse el hybris de creer que plantan la bandera de la verdad en un territorio ineluctable. Pero no podemos dejar por fuera nada en nuestro trabajo solitario hacia el significado. Tenemos que buscarlo en aquellos que cometen actos de terrorismo, tal como lo hacemos en la vida y la muerte de sus víctimas. Tenemos que reconocer su existencia. A partir de su interpretación de la fe cristiana, el sacerdote de Los comediantes, de Graham Greene, dice: “La Iglesia condena la violencia, pero condena con más severidad la indiferencia”. Otro de sus personajes, el doctor Magiot, declara: “Prefiero tener sangre en las manos y no agua, como Pilatos”.
¿Se pierde la libertad artística en la literatura de testimonio? Picasso dio una airada respuesta a la pregunta acerca de la libertad creativa en nombre de los artistas de todos los campos. “¿Qué creen que es un artista? ¿Un imbécil que sólo tiene ojos si es pintor, u oídos si es músico, o una lira en el corazón si es poeta? Muy por el contrario, un artista es, al mismo tiempo, un ser político, que tiene conciencia permanente de lo que sucede en el mundo, ya sea desgarrador, amargo o dulce, y no puede evitar ser moldeado por eso”. Tampoco el arte. Y así surge el Guernica . Como le escribió una vez Flaubert a Turgeniev: “Siempre he tratado de vivir en una torre de marfil, pero una marea de mierda golpea sus muros y amenaza con minarla”.
En los cincuenta me propuse dar un testimonio interno en Seis pies de tierra, una historia escrita casi de forma anecdótica sobre cómo se le negaba la posesión del suelo africano a su legítimo propietario negro, que no podía ser dueño ni siquiera de un pedazo tan pequeño como una tumba. En los setenta, cuando la expropiación de los africanos llegó a su trinchera final bajo el apartheid, me encontré escribiendo una novela, El conservador, en la cual una forma combinada de lirismo y su antítesis, la ironía, trata de transmitir el significado de la tierra, que está enterrado junto con el cadáver de un hombre negro desconocido en la finca de descanso de un hombre blanco; el cuerpo se levanta con la creciente del río para reclamar la tierra. El regreso obsesivo al tema –las bases mismas del colonialismo en el cual viví– es expresión subconsciente de mi enamoramiento de siempre con las posibilidades de la Palabra y, al mismo tiempo, un reconocimiento del imperativo de ser testigo.
Después escribí la novela La hija de Burger, y fue, en cuanto literatura testimonial, una exploración del testimonio interno de la dedicación política revolucionaria entendida como una fe similar a cualquier credo religioso, con dogmas que no deben ser cuestionados por los creyentes, y que pasa de padre a hija y de madre a hijo. El lirismo y la ironía no servían allí, donde la supervivencia interna de la personalidad de una hija dependía de que recuperara la vida de sacrificio voluntario de su padre, su amorosa relación con ella y las exigencias que le impusieron las aspiraciones más altas del padre, su fe política. En esta novela, los documentos sirvieron para descifrar el testimonio interior. Tenía que cuestionar esta historia con muchas voces internas, contarla de una forma en que pudiera alcanzar su significado, sumergido bajo la ideología pública y la acción. Sin embargo, no era una búsqueda psicológica sino estética.
No hay ninguna torre de marfil que pueda impedir que la realidad golpee los muros, como anotaba Flaubert. En lo que respecta al testimonio, la imaginación no es irreal: es una realidad más profunda. Sus exigencias nunca permiten transar con la sabiduría cultural convencional y con lo que Milosz llama las “mentiras oficiales”. Ese intelectual que no hacía concesiones, Edward Said, pregunta: ¿quién, si no el escritor, debe “dilucidar los debates, los desafíos y las esperanzas, derrotar el silencio autoritario y la calma normalizada del poder?”. No obstante, la última palabra sobre la literatura de testimonio la tiene Camus: “Cuando no sea más que un escritor, dejaré de ser escritor".


Nadine Gordimer (Sudáfrica, 1923), es premio Nobel de Literatura 1991. Este texto fue leído en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2006.