martes, septiembre 01, 2009

Gigantes y pigmeos. Julio Escoto


Cierta oración anglosajona sentencia: "cuando estás en el hoyo lo aconsejable es dejar de cavar", pues quien complica al problema (hurgando, enconándolo, refunfuñando) más que salir se hunde. Micheletti y comparsa, verbigracia, en vez de proseguir resistiendo a la absoluta marea de repulsa y condenación que los rodea deberían procurar retirada inteligente.

Si no desea firmar él la rendición, pues no otra cosa será la vigencia del pacto de San José -que por otra parte protege a los golpistas ya que amarra a Zelaya con diversos compromisos- podría sencillamente depositar el poder en un triunvirato civil, como sugiere Emilio "Mecate" Medina, y que este suscriba al acuerdo final. La historia poco dirá que se sometió a presiones internacionales, aunque lo cubrirá con otros epítetos y recriminaciones que ni adelanto.

Ocurren problemas graves con la mente pigmea, que envuelve y satura al no educado haciéndole creer que su culo es copa bacarat del mundo. Acostumbrado el pobre inexperto a las costumbres, conductas, comportamientos y leyes que rigen al chiquito orbe de la república bananera -municipal como citara Molina, barato en luces, torpe y agresivo, escaso de ciencias, cultura y filosofía- lo que cree el tal fulano es que el resto del planeta es así. Nunca ha viajado, excepto a Disneyworld; su dieta y moneda jamás le dieron acceso a restaurantes de cuatro cubiertos y se extasía con las comidas rápidas; no comprende una ópera, una obra de teatro, menos un tratado, un poema o sinfónica composición y por tanto -pues esas artes lo que logran es afinar el espíritu- es incapaz de abrigar altos pensamientos, concepciones humanistas de la realidad presente y menos, muy menos, visiones futuristas de lo social. Lo suyo son la avenida del comercio y la calle real, la música del proletario trabajando y la caja registradora sonando, el susurro de sus Lexus y Mercedes Benz, la importación, la regalía, el lucro, el sobreprecio, la usura, el agiotismo -y por ende el desprecio del país que sospecha de su riqueza producto del contrabando y la explotación. Los bárbaros también visten corbata.

No significa esto que cada cual deba ser prototipo de cultura, lector de seis libros al mes ni doctor en artes; que nadie asuma esa obligación. Pero sí que se obligue a entender por qué a otras naciones las llaman superiores, por qué se divide a los pueblos en ciudadanías de primero, segundo y tercer mundos, y por qué se habla tan insistentemente de la civilización -que es allá- y de la barbarie -que radica acá. Para ponerlo en letras sencillas: sea quien sea la persona -abogado, comerciante, obrero, monja, campesino, arquitecta, legislador- está en deber de contemplarse desde el otro lado, de cómo le miran los demás, y aceptar su baja cultura y escasa formación ética, pues quien no reconoce en qué agujero se encuentra jamás sale de él. Va un ejemplo elemental: para nosotros -mestizos incultos- el exorbitante basurero que nos bienviene al salir por la mañana a la calle es natural paisaje urbano. Tan omnipresente ha sido por décadas que somos ya insensibles a hedores de mierdas, podredumbre y metano; nos extraña la limpieza. Pero, agarrate lector: Suiza lava quincenalmente cada una de sus calles con jabón y alcohol... ¿Comprendes cómo nos ven?

Y entonces sucede el conservador golpe juniano y los enanos buscan convencernos que no lo fue, como si el orbe compartiera su mediocridad. Psicología de machete, califica Europa; salvajada trópica, dice EUA; a Holanda horroriza nuestra incapacidad para negociar diferencias; The Economist (Londres) estudia la debilísima biografía democrática que nos ampara, propia de África. La gorilada se golpea los pechos con orgullo y afirma que resistirá meses y años sin que le importe destruir al país ni desprestigiarlo... ¿Se ocupa mejor muestra de lo que son la selva, lo irracional y la imbecilidad?

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