miércoles, mayo 27, 2009

Hanif Kureishi


De Hanif Kureishi apenas he leído El Buda de los suburbios (la traducción al español fue publicada por Anagrama y el original en inglés obtuvo en 1990 del premio Whitbread), pero me atrevería a decir que es suficiente para confirmar la pericia narrativa de un escritor provocativo e inteligente que logra sortear en su obra temas tan escabrosos como la inmigración, el racismo o la sexualidad. Revisando archivos en la red encontré este trabajo, publicado originalmente en The New York Times y que ahora comparto con ustedes.

Kureishi: "La alternativa al puritanismo no es el desenfreno"

Rebelde e ingenioso, el gran autor de Intimidad regresa con Algo que contarte, una novela con dos protagonistas excluyentes: el sexo y el multiculturalismo. De esas y otras pasiones habla en estas páginas

Por Rachel Donadio
The New York Times
Londres, 2009

Una de las visiones más reveladoras en la historia social reciente de Inglaterra está en Mi hijo, el fanático, la tierna y oscura película que Hanif Kureishi (Londres, 1954) dirigió en 1997. Es de mañana en una ciudad sin nombre al norte de Inglaterra, y Parvez, un inmigrante paquistaní taxista laico, advierte que Farid, su cada vez más devoto hijo en edad universitaria, vende su guitarra eléctrica. "¿Dónde se va tu guitarra?", le pregunta Parvez a Farid. "¡A ti te encantaba hacer esos ruidos terribles con ella!". Farid mira a su padre con irritación: "Tú siempre dijiste que había cosas más importantes que "Escalera al cielo" -dice impaciente-, y no podías tener más razón".

Este intercambio aparentemente casual va al corazón de casi todo lo que ha creado Kureishi en sus cerca de tres décadas como dramaturgo, guionista, novelista y ensayista. Éste es, después de todo, el hombre que coeditó The Faber Book of Pop y cuyas películas y novelas -incluyendo Intimidad y El Buda de los suburbios - están llenas de sexo, drogas y rock´n roll. Pero éste también es el hombre que tuvo la visión para pasearse por las mezquitas inglesas a fines de los años 80 y a principios de los 90, el hombre para quien algo nacía ahí. Y de hecho así era. Su novela El álbum negro, situada en 1989 y llamada así por un disco de Prince, exploró el creciente descontento y radicalismo de algunos jóvenes musulmanes británicos. No mucha gente prestó atención cuando salió en 1995, pero diez años después, cuando un 7 de julio las bombas retumbaron en el centro de Londres, la conciencia colectiva empezó a ponerse al día.

El caso incluye a la monarquía. Esta primavera, Kureishi visitó el Palacio de Buckingham, donde la reina lo nombró comandante del Imperio Británico. Nada mal para un chico que creció mirando sitcoms en Bromley, un suburbio de clase media de Londres, hijo de un padre paquistaní y una madre inglesa en una época en que los matrimonios mixtos todavía eran raros. A Kureishi le encantó la distinción; él y sus tres hijos fueron al palacio vestidos de etiqueta y su esposa usó un espléndido sombrero de plumas. "¿Sabes qué dice en la medalla?", pregunta Kureishi. "Por Dios y el Imperio”. No puedes conseguir nada mejor que eso. Las únicas causas son las causas perdidas o las que no existen."

Con sus intensos ojos oscuros y el pelo gris, Kureishi siempre parece tomado por sorpresa, como si acabara de chocar con una ráfaga de aire helado. Más reservado que extrovertido, a menudo se resiste a responder algunas preguntas; lo que prefiere, en cambio, es evitarlas con oscuras y cómicas burlas a sí mismo.

La última novela de Kureishi, Algo que contarte, es su libro más ambicioso después de El álbum negro. Ambientado en Londres, se centra en Jamal, un psicoanalista anglo-paquistaní que se enfrenta a ciertas preguntas sin resolver sobre su pasado. En el camino, su mejor amigo, Henry, se interesa en la hermana de Jamal, Miriam, una insignificante traficante de drogas y distribuidora de videos porno, entre otros ítems. Todo el mundo se deja llevar por una ola de perversiones.

Durante nuestra conversación en un café de Sheperd´s Bush, Kureishi describe la novela como "una crítica de la noción de placer ilimitado", un reexamen de la revolución sexual. "¿Es esto lo que pensamos que seríamos en los años 60, cuando bailábamos con flores en el pelo y deseábamos una vida más erótica y más sexual?", dice, mientras bebe su té con pimienta. "Si la sociedad ya no te instala los valores, tu felicidad y tu placer dependen completamente de ti; tú tienes que trabajar y ganarte tus propios valores morales." Esto, apunta, tiene que ver con "una queja común de Occidente contra el islamismo radical: ¿Por qué tienen que seguir preguntándole a Dios? Bueno, es mucho más difícil crear tus propios valores morales que recibirlos impuestos por otra gente o por el sistema". Las cosas eran "miserables" antes de la revolución sexual, dice Kureishi, pero ahora "nos hemos movido de la represión a la no represión", que viene con sus propias dificultades. En la visión de Kureishi, el islamismo radical y la sexualidad radical intersectan. "Se producen una a la otra, de alguna forma", dice.

Su trabajo está lleno de padres inmigrantes que no se sienten completamente en casa, muy alejados de la India y el Pakistán de su juventud. A su vez, los hijos descubren que Inglaterra tampoco los acepta del todo. En muchos sentidos, la Inglaterra de Kureishi no está lejos de la de V. S. Naipaul. Pero a diferencia del decano de las letras británicas poscoloniales, que operaba dentro del modelo conradiano, marinando los personajes en sus propias ironías mientras permanecía apartado del ruido y los rankings musicales, Kureishi está más en la línea de Nick Hornby, un voraz consumidor de cultura pop. Él dice que creció leyendo a Balzac, Beckett y Kafka, pero también mirando comedias clásicas populares inglesas de los años 60 y 70, como un gran admirador de James Dean, Marlon Brando y los Beatles.

Cuando las películas y escritura de Kureishi aparecieron por primera vez, a mediados de los años 80, el mundo literario recién despertaba a la variedad étnica de Londres. En ese entonces, la literatura de Inglaterra era "una voz afectada, del Oeste de Londres, educada, que no captaba el panorama completo", señala Bill Buford, quien publicó a Kureishi cuando era editor de Granta.

Tras el éxito de El Buda de los suburbios y la intensidad de El álbum negro, su último libro no ha sido bien recibido. Por cierto, su vida familiar tampoco ha estado libre de complicaciones. Su novela de 1998, Intimidad , es el brutal recuento de un hombre a punto de dejar a su esposa y dos hijos pequeños por una bella mujer joven, como hizo el autor. Hoy, Kureishi vive con Monique Proudlove y su hijo Kier, de 10 años. Sachin y Carlo, sus gemelos de 14 años, producto de su anterior relación con la productora de cine Tracey Scoffield, a menudo están ahí.

Después de desayunar en el café, convenzo a Kureishi de que me deje ver su casa y estudio. Antes, él me había dicho que a "la señora" no le gustan los periodistas, pero al ver a Proudlove, una mujer de ojos verdes que nos recibe en la entrada, queda claro que es Kureishi el que protege su privacidad. En el living, dominado por un juego de tambores, impresiona la mezcla de libros en el estante: algunas novelas de Henry James, la biografía de Bertrand Russell escrita por Carolina Moorehead, Situaciones de Sartre junto a Entre creyentes de Naipaul, ambos al lado de Deseo sexual: una filosofía moral de lo erótico de Roger Scruton. Definitivamente, esos libros son guías en la tierra de Kureishi. El escritor trabaja en un amplio estudio arriba, sus paredes cubiertas con imágenes: una foto de un joven John Lennon, un póster de una pintura de William Blake, una pintura al estilo de Matisse de Monique. Hay muchos CDs en el escritorio -Prince, Jeff Buckley, la banda de sonido de Trainspotting - y algunas fotos de los hijos de Kureishi. Sobre el escritorio también noto una pequeña imagen en blanco y negro: un hombre de rodillas, su cara firmemente plantada entre las piernas de una mujer desnuda. Y es que los libros de Kureishi son extremadamente sexuales. Casi en cada página, hay alguien que da sexo oral o está siendo azotado o penetrado (o pensando en eso). En los años 70, Kureishi hasta escribió pornografía literaria bajo el seudónimo de Antonia French. Le pregunto por su interés en el tema. "Cuando yo era un muchacho y quería entrar en contacto con algo sexy o sucio, leía un libro", dice Kureishi. "¿Puedes imaginar a Harold Robbins, Henry Miller, el Marqués de Sade o D. H. Lawrence como apoyo sexual?". Hoy, la literatura pornográfica es un arte perdido, dice, pero las imágenes sucias están disponibles en todas partes. "La pregunta es: ¿Qué más necesita la gente para sentirse viva?".

Hay dos tipos de personas en el trabajo de Kureishi: los que corren detrás del sexo y los que huyen de él. Los buscadores de sexo, o al menos de placer, son los adolescentes suburbanos (y sus padres) en El Buda de los suburbios y los personajes de Ropa limpia, negocios sucios. Los que escapan del sexo son los conflictuados musulmanes jóvenes de El álbum negro y Mi hijo, el fanático. Kureishi empezó a trabajar en estas historias cuando el ayatolá Ruhollah Khomeini anunció la fatwa contra Rushdie, en 1989. En El álbum negro, algunos de los jóvenes musulmanes queman copias de Los versos satánicos . La fatwa marcó un punto de giro, un nuevo capítulo. Y Kureishi estaba alerta al drama intergeneracional. "Me sorprendió que la gente joven, criada en la Inglaterra secular, volviera a una forma de creencia que negaba los placeres de la sociedad en la que vivían", escribió en El mundo y la bomba.

Aunque Kureishi reconoce el sentimiento de impotencia y racismo que ha empujado a muchos jóvenes británicos musulmanes hacia el radicalismo, él es intolerante con esa intolerancia. "La alternativa al puritanismo no es el desenfreno, sino el reconocimiento de lo que sucede dentro de los seres humanos", escribió. Y añade: "El fundamentalismo es una dictadura de la mente, mientras que una cultura viva es una exploración y representa nuestra interminable curiosidad sobre nuestra propia extrañeza: la sabiduría es más importante que la doctrina; la duda es más importante que la certeza. El fundamentalismo implica la falla de nuestro más significativo atributo, nuestra imaginación".

Ahora Kureishi trabaja en dos guiones, uno situado en Polonia y Londres, el otro en París. Francia, como el resto de Europa, "pasa por una gran crisis de identidad, raza, religión, porque sus identidades han sido destruidas por la inmigración". Después, apunta, hay que rehacer la sociedad, y "esa reconstrucción es la que Europa experimenta ahora. Pero es realmente complicado tener tu identidad desarmada y volver a armarla".

Los efectos de la transformación todavía están en curso. En Londres, Kureishi y yo caminamos alrededor del mercado de Sheperd´s Bush, donde tiendas tradicionales están siendo reemplazadas por carniceros africanos que venden colas de cerdo, tripas y batatas. En un puesto, Kureishi ordenó un falafel para llevar a su casa de almuerzo, "con salsa extrapicante, jefe". Le pregunto sobre los bombardeos del 7 de julio de 2005, los que mataron a 52 personas e hirieron a más de 700 en el sistema de transporte de Londres. "Todo el mundo esperaba que ocurriera", dice.

Las bombas aparecen en Algo que contarte, donde ellas tocan a todos los personajes y matan a algunos de ellos. La novela, con sus protagonistas en plena lucha contra la edad, junta todo el repertorio de Kureishi: padres e hijos, psicoanálisis, sexo extravagante, drogas y radicalismo islámico, un cocktail de humor agudo y sardónicas observaciones culturales. Pero sobre todo, Algo que contarte es una sucia canción de amor a Londres y a todo lo que Londres significa. Todo lo que los bombardeos de aquel 7 de julio trataban de destruir.

© The New York Times

1 comentario:

Julia dijo...

Muy bueno el Blog,felicitaciones... y muchas gracias por el dato de Villoro. Cariños