Este genial artículo firmado por Claudio Magris (foto), publicado por El Malpensante bajo el título Literatura y veneno, no tiene desperdicio al hacer acopio de una dilatada tradición de celos, envidias, chismes y pataletas firmadas por escritores contra otros escritores, y revela con precisión algunas particularidades en cuanto a sus motivos y orígenes.
Magris precisa que “una gran obra clásica y armoniosa puede poner en crisis al autor de una gran obra fragmentaria y desacralizante, poner en duda su legitimidad e impulsarlo por lo tanto a rechazar de un modo sectario ese clasicismo, del mismo modo que puede suceder lo inverso. En un caso así, el juicio sale desequilibrado, pero al ser unilateral se entiende que proviene de un sufrimiento, de la necesidad de proteger una exigencia creativa, lo que no justifica ese juicio, pero lo explica y le confiere cierta dignidad humana. Conrad o Hamsun se equivocan, por supuesto, al condenar a Dostoievski y a Ibsen, pero uno entiende por qué sentían la necesidad de hacerlo.”
No obstante, y así lo advierte el autor italiano: “Más a menudo, sin embargo, estas diatribas endogámicas, que no se salen del mismo gremio, desnudan un origen menos noble: un narcisismo exasperado, una pretensión de ser el único dios creador al que hay que adorar, y una penosa inseguridad, que percibe todo homenaje ofrecido a otro como un hurto y un atentado contra la propia necesidad de ser amado y aceptado”.
Magris precisa que “una gran obra clásica y armoniosa puede poner en crisis al autor de una gran obra fragmentaria y desacralizante, poner en duda su legitimidad e impulsarlo por lo tanto a rechazar de un modo sectario ese clasicismo, del mismo modo que puede suceder lo inverso. En un caso así, el juicio sale desequilibrado, pero al ser unilateral se entiende que proviene de un sufrimiento, de la necesidad de proteger una exigencia creativa, lo que no justifica ese juicio, pero lo explica y le confiere cierta dignidad humana. Conrad o Hamsun se equivocan, por supuesto, al condenar a Dostoievski y a Ibsen, pero uno entiende por qué sentían la necesidad de hacerlo.”
No obstante, y así lo advierte el autor italiano: “Más a menudo, sin embargo, estas diatribas endogámicas, que no se salen del mismo gremio, desnudan un origen menos noble: un narcisismo exasperado, una pretensión de ser el único dios creador al que hay que adorar, y una penosa inseguridad, que percibe todo homenaje ofrecido a otro como un hurto y un atentado contra la propia necesidad de ser amado y aceptado”.
P. D. La nota se refiere a diatribas literarias, lo cual desvirtúa cualquier alusión posible a escaramuzas vernáculas en razón de seudopoéticas diferencias numismáticas.
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