domingo, diciembre 10, 2006

El discurso de Orhan Pamuk


En el tradicional discurso al aceptar el Nobel de Literatura, el escritor turco Orhan Pamuk construyó una reflexión sobre diversos aspectos, como la condición del escritor, sus miedos, su tarea y el proceso creativo. Narrador inveterado, Pamuk elaboró su “relato” basado en un objeto: la maleta llena de manuscritos que su padre le dio dos años antes de morir. A partir de ese pre-texto, Pamuk fabricó una encendida defensa del valor y el papel de la escritura, muy alejado del duro alegato político que Harold Pinter suscribió el año pasado. Pamuk bautizó su discurso con el nombre del objeto en cuestión: “La maleta de mi padre”, 'Babamin bavulu' en turco, idioma en que leyó el texto el autor, que a diferencia de Pinter en el 2005, y la austríaca Elfriede Jelinek, ganadora en 2004, sí acudió a Estocolmo.

A partir de sus propias dudas sobre si abrir o no la maleta y sus miedos ante lo que puede encontrar dentro, Pamuk deshoja ideas y descifra preguntas, a la vez que analiza la relación con su progenitor, un escritor frustrado con una amplia cultura, y con su propio país. Y a través de esa propuesta, el autor turco expresa su definición de la literatura, entendida como "lo que una persona crea cuando se encierra en una habitación, se sienta junto a una mesa y se retira en una esquina para expresar sus sentimientos". Pamuk entiende que el escritor es alguien que dedica su vida a descubrir el otro ser que habita en su interior y trata de traducirlo en palabras para crear otro nuevo mundo y otro nuevo ser, "del mismo modo que alguien construye un puente piedra a piedra". A la par, aprovecha para saldar una deuda con Michel de Montaigne, a quien ve como el precursor de esta forma de entender la escritura, tras aclarar que fue su padre quien le reveló la obra del escritor francés.

En la parte medular del discurso, Pamuk enfatiza que más que en la inspiración, "que nunca se sabe de dónde viene", el secreto del autor descansa en su "obstinación, su paciencia", como el miniaturista persa de su novela Me llamo Rojo, que ha dibujado el mismo caballo con la misma pasión toda su vida. También, Pamuk nos descubre su verdad: escribe por "necesidad innata", por no conocer otra forma de ganarse la vida, por enfado contra el mundo, por pasión, por hábito, por la gloria y para ser feliz, entre otras razones.

Tampoco descarta una visión sinfrónica, al advertir que “los escritores no estamos solos, sino en compañía de las palabras de aquellos que vinieron antes, de las historias de otras gentes, de los libros de otras gentes", lo que nos mueve a "contar las historias propias como si fueran las de otros, y contar las historias de otros como si fueran propias".

Algo de esta convicción se encuentra en su relación íntima y contradictoria con Estambul, su ciudad natal, que es ahora el centro de su mundo, porque los últimos 33 años ha narrado sus calles, gentes, días y noches, de modo que "este mundo que he hecho con mis manos, que sólo existe en mi cabeza, es más real que la ciudad en la que vivo".

Y para quienes desean leer el texto completo, los remito a su versión en inglés (formato pdf), ya que los amigos de Estocolmo se niegan a colocar la traducción al español (de hecho, quizás la RAE debiera elevar su queja ante el Comité Nobel por esta flagrante discriminación).

1 comentario:

Marta Susana Prieto dijo...

Mario, qué estimulantes palabras las de Pamuk, para los que pasamos horas en la carpintería de lo literario, a veces, preguntándonos por qué. Apenas estoy leyendo "Nieve" y desde el comienzo se da uno cuenta lo bien merecido que tiene su Nóbel. Gracias por el blog, siga adelante!
Marta Susana.