Acabo de leer que, por fin, Rigo Paredes aceptó el Premio Nacional de Literatura. Y digo "aceptó" porque al poeta Paredes se lo han ofrecido en más de una ocasión, y lo rechazó en cada una de esas ocasiones, no sin antes sugerir que se le otorgara a tal o cual poeta mayor, y amigo, injustamente olvidado o relegado. Y así se le hizo justicia a Castelar y a otros.
Y es que Rigo, salvo contadas excepciones, siempre ha tenido la suerte de que se le reconozcan sus incuestionables méritos y, además, ha contado entre sus huestes con varios amigos poderosos, bien ubicados en la esfera burocrática (y es que vivir en la culta capital tiene sus ventajas); aunque también hay que aclarar (por aquello de las cochinas dudas) que el poeta Paredes no ha practicado la adulación ni la lambisconería, como si han hecho otros que a veces se sientan a su siniestra en ese olimpo vernáculo llamado Paradiso. Tiene enemigos, claro está, como cualquier escritor que se precie de serlo, algunos gratuitos y otros menos, pero se mantienen alejados y a la sombra, quizás conscientes de que el poeta triniteco les saca dos o más cabezas de ventaja (físicas y mentales, en la mayoría de los casos).
Pero, resumiendo porque aquí la brevedad cuenta, quiero concluir reiterando que me alegra que por fin Rigo haya aceptado el premio, lo que le otorga dignidad a nuestra maltratada palabra literaria y aleja, al menos por 365 días más, la amenaza de que se le adjudique a alguno de los mentecatos que desde hace varios años cabildean y sonsacan y adulan a cuanto funcionario o periodista encuentran a su paso en su desesperada e indigna carrera por conseguir el "Ramón Rosa".
Y es que Rigo, salvo contadas excepciones, siempre ha tenido la suerte de que se le reconozcan sus incuestionables méritos y, además, ha contado entre sus huestes con varios amigos poderosos, bien ubicados en la esfera burocrática (y es que vivir en la culta capital tiene sus ventajas); aunque también hay que aclarar (por aquello de las cochinas dudas) que el poeta Paredes no ha practicado la adulación ni la lambisconería, como si han hecho otros que a veces se sientan a su siniestra en ese olimpo vernáculo llamado Paradiso. Tiene enemigos, claro está, como cualquier escritor que se precie de serlo, algunos gratuitos y otros menos, pero se mantienen alejados y a la sombra, quizás conscientes de que el poeta triniteco les saca dos o más cabezas de ventaja (físicas y mentales, en la mayoría de los casos).
Pero, resumiendo porque aquí la brevedad cuenta, quiero concluir reiterando que me alegra que por fin Rigo haya aceptado el premio, lo que le otorga dignidad a nuestra maltratada palabra literaria y aleja, al menos por 365 días más, la amenaza de que se le adjudique a alguno de los mentecatos que desde hace varios años cabildean y sonsacan y adulan a cuanto funcionario o periodista encuentran a su paso en su desesperada e indigna carrera por conseguir el "Ramón Rosa".
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