viernes, abril 24, 2009

El Quijote y la lectura


Lectora inveterada del Quijote, Sara Rolla nos regala este ensayo acerca de la autorreflexión sobre la obra y la reivindicación de la lectura como "un factor vital en el proceso de creación generado por el texto". La académica, en un lúcido ejercicio de literatura comparada, enlaza al Quijote con Piglia, Borges y Vila-Matas, advirtiendo la manera en que la literatura se nutre de sí misma, "en brillante autofagia", que reivindica como "manifestación central de la genialidad de Cervantes". Estaba previsto que este texto fuera leído por su autora en el acto central de la celebración de la Semana de la Carrera de Letras de la UNAH-VS, pero la toma de las instalaciones universitarias impidió que se realizara este evento.

La lectura como tema central del Quijote
Sara Rolla

El Quijote anticipa genialmente un tema literario de gran actualidad: la autorreflexión sobre la obra. Es decir, el hecho de instalar, en el ámbito de la ficción, a la literatura misma. En ese marco, reivindica el papel de la lectura como un factor vital en el proceso de creación generado por el texto. Recordemos que, precisamente, la lectura es la causa de la locura de Don Quijote. Pero ya desde antes de dar inicio a la trama, en el prólogo a la primera parte, Cervantes se ocupa del lector. La invocación con que empieza, “Desocupado lector”, muestra dos características nucleares de la obra: el papel central que en la misma tiene el hecho de leer y el tono desmitificador y humorístico que marcará fuertemente el texto. Inclusive, Cervantes hace en este prólogo una clasificación de los tipos de lector y de las correspondientes reacciones que espera de cada uno. Debemos enfatizar que, en realidad, se trata de un anti-prólogo, o, más bien, de un metaprólogo, donde fustiga con habilidoso sarcasmo la petulancia y el burdo alarde de erudición de los preámbulos que abundaban en su ambiente. Para eso, imagina estar él, como autor, dudoso sobre cómo encarar el prólogo y crea un personaje amigo suyo que le da consejos para resolver esa situación.

Y ese amigo le dice, entre otras cosas:

Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla. (M. de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Edit. Alfaguara, 2004, p.14).


El lector como figura determinante ya desde el prólogo. Luego, en el relato propiamente dicho, nos enteramos de que la lectura es el origen de la locura del protagonista. Y en todo el desarrollo de la obra, seguirá teniendo un papel central. Recordemos, al respecto, el escrutinio de los libros de Don Quijote por parte del cura y el barbero: un ejercicio de crítica literaria cuando aún no existía el género. Y pensemos en los numerosos pasajes de la obra en que se habla de libros. Inclusive en las ventas se lee: en una de ellas, se da lectura a la novela del Curioso Impertinente. Y se menciona que también la gente iletrada se reúne en las ventas para escuchar la lectura de novelas caballerescas. Son innumerables los pasajes del texto que nos remiten a las lecturas de Cervantes, entre las que se incluye el propio falso continuador de la novela, Alonso Fernández de Avellaneda.


El Quijote es una ficción que se alimenta de la ficción misma: ese es el maravilloso juego de espejos en que se basa el texto. En la segunda parte, los personajes hablan del propio libro en que están inmersos: aparece un lector calificado, Sansón Carrasco, que ha leído la primera parte y les cuenta a Don Quijote y Sancho las repercusiones que la obra ha tenido en el público lector. Los personajes se ven a sí mismos como tales. Algo totalmente novedoso y genial para aquella época.


Grandes escritores contemporáneos han reflexionado sobre este papel central de la lectura en el Quijote. Carlos Fuentes, en su exquisito ensayo Cervantes o la crítica de la lectura (México, Joaquín Mortiz, 1983), señala que éste es “el primer novelista que radica la crítica de la creación dentro de las páginas de su propia creación, Don Quijote. Y esta crítica de la creación es una crítica del acto mismo de la lectura.” (p. 33).


Por su parte, Ricardo Piglia, en El último lector, coloca a Cervantes en el centro de sus especulaciones sobre el tema de la lectura como una actividad que le da sentido a la existencia misma, configurándola de algún modo.


La lectura privilegiada que Piglia hace del Quijote -profunda, sutil, inteligente- tiene momentos como éste: recuerda la parte en que Cervantes aparece como personaje de la novela, en el capítulo 9 de la primera parte, buscando el texto que le permita continuar la historia del hidalgo enajenado. Y destaca la frase que acentúa el carácter de lector compulsivo que tenía Cervantes: “…y como yo soy aficionado a leer aunque sean los papeles rotos de las calles….”


Al respecto, señala el autor argentino:


"Podríamos ver allí la condición material del lector moderno: vive en un mundo de signos; está rodeado de palabras impresas (que, en el caso de Cervantes, la imprenta ha empezado a difundir poco tiempo antes)…." (Ricardo Piglia, El último lector. Barcelona, Anagrama, 2005, p. 20).


Y agrega esta reflexión general:


"El lector adicto, el que no puede dejar de leer, y el lector insomne, el que está siempre despierto, son representaciones extremas de lo que significa leer un texto, personificaciones narrativas de la compleja presencia del lector en la literatura. Los llamaría lectores puros; para ellos la lectura no es sólo una práctica, sino una forma de vida. (…)".


"Se trata siempre del relato de una excepción, de un caso límite. En la literatura el que lee está lejos de ser una figura normalizada y pacífica (de lo contrario no se narraría); aparece más bien como un lector extremo, siempre apasionado y compulsivo". (Ibid., p. 21).


Al final del libro, Piglia esclarece plenamente la relación de su título con Cervantes:


"En toda la novela nunca vemos a don Quijote leer libros de caballería (salvo en la breve y maravillosa escena en la que hojea el falso Quijote de Avellaneda donde se cuentan las aventuras que él nunca ha vivido. II, 59). Ya ha leído todo y vive lo que ha leído y en un punto se ha convertido en el último lector del género. Hay un anacronismo esencial en don Quijote que define su modo de leer. Y a la vez su vida surge de la distorsión de esa lectura. Es el que llega tarde, el último caballero andante". (Ibid., p. 189).


La literatura nutriéndose de sí misma, en brillante autofagia: es una manifestación central de la genialidad de Cervantes (como sucede, obsesivamente, en Borges y Vila-Matas, dos ejemplos contemporáneos que muestran la misma tendencia dentro de las letras hispánicas).


No es una acción meramente convencional y reiterativa la de rendir, en estas fechas, homenaje a Cervantes (desde luego, habiéndolo leído bien). Es un acto de devoción muy merecida, de entera justicia.


San Pedro Sula, 22 de abril de 2009

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