martes, abril 14, 2009

Bicentenario de E. A. Poe


Una de las efemérides más esperadas de este año es el bicentenario del nacimiento de Edgar Allan Poe, cuya obra singular ha marcado las vidas de millones de lectores que han disfrutado de sus múltiples facetas: autor de ficciones llenas de misterio, creador del relato policial y poeta sinuoso y enigmático. Y a la calidad incuestionable de su obra debemos sumar el atractivo morboso motivado por su etiqueta de “escritor maldito”, atrapado en una espiral de drogas y alcohol que le condujo a una muerte tan misteriosa como sus escritos: las hipótesis abarcan desde el alcohol hasta una enfermedad cardiaca, la rabia o la sífilis. Tampoco se descarta que muriera vapuleado por unos matones. Enigmas e interrogantes sin respuesta, al más puro estilo Poe, como concluye Fran Casillas en esta nota publicada por el diario El Mundo.


El afamado desconocido
Fran Casillas

Maestro del misterio y la fantasía, Edgar Allan Poe no se conformó con revestir de tinieblas sus sublimes poemas y relatos. El pasado 19 de enero se cumplieron 200 años de su nacimiento, y las sombras todavía pueblan su biografía, cargada de datos controvertidos y dosis generosas de leyenda negra. Poe manipuló minuciosamente su imagen pública para favorecer la venta de sus cuentos. Asentando verdades que no resisten la tentación de la sospecha, fue él mismo quien construyó el lecho de arenas movedizas que sostiene su distorsionada historia vital.

Las investigaciones más aplaudidas señalan que Poe nació en Boston el 19 de enero de 1809. Sus padres, actores de teatro itinerantes, morirían casi simultáneamente apenas dos años más tarde, a pesar de que llevaban meses separados. Al quedar huérfano, el pequeño Edgar fue acogido por un rico comerciante de tabaco de Richmond, Virginia. Su nombre era John Allan, quien cedió al escritor su primer apellido pero jamás llegó a adoptarlo legalmente.

Y es que Poe no era un joven dócil. En su estancia en la Universidad de Virginia mostró más amor por el alcohol y el juego que por los libros. John Allan se negó a hacerse cargo de sus crecientes deudas y la relación entre ambos se envenenó. Además, quedó al descubierto la escasa solvencia económica del escritor. Ese fue el argumento esgrimido por el padre de Sarah Elmira Royster, amor de juventud de Poe, para prohibirle a su hija contraer matrimonio con él. Rechazado y acuciado por las deudas, Poe abandonó los estudios y se enroló en el Ejército.

El fallecimiento de Frances, la esposa de John Allan, propiciaría un acercamiento con Poe. Pero la reconciliación fue efímera. Harto de la rutina militar, el autor se rebeló contra la disciplina de West Point, negándose a asistir a clase y a misa. Tras ser juzgado por un tribunal castrense, se le expulsó del Ejército. Fue la gota que colmó el vaso. John Allan nunca le perdonó semejante deshonra y lo excluyó de su jugoso testamento.

El revés fue mayúsculo para un Poe que padecía problemas crónicos de dinero. Al fin y al cabo, él fue el primer autor reconocido que trató de vivir exclusivamente de la literatura. Subsistió precariamente, enlazando trabajos como crítico literario y editor en distintos diarios de Baltimore, Philadelphia, Nueva York... Nuevamente en Richmond, Poe asumió el cargo de editor en 'Southern Literary Messenger', y en 1836 contrajo matrimonio con Virginia Clemm, su prima carnal. Ella contaba sólo 13 años; él, 27.

Quizá ese desafío a la moral de la época gafara la trayectoria posterior de Poe, aunque la raíz de sus problemas se halla más probablemente en el alcohol. El abuso de la bebida le costó su puesto de trabajo y afiló su mito de escritor atormentado, de literato que destila virtuosismo en el papel mientras el infierno se desata a su alrededor.

Y es que Virginia enfermó de tuberculosis. Se dice que estaba cantando al piano cuando empezó a sangrar por la boca. Era el escabroso prólogo a una larga y penosa enfermedad, cruelmente trufada de engañosas mejorías. Poe asistía desesperado al declive de su mujer, pero fue su propia indiscreción la que asestó la herida definitiva. Porque la adversidad estimula el genio, Poe había firmado en aquellos años algunas de sus obras más prestigiosas. 'El cuervo' le había colocado en la cima, y logró despertar el interés, intelectual y sensual, de la escritora Frances Sargent Osgood. Profundamente afectada por los rumores de infidelidad, Virginia exhaló su último aliento en 1847.

La muerte de su esposa sumió a Poe en una espiral autodestructiva, sumergido en alcohol y en brumas de insuperable literatura, tan terrorífica como sobrecogedora. Era el principio del fin para un Poe cuyo corazón albergaba aun así un resquicio para el amor. Se reencontró con su novia de la adolescencia, Elmira, y se presume que llegaron a prometerse. Pero la muerte segó cualquier plan de boda.

Poe falleció en Baltimore el 7 de octubre de 1849. Se desconoce la causa de su muerte, y las hipótesis abarcan desde el alcohol hasta una enfermedad cardiaca, la rabia o la sífilis. Tampoco se descarta que muriera vapuleado por unos matones. Enigmas e interrogantes sin respuesta, al más puro estilo Poe.

Y su propia tumba guarda todavía más intrigas y secretos. Cada 19 de enero, desde mediados del siglo pasado, el sepulcro del escritor amanece engalanado con tres rosas y una botella medio vacía de coñac, colocadas por un sujeto anónimo bautizado como 'Poe Toaster' (el que brinda por Poe). Admiradores, detractores y curiosos se preguntan quién es este misterioso personaje. En verdad, deberían cuestionarse quién diablos era realmente Edgar Allan Poe.

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