Mostrando entradas con la etiqueta honduras. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta honduras. Mostrar todas las entradas

miércoles, febrero 29, 2012

El gremio nacional de pendejos literarios




Tras un par de meses de silencio blogosférico, me encontré con esta entrada de “Vano oficio”, en la que Iván Thays reflexiona sobre la tolerancia y la pluralidad, sobre la pretendida unidad de los llamados “gremios literarios” y sobre la peregrina estupidez implícita en tal entelequia. De inmediato vinieron a mi mente las imágenes de tres o cuatro pendejos nacionales que han enarbolado idéntica bandera, empecinados en conformar un gremio homogéneo, donde sus miembros se reparten ayudas, elogios y abrazos, en fin, parafraseando a Thays: una especie de cooperativa literaria empujando el carro de la literatura hondureña. Aunque podríamos enumerar más semejanzas, lo más recomendable es leer el post completo y reflexionar sobre sus conclusiones, advertidos de que cualquier parecido con autores y gremios nacionales no es pura coincidencia.

Contra la tolerancia
Hay palabras que parecen correctas en ciertos contextos pero que, cuando uno las analiza, se da cuenta de que resultan equívocas. La palabra “tolerancia”, por ejemplo. “Tolerancia” significa aceptar la diferencias, asumir que otras personas pueden pensar o actuar bajo reglas distintas a las de uno, que suelen ser las reglas de la mayoría, y tolerar esa opinión. Pero esa palabra oculta un concepto esencial: tarde o temprano todos nos daremos cuenta de que nosotros somos, en realidad, ese “otro”. Es decir, no es a mí a quien corresponde tolerar a los demás, dando por hecho que mi idea es la correcta, sino asumir que mi opinión, mi estética o mi gusto es solo uno dentro un abanico de posibilidades; uno más en medio del océano de distintas opiniones y posturas de valor equivalente. No se trata, pues, de tolerancia, sino de pluralidad.
Hace unas semanas, un par de escritores peruanos pusieron sobre el tapete la idea de que el gremio de los escritores (se referían al Perú, pero sin duda puede extenderse a todo el mundo y a distintas épocas) está desunido, es mezquino y gusta de meter cabe o ningunear al otro. El “gremio machetero”, lo calificó uno, refiriéndose a los machetazos que reciben unos escritores de parte de los otros. Ambos proponían que, por el bien de la literatura nacional, los escritores deberían conformar un gremio mucho más homogéneo, que se auxiliase entre ellos, que se repartieran elogios y abrazos, una especie de cooperativa literaria empujando el carro de la literatura peruana hacia la misma dirección (es decir, el éxito en el exterior), sin discordia, sin “machete”, sin oposición.
¿Se han preguntado qué ocurriría en ese escenario ideal? El gremio literario (que implica no solo a los escritores sino también a los editores, la crítica, los agentes y los libreros) se apoyaría mutuamente y se anularía la voz discordante, por considerarla antigremial. Una vez fortalecidos como gremio y enrumbados hacia una patriótica dirección única, por impulso natural terminaría apareciendo un autor (el más emprendedor, el más carismático, el más vendedor o quizá, con suerte, el que tuviese más talento) que se alzaría sobre los demás como la voz canónica que representa al gremio. En ausencia de cualquier voz crítica o disidente, ese autor pasaría a ser un “intocable” para beneficio económico de sí mismo, de sus editores, del agente que lo representa y las librerías que lo venden y, por supuesto, de los medios de comunicación que lo solventan y se enriquecen poniéndolo en todas sus carátulas e imprimiendo todas sus notas de prensa. El resto de autores y críticos ocuparían la posición de agradecida comparsa, avanzando a pasos pequeños pero seguros bajo la sombra de ese autor canónico o, quién sabe, esperando ocupar su lugar si es posible.
¿De qué estamos hablando? ¿De una pesadilla de Orwell?
A diferencia de esos autores, creo que un gremio literario que trata al compañero con condescendencia, que se autocensura, que alaba o calla para no quedar mal o para evitar ser acusado de aguafiestas o envidioso, está condenado a crear una literatura mediocre y complaciente. Una literatura que celebra triunfos inventados, que diseña cánones literarios dictatoriales y que tolera con generosidad, aunque siempre con el rabillo del ojo, al autor “raro” que no está en ese canon porque ha dejado de ser dañino. Es decir, el horror.
Si hay algo que lamentar, en todo caso, en la literatura peruana actual no es la ausencia de ese gremio unido, sino la falta de crítica literaria seria, responsable, formada académicamente, que pueda interpretar, valorar y juzgar las obras. Una crítica creativa, dinámica, capaz de entender la diversidad y que sepa retratar el complejo tramado que implica una literatura diversa, plural, anticanónica. Una crítica que puede ser inquietante o polémica, pero siempre basada en argumentos y no en prejuicios, que se gane el respeto de los lectores y haga entender a los autores que una opinión negativa no es un insulto ni un intento de dividir al gremio, sino, al contrario, una muestra de interés y respeto por la obra literaria.
¿Quiénes saldrían ganando si existiese un gremio literario unido como un puño? En primer lugar, los escritores que lo conforman y las instancias que los apoyan para beneficiarse económicamente. ¿Quiénes saldrían ganando, por otra parte, con la existencia de voces discordantes, en discusión permanente? Los lectores y los futuros escritores, que habrán nacido no bajo el signo único del Debe-Ser-De-Nuestra-Literatura sino en el de la pluralidad que reemplaza, por obsoleta, a la tolerancia.
Partamos desde el comienzo: quizá el error no esté en considerar al gremio literario como un grupo de barras bravas que andan con machetes en las esquinas para coger a machetazos al contrario, ni como un grupo de gentiles y amistosos compañeros dispuestos a cooperar por el bienestar general; el error es, simplemente, considerar a los escritores como parte de un “gremio”. Dejémonos de gremios. Se trata de individuos, escritores y críticos literarios, que hacen lo suyo como quieren y pueden, como les sale de las entrañas, y desde el momento que publican sus ficciones, o sus reseñas, son susceptibles a la crítica e incluso al ataque abyecto (pero es de personas maduras saber poner cada cosa en su lugar).
“Lo raro es ser un escritor raro” dice Mario Bellatin. Una frase absolutamente cierta. Bajo las equívocas reglas de la tolerancia, los cánones nacionales y los gremios literarios es que existen los llamados escritores “raros”. En la pluralidad, en cambio, todos los escritores son raros y, simultáneamente, protagonistas de su propio y luminoso canon individual.

jueves, septiembre 01, 2011

Trabajadores de la cultura se manifiestan contra ejecuciones en el Bajo Aguán


Sobre las ejecuciones de campesinos y líderes populares en el Bajo Aguán y el acelerado deterioro de la situación de los derechos humanos en Honduras

“Este es el momento en que callar es un crimen”

Froylán Turcios

“Quien mira cometer un crimen y lo calla, lo comete”

José Martí

“Guardar silencio es compartir el crimen”

José Adán Castelar


 
A la comunidad nacional, al gobierno de la república y a la comunidad internacional:
Los regímenes surgidos después del golpe de Estado de junio de 2009, ungidos por el gobierno norteamericano, por la camarilla empresarial que ha saqueado el país y por las iglesias fundamentalistas, han reeditado la represión que, en la década del ochenta, sumió a Honduras en el dolor.
Si ayer un militarismo fanático, fascista y brutal entrenó y formó grupos de asesinos para que secuestraran, mataran y desaparecieran selectiva y clandestinamente a dirigentes populares y políticos, hoy, ese militarismo que por muchos años se mantuvo larvado, reeditado quizás ahora con mejor equipo y mayores entusiasmos antipopulares, ha vuelto a la luz para emprender tareas de exterminio en el lugar que les señalen.
En el campo y la ciudad, en las manifestaciones de ciudadanos indignados por la crisis y el golpe, en los desfiles de estudiantes y maestros, allí donde haya una protesta de gente libre, se hace presente el aparato de muerte con las tanquetas, los fusiles, las bombas, las pistolas bajo el falaz argumento de que -sometidos al imperio del orden dominante y el silencio fraguados por las armas- florecen el progreso, la democracia y la convivencia.
Justo cuando se suponía que tenía que mejorar esa situación, a raíz del Acuerdo de Cartagena y cuando los presidentes de Honduras y Colombia declaran que se está cumpliendo con el compromiso de respeto a los derechos humanos, los hechos sangrientos de los últimos días revelan una involución, especialmente porque se ha criminalizado al movimiento campesino señalando la existencia de vínculos con fuerzas guerrilleras entrenadas y financiadas por gobiernos extranjeros y con narcotraficantes cuyos socios son otros.
Si la situación es grave en todo el país, en el agro y especialmente en la región del Bajo Aguán, es insostenible. El cómputo de los muertos ya sobrepasa al medio centenar.
El envío de contingentes militares regulares pretende desviar o desdibujar la responsabilidad de las Fuerzas Armadas en la presencia de escuadrones de asesinos y en la protección a elementos represivos de índole particular que campean en la región y los cuales se conocen por su vocación provocadora y homicida. Asimismo, la forma cómo se está manejando el problema permite deducir que lo que se busca es agotar la capacidad de lucha de los campesinos para imponer una solución mediatizada que privilegie los intereses de grandes empresarios del agro en la zona.
Pero la ceguera del gobierno, sus compromisos con la gran empresa y su desconocimiento de las leyes sociales les impide ver que, en la lucha campesina, no habrá agotamiento y que, de no encontrarse pronto una solución justa y democrática a la problemática agraria, la región del Aguán puede convertirse en la puerta de entrada para acciones de mayor envergadura en donde estaría comprometido todo el futuro del país.
Se ha llegado a  una etapa clave en la escalada violenta; un momento dramático y sangriento que nos obliga, a los firmantes académicos e intelectuales, artistas y creadores de las más diversas filiaciones, a denunciar el comportamiento vil de las fuerzas que pretenden resolver los conflictos estructurales latentes de nuestra sociedad por la vía del crimen político, del asesinato a sangre fría y la intimidación de las organizaciones.
Nos escandaliza, también, que, pese a la evidencia, la generalidad del sistema mediático, identificado con el golpe de estado y que repite las líneas de la propaganda oficialista, desestima los síntomas de degradación social y política y continúa fingiendo que aquí no pasa nada. Así, los feminicidios se imputan, como dice la policía, al perfil de las víctimas; se afirma que los crímenes contra los líderes populares son producto de la delincuencia común; se vinculan al narcotráfico o son el resultado de riñas intestinas. Se ha llegado, incluso, al extremo de minusvalorar o tergiversar el asesinato de un estudiante adolescente que participaba en una manifestación pacífica en el portón de su escuela.
Los crímenes permanecen en perfecta impunidad y se reproducen cada vez con mayor saña y crueldad, en el marco de una estrategia para infundir el miedo, castrar el ánimo batallador de nuestro pueblo y matar su esperanza.
Entendemos la importancia de la agroindustria y de la seguridad jurídica, que solo puede establecerse sobre una ley consensuada. No pretendemos dictar líneas de política, sino llamar la atención sobre el salvajismo con el cual se pretende sofocar las justas demandas sociales. La violencia incontrolable supone un Estado incapaz de mantener el orden y garantizar la convivencia, atributos sine qua non de la soberanía y la legitimidad.
Por lo anterior, los abajo firmantes, urgimos a la comunidad internacional y nacional a pronunciarse contra el desangramiento permanente que ocurre en el Bajo Aguán. Cada vida segada en aras de satisfacer los intereses de la oligarquía nacional y de sus vínculos transnacionales económicos y políticos, es un crimen más de lesa humanidad que aleja la posibilidad de reconstruir la convivencia.

Rodolfo Pastor Fasquelle, historiador; Darío A. Euraque, historiador; Teresa de Maria Campos, antropóloga y artista; Helen Umaña, escritora; Isadora Paz, socióloga y artista de la danza; Aníbal Delgado Fiallos, sociólogo; Mario Gallardo, escritor; Rafael Murillo Selva, dramaturgo y director teatral; Mario Ardón Mejía, antropólogo; Adrienne Pine, antropóloga; Armando García, escritor y fotógrafo; Geraldina Tercero, antropóloga; Roberto Quesada, escritor; Lucy Pagoada, profesora universitaria; Manuel de Jesús Pineda, escritor; Roxana Pastor Fasquelle, educadora; Guillermo Mejía, periodista; Eduardo Bähr, escritor; Suyapa Portillo, historiadora; José Antonio Fúnes, escritor; Dana Frank, historiadora; Julio Escoto, escritor, Patricia Murillo, periodista; Gustavo Larach, historiador; María de los Ángeles Mendoza, historiadora; Allan Fajardo, sociólogo; Anarella Vélez, historiadora; Emilio Guerrero, escritor; Jorge Martínez, escritor; Sergio Raúl Rodríguez, músico; Víctor Manuel Ramos, escritor; Gustavo Zelaya, filósofo e historiador; Rosa María Messén Ghidinelli, socióloga; Jorge Amaya Banegas, historiador; Daniel Reichman, antropólogo; Oscar Puerto Posas, economista; Russell Sheptak, historiador; Rosemary Joyce, antropóloga; Mauricio de Maria Campos, economista y diplomático; Candelario Reyes, teatrista y gestor cultural;, Iris Mencía, poeta y periodista; Joaquín Portillo, historiador; Rebeca Becerra, escritora, Isbela Orellana, socióloga; Omar Pinto, artista; Edgar Soriano, historiador; Thomas Conteris, periodista; Tito Estrada, dramaturgo;  Natalie Roque, historiadora; César Lazo, periodista y escritor; Fabricio Estrada, poeta; Ricardo Salgado, politólogo; Soledad Altamirano, poeta; Rodolfo Pastor Campos, politólogo y diplomático; Lety Elvir, escritora.
Honduras, 1 de Septiembre 2011

English version
On the murders of campesinos and popular leaders in the Bajo Aguán region and the accelerated deterioration of human rights in Honduras

This is the moment in which silence becomes a crime.
Froylán Turcios

He who witnesses a crime and remains silent, commits it. 
José Martí

To remain silent is to share in the crime.
José Adán Castelar


To the national community, the government of the Republic and the international community:
The regimes that arose from the June 2009 Coup d'État, annointed the the U.S. government, the business lobby that has ransacked the country and fundamentalist churches, have brought about a resurgence of the repression that in the decade of the 1980s, plunged Honduras into suffering.
If yesterday it was a fanatical, fascist and brutal militarism that trained and formed groups of assassins to selectively and clandestinely kidnap, kill and disappear popular leaders and politicians, today, that militarism that for many years lay dormant, enhanced with better equipment and greater antidemocratic enthusiasm, has returned to undertake the task of extermination wherever it is directed.
In the country and city, in the protests of citizens outraged by the crisis and the coup, in the students' and teachers' marches, wherever free people gather to protest, the apparatus of death is brought in with armored cars, rifles, teargas canisters, and pistols under the fallacious argument that it is through the rule of law and silent acquiescence forged by arms that progress, democracy and coexistence flourish.
Just when the situation was supposed to improve based on the Cartagena Accords and when the presidents of Honduras and Colombia had declared that the promise to respect human rights is being kept, the bloody acts of recent days have revealed a regression, in particular because the campesino movement has been criminalized through allegations of ties with guerrilla forces trained and financed by foreign governments.
While the situation is dire throughout the country; in the agricultural sector and particularly in the Bajo Aguán region it is unsustainable. The death count, since the date in question [June 28, 2009?], has surpassed 50.

Sending military forces is an attempt to distract from or blur the responsibility of the Armed Forces for the presence of death squads and in the protection of the repressive forces stationed in the region and known for their particularly provocative and homicidal vocation. Likewise, the way in which the problem is being addressed allows us to deduce that what is being sought is to exhaust the campesinos' ability to fight in order to impose a predetermined solution privileging the interests of large agri-business owners in the region.
But the blindness of the government, its commitment to big business and failure to recognize civil rights laws prevents it from seeing that, in the campesino struggle, the ability to fight will not be exhausted and that, in the absence of a just and democratic solution to the agrarian problem in the near future, the Aguán region could open the floodgates for actions of greater magnitude that would threaten the future of the entire country.
The escalation of violence has reached a key stage; a dramatic and bloody moment that obligates us, as academic and intellectuals, artists and creative workers of the most diverse affiliations, to denounce the vile behavior of the forces that attempt to resolve the latent structural conflicts in our society through political crimes, cold-blooded murder and intimidation of grassroots organizations.
Additionally, we are shocked that, despite all the evidence, the majority of the media, identified with the coup d'état and dedicated to repeating the official propaganda line, ignores the symptoms of social and political decay and goes on pretending that nothing is happening. As such, femicides are blamed, as the police state, on the victim; crimes against leaders of popular movements are unquestioningly attributed to common crime, drug trafficking or internal battles. They have even reached the extreme of brushing aside and distorting the facts behind the murder of an adolescent student who was participating in a peaceful protest at the entrance to his school.
These crimes continue to be met with total impunity and are carried out with greater and greater viciousness and cruelty, within the framework of a strategy to instill fear and neutralize our nation's will to fight.
We do not aim to dictate a political economic or social course of action, but rather to call attention to the savagery being used to stifle fair and just social demands. Violence indicates a State incapable of governing, maintaining order and protecting our coexistence, attributes that are the sine qua non of sovereignty and legitimacy.
In view of the above, we urge the national and international community to take a stand against the permanent bloodshed happening in the Bajo Aguán. Each life cut short for the sake of satisfying the interests of the national oligarchy and its transnational economic and political ties, is one more crime against humanity that distances us further from the possibility of rebuilding our coexistence.

sábado, febrero 05, 2011

Aira, golpes y otros juegos sangrientos


Leyendo a César Aira me encuentro con un párrafo que viene como anillo al dedo para referirse a la grotesca pantomima urdida por los reyes del oportunismo seudocultural: el turco maloliente con aspiraciones poéticas y el patepluma vividor y acomodado, quienes intentaron darle carta de legitimidad convenciendo al poeta paradisíaco y borrachín (por cierto, sus acólitos resistentes persisten en acomodado silencio sobre la participación “destacadísima” de su gurú en tan deplorable tinglado, salvo la honrosa excepción de los Poetas del Grado Cero) a “contribuir” en calidad de jurado con el lavado de imagen que el alcalde golpista por indecencia ha emprendido con miras a su futura candichatura presidencial. Para mayor información pueden hacer click aquí.

Pero, por favor, no dejen de leer este fragmento de la novela de Aira, que sirvió de punto de partida a este comentario:

“Así siguieron un rato. Era una reunión de escritores disidentes de un Estado totalitario, amargados y desalentados, pero con la llama de la creación todavía encendida. No querían rendirse, a pesar de todo. Se sucedieron los poemas, los cuentos, los capítulos de novela, que a pesar del fervor con que eran leídos y escuchados no podían disimular su precariedad y provincianismo. Eran grises, anticuados, muy de Juegos Florales y autoedición, como si el detestado Régimen los hubiera contaminado con su burocracia melancólica y su ideología pasada de moda.”

César Aira, El mago, p. 81.

jueves, enero 27, 2011

¿Son siempre odiosas las comparaciones?


Mientras reviso El País, en su edición online del 28 de enero de 2011, me encuentro con la carta de un lector llamado Joaquín Guadaño, publicada bajo el título “Islandia, una democracia real”. La leo y releo y pienso en el tema de las comparaciones: la H y Túnez, o la H e Islandia, como usted quiera. Pero mejor reproduzco la carta y así acaban los misterios; y por aquello de las dudas también pueden verla en el sitio original haciendo clic aquí.

Islandia, una democracia real
Islandia es, probablemente, el único país del mundo, junto con Túnez, que ha visto caer su Gobierno a causa de la crisis, y en ambos casos por la reacción del pueblo en la calle.
Los islandeses, además de conseguir la dimisión del Gobierno en pleno, también a base de caceroladas, han logrado un referéndum en el que han mostrado un rotundo "no" a las condiciones que el Gobierno pactó con sus acreedores para la devolución de su deuda (solo el 1,8 de los votantes se mostró favorable a las condiciones pactadas). Y para culminar este renacimiento de una democracia real, el país está inmerso en un proceso constituyente en el que participan directamente los ciudadanos.
Y todo gracias a la pacífica presión popular. Si finaliza el proceso, será la primera Constitución en la historia que no es redactada por una élite relacionada con el poder dominante. Quizá sea un iluso, pero a lo mejor algo está cambiando. ¿Será necesario llegar a la bancarrota o estar sumidos en una dictadura opresiva para que se imponga el sentir común de la ciudadanía? ¿Pasará la crisis sin pena ni gloria, o nos servirá para dar un paso adelante deseado por todos?

lunes, enero 03, 2011

De antologías y decepciones


Apenas recibo el aviso de que está disponible el último número de Letras libres correspondiente al mes de diciembre 2010 y, luego de revisar el índice y comprobar con alivio que la presencia de los textos en honor a Vargas Llosa ha disminuido notablemente, me enfrasco en su lectura: un nuevo cuento de Villoro, el infaltable artículo de Zaid, un poema de Ashbery, y un par de trabajos sobre el “presente, pasado y futuro del español”, de los que disfruto especialmente el que suscribe el maestro Alatorre. En la edición mexicana el plato fuerte lo constituye La mirada extranjera, un mosaico de relecturas sobre siete autores extranjeros que vivieron en carne propia la Revolución mexicana y dejaron su testimonio en sendos libros. Un verdadero deleite.
Hasta ahora no hay sorpresas, pero más adelante me llama la atención, en la sección “Libros”, la reseña dedicada a Cuerpo plural, antología de la poesía hispanoamericana contemporánea, donde se consignan poemas de nada menos que 58 autores reunidos por Gustavo Guerrero (Caracas, 1957). La reseña la firma Daniel Saldaña, quien arranca su escrito con esta definición: “Un cuerpo plural, sí: de temas, de recursos formales, de registros, de procedencias. Pero, con todo, Gustavo Guerrero rastrea un argumento en la diversidad: “es éste, en su conjunto, el primer grupo de poetas hispanoamericanos que se forma y se da a conocer en el período inestable de rupturas y transiciones que sigue a la caída del paradigma moderno”. La principal característica del nuevo modelo: no existe ya un concepto unitario de poesía. En el prólogo se habla, una y otra vez, de una “atomización y diversificación” de ese concepto. Aunque a pesar de esta atomización se pueden encontrar algunas confluencias. Por ejemplo, la “crítica de la sacralización moderna de la poesía”, intención que predomina en buena parte del volumen.”
Pero es hasta unos párrafos más adelante, cuando la reseña cobra interés para los lectores nacionales: “Tiene Cuerpo plural algunos nombres que son casi obligados para entender la poesía en español de los últimos años (Antonio José Ponte, Fabián Casas, Damaris Calderón, Germán Carrasco, Luis Felipe Fabre) y otros que por la escasa difusión de su obra era casi imposible haber leído antes; entre estos últimos, hay lo mismo decepciones (el hondureño Fabricio Estrada) que hallazgos importantes (el dominicano Frank Báez). No sorprende encontrar más poetas (y con más textos cada uno) de Chile, Perú y Argentina, países cuya lírica se adelantó, en cierto modo, al cambio de paradigma.”
Y aquí creo que es necesaria la reflexión, en primer lugar porque este juicio sobre el paisano Fabricio Estrada es, sin duda, el más descarnado y transparentemente negativo que aparece en la reseña. Y es aún más llamativo porque Saldaña deja entrever que se trata de una oportunidad fallida, porque al nivel decepcionante que le adjudica al trabajo de Estrada se suma el hecho que se encuentra asociado al escaso reconocimiento y difusión que ha tenido la poesía hondureña de los últimos años, situación que se resuelve con mayor claridad en la frase: “otros que por la escasa difusión de su obra era casi imposible haber leído antes”...En suma, aparecer en dicha antología era una excelente oportunidad para situar a la poesía hondureña de los últimos veinte años en el contexto hispanoamericano, precisamente porque los libros que publican con notable constancia nuestros poetas difícilmente serán leídos por alguien más allá de los límites patrios.
Está claro que en esta ocasión la poesía nacional no tuvo la suerte de otros años, cuando autores como Roberto Sosa, Oscar Acosta, José Luis Quesada, Livio Ramírez, Rigoberto Paredes, José Antonio Fúnes, por mencionar algunos nombres, aparecieron en antología compiladas en otros ámbitos y sus poemas fueron reseñados con entusiasmo, obteniendo un reconocimiento a nivel hispanoamericano que, en algunos casos, trascendió a España, Francia, Italia o Alemania. A excepción de Fúnes, estos poetas pertenecen a un canon anterior al de Fabricio Estrada, cuya vida y obra se enmarcan en un "movimiento" que, en su notable empeño por encontrar lectores hasta debajo de la mesa, se ha caracterizado por una incontinencia editorial que era concelebrada con singular benevolencia y camaradería desde el proyecto denominado Paíspoesible, cuyo círculo fundador e iniciático pronto cosechó adeptos entre los escribidores de provincia afanados por encontrar un nicho en ese boom editorial pletórico de il miglior fabbro y peces dulces a la hora siguiente. Si bien es cierto que algunas voces sensatas advirtieron sobre el tema de la calidad en la obra de estos autores self edited, finalmente se impuso el alegato que reivindicaba su derecho inalienable a publicar cuanto verso pasara por sus cabezas de laurel coronadas, así como su rechazo ante cualquier aproximación crítica que cuestione en lo más mínimo lo que consideran su “derecho a crear”, incluso Estrada ha llegado a afirmar en su blog: “Así deben ser las cosas ¡crear! ¡crear! los para qué escribimos dejémoslo a los peritos mercantiles de la crítica!!!”
Aunque más adelante Fabricio Estrada se alejó de tan demagógico proyecto, que privilegiaba el volumen editorial y la gestión cultural por encima de la calidad literaria; su obra, finalmente, no puede distanciarse de sus premisas fundacionales, de su elemental arte poética. Y esto se hace patente al momento de la evaluación objetiva que supuso esta lectura de Saldaña, desprejuiciada de los intereses del terruño, de las visiones telúricas y socialmente simplonas que impone un provincianismo que no ha encontrado su enmienda en la aldea cibernética, por el contrario, ha enrarecido los afanes de “capitalina” centralización y su dialéctica del conciliábulo, en la medida que se aprovechan contactos virtuales para persistir en mostrarse como factótum de la actual poesía nacional, cuando sus valedores no hacen más que sacarse las pulgas de sus anacrónicos chalecos de costumbristas posmodernos.
En resumen, con esta decepción, como la ha calificado el “perito mercantil” Saldaña en Letras libres, se perdió la oportunidad de mostrar al mundo la obra de una nueva generación de poetas hondureños como Rebeca Becerra, Mayra Oyuela, José Antonio Fúnes, Marco Antonio Madrid. Samuel Trigueros, Jorge Martínez, Giovanni Rodríguez y Gustavo Campos, cuyos trabajos ya han pasado por el tamiz de la apreciación crítica más allá de los círculos vernáculos y bien pudieron quebrar un par de lanzas en favor de nuestra poesía nacional.
Si quiere descargar completa la reseña de Saldaña haga click aquí.

viernes, diciembre 31, 2010

Lecturas 2010


Aunque intento sustraerme de las modas de portnoyes y cerdos hermanados, no dejaré pasar la oportunidad de enumerar mis lecturas del 2010: las más significativas, sobre las que vale la pena dejar constancia de su paso. Al igual que otros, debo aclarar que no todos fueron publicados en 2010; en fin, el tercermundismo cultural en un país manejado por fascistas infames se manifiesta, entre otras cosas, por la ausencia de verdaderos libros en esos antros del mal gusto que cuatro gatos insisten en llamar librerías, cuando en realidad no son más que cinco estantes llenos con las mierdas de Coelho & Co. que los periodejos e imbéciles del patio compran con fruición.
Pero mejor entremos en materia y, cómo no, hay que empezar por la producción nacional, así salimos más rápido:
En materia narrativa, aunque se publicaron, y premiaron, tres que cuatro cosas, lo más relevante que se pudo conseguir fue Ficción hereje para lectores castos (Giovanni Rodríguez) y Los inacabados (Gustavo Campos), dos muestras de lo que se está produciendo en la zona norte en el marco de un singular proceso cultural que ya ha sido cartografiado, entre otros, por críticos competentes como Helen Umaña, Sara Rolla y Hernán Antonio Bermúdez.
La poesía fue singularmente prolífica, pero los aportes más sustanciosos provienen de visiones que abrevan de la vieja receta de la antipoesía, pero a través de un proceso de apropiación libresca y reinvención que se materializaron en textos como el de Magdiel Midence: Autorretrato de un payaso adolescente, y La piel de la ternera, de Otoniel Natarén, así como en una de las propuestas más sólidas y definidas de los últimos años: Las causas perdidas, de Jorge Martínez, que finalmente apareció en edición artesanal presentada a fines de año en Costa Rica. Y en su línea clásica, pero esta vez con un toque definitivamente más íntimo, Marco Antonio Madrid nos trajo La secreta voz de las aguas. Mención aparte merece Antes de la explosión, donde Samuel Trigueros apuesta por convocarnos al “desasosiego de la insurrección”.
En ensayo la propuesta más interesante salió de la pluma de Jorge Amaya: Historia de la lectura en Honduras 1876-1930, quien de nueva cuenta apuesta por escribir historia a partir de temas y puntos de vista más originales y menos acartonados que los que generalmente escogen sus pares del oficio, empeñados en escribir historia que nadie lee, por farragosa y falta de interés.
Más allá de la H, en narrativa no se puede dejar para después la mención a un par de novelas imprescindibles sobre el narco en México (y en EUA y en Colombia y en Honduras, por supuesto), empezando por la magistral obra de Don Winslow: El poder del perro, en una edición extraordinaria pese al prólogo aniñado de Fresán, y su correlato norteño: Entre perros, de Alejandro Almazán. Aira volvió a sorprenderme con Los misterios de Rosario, y lo de Iván Thays con Un lugar llamado Oreja de Perro fue una experiencia significativa, pero quizás lo mejor del año corresponde a las lecturas de Los ejércitos de Evelio Rosero y a la del paisano León Leiva Gallardo con La casa del cementerio. Una experiencia feliz fue el reencuentro con Auster a través de Brooklyn Follies.
En poesía confieso que disfruté largamente con Anne Carson y La belleza del marido así como de la relectura de los cuates inimitables: Jeta de santo, de Mario Santiago, y La Universidad desconocida, de Roberto Bolaño. Y en ensayo todavía ando inmerso en esa propuesta maravillosa de Homi Bhabha: Nación y narración, así como en los múltiples vericuetos de la pretenciosa, pero válida, Postpoesía, de Fernández Mallo.

domingo, diciembre 26, 2010

La savia popular revitaliza al arte hondureño. Helen Umaña


El pasado viernes 10 de diciembre viajamos a Trinidad, Santa Bárbara, junto a Helen, Rocío y Armando. Después de la "escala técnica" en El Galopa, llegamos al filo de las 9:00 de la noche y fuimos recibidos, con la cálida hospitalidad triniteca, por Delmer López, Samuel Trigueros, Mega y los compas de La Siembra. Todos estaban inmersos en la actividad previa al día de la quema. Esa misma noche vimos algunas de las chimeneas, pero fue hasta la mañana siguiente cuando pudimos apreciarlas cabalmente; también conversamos con los pobladores, quienes se han identificado totalmente con la actividad a lo largo de estos años. Nadie mejor que Helen Umaña para describir esta maravillosa experiencia en las líneas que siguen a continuación; además, puede complementar su lectura con las imágenes captadas por Armando García, Gustavo Campos y Mario Gallardo haciendo click aquí.

La savia popular revitaliza al arte hondureño.
Helen Umaña

El portal, a la entrada, con símbolos teatrales sobre la simulada y gris pared, nos pone sobre aviso: entramos a una región en donde, por algunas horas, la imaginación y la creatividad imperan. Estamos en un espacio público ganado al boicot oficial que las desterró del centro de la ciudad.
La tortuga es inmensa y sobre su bien delineado caparazón porta un mapa de Honduras: «Representa al país porque su desarrollo es muy lento, como el paso de la tortuga», nos explica un niño que no va más allá de los doce años.
Otra escultura reproduce a un conocido personaje de las series infantiles televisivas. El amarillo intenso refulge al espléndido sol de la mañana triniteca. La larga cola simula mortífero rayo: «Este es PicaEneeChú: sólo perdona las deudas de los ricos pero no las de los pobres», indica el pequeñín.
«Juan Pueblo» se lee sobre la alta cruz. Como balanza, del brazo horizontal cuelgan dos bandejas: una, llena de gorilas de peluche, domina con su peso; la otra contiene paquetes de alimentos y granos básicos y se ha ido hacia arriba. Al pie, la pala, el martillo, el serrucho y la piedra de moler recuerdan la precariedad de las armas con las cuales Juan Pueblo libra su cotidiana batalla contra el hambre. En la base del fiel-cruz, una peana. «Se puede subir el que quiera», anuncia un joven. Una hermosa mujer vence el miedo y acepta el reto. «Estire los brazos»; «incline la cabeza», dicen algunas voces. El largo cabello le cubre parte del rostro. Eva crucificada, susurra una voz dentro de mí. A sesenta años de distancia, la obsesión del novelista Toño Rosa parece corporizarse. Un cuadro vivo dentro de la mejor tradición del teatro de evangelización. De sopetón, el arte dramático, había irrumpido en forma espontánea provocando la analogía. Las cámaras, afortunadamente, atraparon la belleza del instante.
Reproduciendo el deformado y esquelético cuerpo de Sméagol, el infrahumano personaje de «El señor de los anillos», la enorme caricatura-escultura es la efigie burlesca del gobernante actual. Enormes orejas y dientes enormes. Sonrisa estereotipada. Frente a él: tres calaveras y sus correspondientes cruces chorreando sangre. Sentado sobre el mundo, sus deposiciones manchan la tierra.
¿Y el león?, le pregunté al muchacho que custodiaba la gigantesca mole. «Es el sistema —me contestó con seguridad apabullante— y allí está, chiquitito pero valiente, un muñequito que representa a Morazán y al pueblo; por eso lleva la bandera de Honduras», concluye. ¿Cuántos trabajaron?, pregunto. «Como treinta o cuarenta. Algunos iban por la tarde, o por la noche». ¿Pertenecen al teatro La Siembra? «No, lo hicimos con los de nuestro barrio». ¿Y es así con todas las chimeneas? «Sí, todas se elaboran por quienes deseamos hacerlo». Un sentimiento de alegría me invade: Aquí está surgiendo arte desde las profundas necesidades del pueblo. Lo que esto anuncia hacia el futuro es imparable, pensé.
El monumento a «la prensa vendida» se realizó con escrupuloso realismo. Siguiendo minuciosamente el diseño de antiguas imprentas, a manera de ruedas de muerte, de sus entrañas salen, maquiavélicamente aderezadas, las portadas de periódicos expertos en el camuflage y la mentira. El color terrible de la sangre —ese, el que jamás se olvida— salpica toda la estructura.
El monstruoso Minotauro se eleva por encima de las demás esculturas. Quizá unos seis o siete metros. En tierra santabarbarense ha revivido el antiguo mito griego del devorador de hombres. De sus fauces y de sus garras cuelgan girones de la bandera nacional. Alegoría de aquello que ha hecho del país uno de los últimos de Latinoamérica: el salvaje sistema de explotación y opresión; la violencia represiva; el golpe de Estado; el conflicto agrario en el Aguán; la maquila… Tal, la riqueza polisémica del símbolo.
«Santísimo Ventura». Vestido de elegante traje azul, a sus pies, a manera de pisoteo, cerca de sus zapatos, descansa un blanco libro en cuya pasta se lee: Estatuto del Docente. La autoridad, enemiga de las conquistas laborales del magisterio.
Una grácil llama. Su pata aplasta al águila que, ornada con la enseña de las barras y las estrellas, yace sobre el suelo. «La hicieron un niño y su madre», explica nuestro cicerone: «Son los países de América del sur que se oponen al imperialismo», concluye. El nombre de la pequeña chimenea esconde una sugestiva propuesta de acción: «La llama que vuela».
La araña es de acabado perfecto. Inmensa. Cubre todo lo ancho de la calle. La noche anterior, iluminada, parecía un engendro escapado de una siniestra película de terror. Título: «La viuda negra del capitalismo». Esa mañana, un muchacho agregaba los toques finales de pintura. Se estaba a pocas horas de quemarla y el afán de perfección indicaba algo básico, presente en el discurso total de la «Feria del Paseo Real de las Chimeneas Gigantes»: el gran respeto a los espectadores; el sentido de dignidad con el cual debe tratarse al pueblo en función de receptor de cualquier mensaje.
La loba, sencillamente fabulosa. Gigante entre las gigantes. Como los míticos Rómulo y Remo, a sus tetas, prendidas con voracidad infinita, grandes serpientes le succionan hasta la última gota de energía: las organizaciones empresariales; los burócratas; los golpistas, el bipartidismo… ¿Nombre? «Matria en nido de sierpes».
Soberbio es el gesto del águila imperial. En sus garras, un cuerpo destrozado. La cabeza sangra sobre el suelo. Como terrífico bosque, manos gorilescas se alzan en demanda de artefactos de muerte… Evocando a Pedro Magdiel, Róger Iván, Wendy, Isis Obed, Walter y otros y otras como ellos, y pensando en lo que en ese momento está ocurriendo en el Aguán, la siniestra alegoría provoca escalofríos. Su nombre: «Ave dando de comer a sus gorilas».
«La partida del ángel» tiene una tónica distinta. La grácil mujer-mariposa, de brazos levantados que sostienen al mundo, casi está a punto de alzar el vuelo. Su relajante y vertical diseño sugiere una realidad distinta, una tierra más humana y menos perversa. ¿Símbolo de los hombres y mujeres que, a costa de sí mismos, han luchado por un mundo más amable? ¿Es asimilable a la esperanza que quedó en la caja de Pandora? ¿Un ser de nuevo cuño buscando el porvenir? La amplitud interpretativa es señal inequívoca del logro estético de sus creadores.
¿Y la enorme vagina que parece haber escapado de una página rabelesiana o de una película surrealista? Desprejuicio total al trabajar los detalles anatómicos. Sus autores corrieron el riesgo de enfrentarse al sentimiento pudibundo de algunos. Al final, «La gran revelación» fue apoteósica. Una oda a la vida que se inicia y se renueva. En el recorrido que el espectador podía realizar al interior del mega vientre, en las fotografías exhibidas, un propósito: inculcar respeto al cuerpo femenino. En conjunto, enseñar que en la anatomía humana no existe nada vergonzante porque es tan natural como la flor, el árbol o el pájaro. Conducir a la reflexión sobre el tema del aborto. Fomentar el rechazo a la violencia doméstica. Los aplausos finales, cuando el fuego consumió las entrañas de la chimenea, indican cuál fue el veredicto popular: aceptación unánime de la propuesta conceptual.
Si costaron tanto, ¿por qué quemarlas?; ¿por qué gastar dinero y esfuerzos en algo que las llamas destruirán en segundos?, dicen los pragmáticos. Porque en la vida no todo es dinero, contestaría Délmer López, el gestor principal de las chimeneas. Más importante que el brillo fatuo del oro es la milenaria lección del fuego, le confirmaría, en un hipotético diálogo, Gastón Bachelard. Quemar —purificar, a manera de ceremonia sacrificial— todo lo que, a nivel personal o colectivo, denigre y pisotee la dignidad humana. Lección que, una vez asimilada y aprendida, no se borra nunca de una recta conciencia.
¡Cuántas enseñanzas desprendidas de la «Feria del Paseo Real de las Chimeneas Gigantes!» de Trinidad, Santa Bárbara. Ratificación de lo que fue evidente a raíz del golpe de Estado: el surgimiento de un fuerte despertar artístico y cultural al margen de la cultura canónica. Un movimiento, punto de encuentro entre artistas de extracción popular y otros que han pasado por la academia y las escuelas de arte. De esa interacción, ambos grupos han salido beneficiados. Lo comprueba la majestuosidad de las chimeneas alineadas en medio de la calle. Cada una, la pieza de un discurso cerebralmente concebido. Obedientes a un diseño inteligente y a una ejecución rigurosa. Ello posibilitó leerlas como un discurso integral, coherente y pleno de sugerencias interpretativas
Punto de singular importancia es la masividad implícita en su elaboración (y también en su disfrute): cada chimenea surgió de la participación de colaboradores de los diferentes barrios. Infantes, amas de casa, jóvenes… Cada quien aportó lo que pudo (inclusive, baleadas repartidas a media noche para que los artistas repusiesen fuerzas). En conjunto, según cómputo realizado por estimado amigo, el costo humano total equivale a catorce meses de trabajo.
Otro detalle digno de tomarse en cuenta: la quema de las chimeneas, en Trinidad, convoca a artistas procedentes de diferentes lugares del país. Cantautores, poetas, pintores, músicos, teatristas, narradores, fotógrafos… han hecho el viaje en varias oportunidades. Pero en las dos últimas ediciones (2009 y 2010), hubo una meta específica: insertar el discurso artístico dentro del marco sociopolítico surgido a raíz del golpe de Estado.
Lo anterior corrobora lo apuntado en más de una ocasión: la magnitud del golpe de Estado determinó un momento de fractura y de crisis que se proyectó a todo nivel. En el terreno intelectual y artístico, sin neutralidad posible, se abrieron las opciones de apoyo o de rechazo al accionar golpista. Para los de este último sector, las circunstancias demandaron la fusión con el gran movimiento de resistencia popular. El acto ilegal contra Manuel Zelaya Rosales y la violencia represiva que desencadenó les exigió un acto volitivo de recomposición y cambio de ruta: el inicio de una etapa que, superando la torre de marfil, apostase todas sus baterías al esclarecimiento, interpretación y apoyo al esfuerzo con el cual el pueblo, día a día, con altas cuotas de dolor y sangre, escribe su propia y digna canción.

San Pedro Sula, 14 de diciembre de 2010