domingo, julio 10, 2011

Bolaño: Sinsabores post mortem



¿Cómo afrontar los enredos editoriales y las intrincadas manipulaciones que sufren, post mortem, los “papeles” de Roberto Bolaño? Tal vez el mejor consejo sea mantener a toda costa la cordura, el sentido común, antes de caer cual vulgares “lectores hembras” en las garras de la trinca integrada por la viuda Carolina López, y los editores realmente viscerales Herralde & Wylie, decididos a publicar cualquier hoja surgida de la máquina de escribir y/o el ordenador del malogrado escritor chileno.

El último caso es la “novela” Los sinsabores del verdadero policía, publicada por Anagrama en enero de 2011. Antes de analizar el texto en sí, hay que empezar por los marginales: Según informa la viuda del escritor, Carolina López, en una nota editorial al final del libro, la novela está integrada por tres escritos: “Los sinsabores del verdadero policía” y “Asesinos de Sonora”, de 50 y 100 páginas respectivamente, localizados en el ordenador del escritor. Además, hay un escrito, en parte mecanografiado con una máquina de escribir eléctrica y en parte impreso desde un ordenador sin archivo informático, de 135 páginas. Este último texto mecanografiado, y cuyo título es también “Los sinsabores del verdadero policía”, es “una novela completa de 283 páginas, clasificada en siete carpetas, cinco de las cuales se encontraban en la mesa de trabajo del autor, junto con otros materiales relativos a 2666, en tanto que las otras dos partes se descubrieron al organizar su legado”.

Mientras que en la contraportada se insiste en que ya aparecen su estilo y su territorio literario pese a su carácter de obra de juventud y que “sus historias y personajes transitan por otras novelas de Bolaño como Estrella distante, Llamadas telefónicas, Los detectives salvajes y 2666, cuyo centro oculto quizás podría estar constituido por la presente novela. Además, comparten algunos de los personajes, como Amalfitano, su hija Rosa y Arcimboldi.”

Por su parte, el editor Jorge Herralde ha asegurado en declaraciones a Efe que “la lectura de la novela nos convence de que estamos ante una obra de una calidad literaria extraordinaria, en el territorio de 2666 y Los detectives salvajes, es decir, del Bolaño en su mejor forma”. Un territorio literario en el que, como puntualiza Herralde, ya aparece “el gran Bolaño de la madurez” y persiste “el joven Bolaño poeta”.

Y en el prólogo de la obra, el crítico Juan Antonio Masoliver Ródenas señala que Los sinsabores del verdadero policía, como 2666, es “una novela inacabada, pero no una novela incompleta, porque lo importante para su autor no ha sido completarla sino desarrollarla”. La gran aportación de Bolaño a la literatura es la “provisionalidad”, sostiene Masoliver, “una escritura visionaria, onírica, delirante, fragmentaria y provisional” que rompe con la realidad tal como se había entendido hasta el siglo XIX.

No es necesario ahondar demasiado para detectar la endeble consistencia del galimatías que opone "inacabada" a "incompleta" y "completar" a "desarrollar", pero lo cierto es que la tal tesis de la “provisionalidad” rápidamente pierde validez para cualquier lector medianamente familiarizado con el universo narrativo de Bolaño, al que resultará más que evidente que  estos “sinsabores” no son más que notas, fragmentos y capítulos apartados de esa opus magna denominado 2666. Para el lector de 2666 es obvio que estas páginas fueron apartadas para que esta novela de novelas tuviera la mínima unidad necesaria ante el riesgo inminente de la dispersión. De hecho, el hipotético hilo central de Los sinsabores que bien pudiese ser la historia de Amalfitano, al ser contrastado con la segunda sección de 2666, revela que esas páginas no son más que una suerte de elementos no cardinales que debieron ser relegados de la versión final a fin de que 2666 mantuviera esa condición de “tejido sutil de motivos recurrentes”, como la define en la “Nota a la primera edición” el crítico Ignacio Echevarría.

En cuanto a la mini saga de Pancho Monje, hijo de la dinastía de las Expósito, que aparece como centro narrativo del capítulo “Asesinos de Sonora”, resulta claro que se trata de un apéndice edulcorado y provisional en el que apenas se puede entrever la escalofriante densidad de “La parte de los crímenes”, verdadero descenso a los infiernos de Santa Teresa donde Bolaño despliega uno de los acercamientos más descarnados al tema del mal, uno de los ejes de su narrativa más lograda.

Para cerrar este brevísimo e incompleto (¿o inacabado?) comentario, no se puede pasar por alto este fragmento que queda como anillo al dedo para “El discreto encanto de la H”:

“Después de cincuenta solicitudes de trabajo y de molestar a los pocos amigos que le quedaban, la única universidad que se interesó por los servicios de Amalfitano fue la de Santa Teresa. Durante una semana entera Amalfitano dudó si si aceptar o esperar junto al buzón la llegada de una oferta mejor. En lo relativo a la calidad sólo eran peores una universidad guatemalteca y otra hondureña, aunque ninguna de estas  dos se dignó siquiera a rechazar por escrito su candidatura.”
(R. Bolaño, Los sinsabores del verdadero policía. p. 51.)