martes, enero 19, 2010

El Museo de la Inocencia. Orhan Pamuk


Un buen amigo, historiador y ex ministro de Cultura para más señas, me sugería que en El Museo de la Inocencia, Pamuk plantea como “moraleja” (sic) “el reconocimiento de ese momento de nuestra vida en que somos más felices”. Creo que quizás tiene algo de razón, pero el asunto se plantea en realidad como un leit motiv, que se instala en la narración desde el capítulo 1: “El momento más feliz de mi vida”, asociado a la pérdida de un pendiente, que Füsun reclama a su amante con la misma frase que repetirá - abriendo enormemente sus ojos- en el número 17: “Por favor tráemelo mañana, no lo olvides…Tiene mucha importancia para mí”. El capítulo se titula: “Ahora mi vida entera está unida a la tuya”, del cual me permito transcribir su parte medular, donde además podemos inferir la razón del título de la novela:

“En realidad nadie sabe que está viviendo el momento más feliz de su vida mientras lo vive. Puede que haya quienes piensen o digan sinceramente (y a menudo) en ciertos momentos de entusiasmo que están viviendo “ahora” ese instante dorado de sus vidas, pero, a pesar de todo, con parte de su alma creen que más adelante vivirán momentos más hermosos y más felices. Porque, especialmente en la juventud, de la misma forma que nadie puede seguir viviendo si piensa en que a partir de ese momento todo va a ir a peor, si uno es tan dichoso como para imaginarse que vive el momento más feliz de su vida, es lo bastante optimista como para pensar que el futuro también será hermoso.
Pero en los días en que sentimos que nuestra vida, como si fuera una novela, ha adquirido por fin su forma definitiva, podemos percibir y seleccionar, como hago yo ahora, cuál ha sido nuestro momento más feliz. Explicar por qué escogemos ese momento concreto de entre todos los que hemos vivido requiere que narremos de nuevo nuestra historia como una novela, por supuesto. Pero también sabemos que en cuanto señalemos el momento más feliz hará mucho que este habrá quedado en el pasado, que no volverá nunca más y que, precisamente por eso, nos producirá dolor. Y lo único que puede hacernos soportable dicho dolor es poseer algún objeto perteneciente a ese instante dorado. Los objetos que nos quedan de los momentos felices guardan con mucha más fidelidad que las personas que nos hicieron vivir esa dicha el placer de su recuerdo, sus colores, sus impresiones táctiles y visuales.”
(El Museo de la Inocencia, pp. 97-98).

jueves, enero 14, 2010

Rey Rosa y El material humano

Una de las empleadas que trabaja en el famoso Archivo, cuya presencia ominosa sirve de nexo entre lo ficticio y los histórico en El material humano.

Hace unos días vi en Moleskine Literario, el blog de Iván Thays, un comentario sobre la última novela publicada por Rodrigo Rey Rosa, El material humano, informando que había sido elegida por el diario español Público como el Mejor Libro de Ficción del 2009. Debo confesar que he buscado, sin éxito, la nota periodística que da fe de la concesión de tal premio, además me llamó la atención que el narrador y acucioso bloguero peruano revelara que "por un problema logístico" aún no había leído la novela. También recordé que, exactamente un día antes, en La obsesión de Babel recomendamos su lectura, tras afirmar que se trataba de uno de los mejores textos que nos había dejado el año 2009, en contraposición a una listilla elaborada por un tropel de "críticos" contratados por Babelia.
Y precisamente ayer releí algunas de sus páginas, sobre todo aquellas que -mutatis mutandi- revelan (¿o denuncian?) la violencia, cuyo signo oprobioso parece ser el denominador común de las sociedades centroamericanas. En El material humano, a través de uno de los personajes, el doctor Gustavo Novales, quien imparte un cursillo sobre "Violencia, Poder y Política", se dejan caer algunos axiomas inquietantes:
  • "Sólo el ser humano puede ser violento. La depredación de las fieras no implica violencia".
  • "Todo acto de violencia es un acto de poder".
  • "Un estado débil necesita ejercer el terror".
Planteada sobre la base de un diario o serie de anotaciones desprolijas y sin detalle de fechas, la novela asume los modos de la autoficción, pero sin incurrir en los manierismos egocéntricos a lo Vila-Matas, manteniendo un tono ambiguo, lleno de claves personales, alusiones y referencias cruzadas. Como la del escritor hondureño Homero Jaramillo, "que fue "cuadro político" en México de un movimiento guerrillero salvadoreño", quien solicita al narrador (¿Rey Rosa?) una carta de recomendación para un programa de asilo en Canadá, petición a la que este último accede "reciclando" un texto de la siguiente manera:
"this letter is to attest that I am aware that Mr. Jaramillo has been the object of death threats in his country, I am also aware that his very critical views on the political state of affaires in Honduras has made him enemies on all sides..."
(El material humano, p. 76).
Pero si desean tener una idea más aproximada del tono y el contenido de la novela, pueden leer el extracto cedido por la Editorial Anagrama para fines promocionales.

martes, enero 05, 2010

mimalapalabra y la literatura nacional


Desde sus ya lejanos inicios -en el mundo efímero de los medios virtuales un año podría significar una década en el mundo real- mimalapalabra ha hecho del respeto por la literatura, expresado a través de una genuina vocación por la lectura y el análisis, su ars poetica. Y el empecinamiento de sus editores por mantener "el hábito de la carcajada", como legítimo ejercicio de outsiders, le ha otorgado al blog la dosis necesaria de frescura que se requiere para sobrevivir en este brave new world posmoderno, donde han debido romper más de una lanza en los enjutos lomos de algún ingenuo embelesado con el binomio Coelho-Allende y su tropel de infames secuaces.
De los aciertos de mimalapalabra hoy deseo (fíjense que no dije "hoy me apetece", y que también pude decir "hoy quiero" y hubiese sonado bien) destacar dos: primero la Biblioteca mimalapabra, una fuente extraordinaria de textos que el internauta puede "bajar" sin costo alguno, reivindicando el lado robin hood del colectivo, además de su impecable gusto literario, así como las dos secciones que han creado con el propósito de mostrar al mundo lo mejor de la literatura nacional, sus textos más representativos.
El año pasado el intento cuajó en la sección titulada "Torre trunca", dedicada al género poético, y este 2010 acaban de estrenar "El arca", que se dedicará exclusivamente a la narrativa. En ambos casos, la frase "difundir la literatura hondureña debido a su desconocimiento en el extranjero", confirma la firme voluntad de mimalapalabra por estabecer un diálogo nacional-universal, aprovechando una de las vías que mejor define a la aldea global: el hipertexto.
Y el estreno de la sección no pudo ser más auspicioso: el cuento "Desvarío", de Arturo Martínez Galindo, y como valor agregado el internauta puede descargar "Sombra", así como la nota biográfico elaborada por don Oscar Acosta para su edición de los Cuentos completos de AMG.
Una sola precisión: En su versión original, "Desvarío" aparece dedicado a José R. Castro, otro auténtico representante de las letras nacionales.