Oda a Morazán Maisahana:
Un hombre que nos ha parido
Un hombre que nos ha parido
Galel Cárdenas
Yo Modesto Oaxaca, hijo penúltimo
De nuestro señor Ahau Albor Madrugada,
rezo aquí en este tzikín donde el katún regresa
A contar con su nube de cielo que arrasa
Los actos que el viento trae
En las copas de los ceibos imperecederos.
Vengo a decir la palabra que baja de Itzamná
Hasta nuestros huesos donde el humus de la tierra
Sabe a maíz tierno, a jugo de mazorca enarbolada,
A masa de maíz en un comal de soles perfectos
Y cálidos como el fuego que consume el tiempo.
No quiero estar a solas con Morazanto,
si no también con las piedras gloriosas de Copán
La ciudad donde la estela es rayo de silencio que trae Hunahpuvuh
La ciudad donde el glifo mayor parece un jilguero de las sombras
La ciudad donde el río es una escalinata líquida
Que baja como un copal oloroso a tiempo sin medida.
El katún de la noche anida
En los brazaletes sencillos y las cuentas de jade
Que relumbran en la soledad de la bóveda celeste.
He aquí, pues, la palabra del Albor madrugada
Que suelta los meses y los años
Como un polvo navegante en las ondas del viento:
Profeta del mundo en el bronce de las cumbres
llama del alba que ciega la luz
eco fecundo y maravilloso que supura fulgor
como el numen de la clorofila inmortal,
Eres.
Maisahana, Uplica, redentor delirante,
Belehecat, Pizacura, Lempira, manantiales del perfil
Que alertan los combates,
Vetas de la ceniza en su llama,
Pétalos del fósforo en movimiento.
Oh gran maestro del alba,
Mago del futuro que es metal en la turquesa,
Gran tapir de la mañana,
Padre formador de la luz
En la faz del cielo,
Engendrador del agua que atraviesa la llanura
En la cabalgata del tiempo,
Oh relámpago gigante que se arremolina
Semilla enhiesta del porvenir.
Nos dijiste: que esta agua sea parte de esta tierra,
Que aquellos árboles sean sombra de este recodo,
Que las montañas sean un instante en la batalla,
Y así fue nacida esta tierra
“como un ramaje de látigos
oh paraíso de llagas implacables”
así naciste la tierra de este Ulúa inmarcesible
tierra fecundada en el suspenso
donde los venados y los pájaros,
los pumas y los jaguares,
los bejucos del arroyo,
dijeron: padre eres mi sendero.
Yo estoy aquí, Modesto Oaxaca,
Penúltimo descendiente de Albor Madrugada,
Para que los jilgueros gorjeen
Y pronuncien tu nombre alabándote,
Padre constructor, maestro gigante
De la historia que engendra el aliento perfecto.
Y no cambiaré mi palabra
Cuando no te escuchen
En la superficie sagrada de la selva.
Eres padre de la germinación
En la vestidura del cielo y del árbol,
En la cabellera del aire,
En el vidrio de las aguas tumultuosas.
Soy tu invocador en la antigua escritura
De la piedra y su arrebol de párpado celeste.
Pero, entonces, algunos procreados
En la encina inquebrantable del alba
No dijeron tu nombre,
Solamente mugieron y graznaron
En la airada ronquera de la noche.
No invocaron tu corazón redimido
En tu sangre de océano y trueno,
En tu arteria de sílaba ferviente,
En tu latido de coral en nieve.
Fueron silencio espantoso
Mutismo nocturno que traiciona
Afonía del odio turbulento
Callada felonía del cuchillo
Perjurio intermitente de la herida.
Fue cuando arrojaste el maíz
Sobre la tierra y pronunciaste:
“Patria de la suerte inmaculada,
fórmate.”
Y entonces cabalgaste
“Por montañas de ríos imposibles,
Por valles de verdura impenetrable
Por ríos que paraban hasta el viento,
Por calles, por abismos,
Por sombras, por inviernos,
Iba en cascos de rayo tu caballo guerrero”
Oh mago que engendra la luz
Y la envuelves en tu mirada
Oh engendrador de la estrella omnipotente
Oh constructor del hombre y la mujer
Que exaltan los dones de la tierra prometida.
Yo Modesto Oaxaca, hijo penúltimo
De nuestro señor Ahau Albor Madrugada,
rezo aquí en este tzikín donde el katún regresa
A contar con su nube de cielo que arrasa
Los actos que el viento trae
En las copas de los ceibos imperecederos.
Vengo a decir la palabra que baja de Itzamná
Hasta nuestros huesos donde el humus de la tierra
Sabe a maíz tierno, a jugo de mazorca enarbolada,
A masa de maíz en un comal de soles perfectos
Y cálidos como el fuego que consume el tiempo.
No quiero estar a solas con Morazanto,
si no también con las piedras gloriosas de Copán
La ciudad donde la estela es rayo de silencio que trae Hunahpuvuh
La ciudad donde el glifo mayor parece un jilguero de las sombras
La ciudad donde el río es una escalinata líquida
Que baja como un copal oloroso a tiempo sin medida.
El katún de la noche anida
En los brazaletes sencillos y las cuentas de jade
Que relumbran en la soledad de la bóveda celeste.
He aquí, pues, la palabra del Albor madrugada
Que suelta los meses y los años
Como un polvo navegante en las ondas del viento:
Profeta del mundo en el bronce de las cumbres
llama del alba que ciega la luz
eco fecundo y maravilloso que supura fulgor
como el numen de la clorofila inmortal,
Eres.
Maisahana, Uplica, redentor delirante,
Belehecat, Pizacura, Lempira, manantiales del perfil
Que alertan los combates,
Vetas de la ceniza en su llama,
Pétalos del fósforo en movimiento.
Oh gran maestro del alba,
Mago del futuro que es metal en la turquesa,
Gran tapir de la mañana,
Padre formador de la luz
En la faz del cielo,
Engendrador del agua que atraviesa la llanura
En la cabalgata del tiempo,
Oh relámpago gigante que se arremolina
Semilla enhiesta del porvenir.
Nos dijiste: que esta agua sea parte de esta tierra,
Que aquellos árboles sean sombra de este recodo,
Que las montañas sean un instante en la batalla,
Y así fue nacida esta tierra
“como un ramaje de látigos
oh paraíso de llagas implacables”
así naciste la tierra de este Ulúa inmarcesible
tierra fecundada en el suspenso
donde los venados y los pájaros,
los pumas y los jaguares,
los bejucos del arroyo,
dijeron: padre eres mi sendero.
Yo estoy aquí, Modesto Oaxaca,
Penúltimo descendiente de Albor Madrugada,
Para que los jilgueros gorjeen
Y pronuncien tu nombre alabándote,
Padre constructor, maestro gigante
De la historia que engendra el aliento perfecto.
Y no cambiaré mi palabra
Cuando no te escuchen
En la superficie sagrada de la selva.
Eres padre de la germinación
En la vestidura del cielo y del árbol,
En la cabellera del aire,
En el vidrio de las aguas tumultuosas.
Soy tu invocador en la antigua escritura
De la piedra y su arrebol de párpado celeste.
Pero, entonces, algunos procreados
En la encina inquebrantable del alba
No dijeron tu nombre,
Solamente mugieron y graznaron
En la airada ronquera de la noche.
No invocaron tu corazón redimido
En tu sangre de océano y trueno,
En tu arteria de sílaba ferviente,
En tu latido de coral en nieve.
Fueron silencio espantoso
Mutismo nocturno que traiciona
Afonía del odio turbulento
Callada felonía del cuchillo
Perjurio intermitente de la herida.
Fue cuando arrojaste el maíz
Sobre la tierra y pronunciaste:
“Patria de la suerte inmaculada,
fórmate.”
Y entonces cabalgaste
“Por montañas de ríos imposibles,
Por valles de verdura impenetrable
Por ríos que paraban hasta el viento,
Por calles, por abismos,
Por sombras, por inviernos,
Iba en cascos de rayo tu caballo guerrero”
Oh mago que engendra la luz
Y la envuelves en tu mirada
Oh engendrador de la estrella omnipotente
Oh constructor del hombre y la mujer
Que exaltan los dones de la tierra prometida.
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