De la pluma de nuestro amigo Delmer López, teatrista talentoso e infatigable gestor cultural, nos llega esta crónica hermosísima sobre unos niños de "El Oro" –jurisdicción de Nueva Frontera, el municipio de más reciente creación en Honduras– quienes pese a la oposición de algunos “adultos”, crearon un mural donde rinden homenaje al entorno natural, a las tradiciones y costumbres de su comunidad. En medio de la incomprensión casi generalizada, estos pequeños reivindicaron su derecho a expresarse a través del arte, contando con la colaboración del facilitador del taller, el poeta y artista Samuel Trigueros. La obra será inaugurada el 5 de junio, y en esa fecha se decidirá si pasa a ser declarada oficialmente como “Patrimonio artístico-infantil municipal” de "El Oro", aunque, como bien señalara uno de los pequeños artistas, ese mural ya pertenece a la historia
Arte infantil en las profundidades de Honduras
Una quebrada, un rio, cuevas, cerros color esmeralda, azules o grises; vestigios de culturas ancestrales, hermosos bosques de pinos que cubren de verde solemne la serranía; cielos púrpuras, rosados o de fantásticos matices; aire limpio, animalitos de la creación, flores y frutos de la tierra: todo esto forma parte del ambiente de muchas comunidades de la geografía hondureña, de la riqueza natural de nuestro país. A todo ello agréguele gente trabajadora y franca como ninguna, historias que definen la identidad del pueblo y un mural que cuenta, en lenguaje pictórico infantil, toda esa maravilla y podrá decir usted que conoce la comunidad de El Oro, en Nueva Frontera, el municipio de más reciente creación de Honduras.
Ubicado en la parte occidental del departamento de Santa Bárbara, junto a la línea limítrofe de Honduras y Guatemala, El Oro se alza imponente, entre montañas cubiertas de pino y bosque latifoliado que brindan amorosa cobertura a las plantaciones de café. Más allá de los ecos de una convulsión social que poco a poco encuentra su cauce de salida, todo era normal en esta comunidad, hasta que a la Comisión de Acción Social Menonita (CASM) se le ocurrió que era buena idea llevar al poeta y pintor Samuel Trigueros para desarrollar con las niñas y niños de El Oro un taller sobre murales comunitarios, el cual culminaría con la decoración total de más de cincuenta metros de pared del muro perimetral de la Escuela Juan Lindo de esa jurisdicción. A partir de ese momento, algo habría de cambiar para siempre en este rincón profundo de Honduras.
Inicialmente, la idea de CASM fue brindar a la niñez de El Oro una oportunidad directa de expresar sus pensamientos y sentimientos a través del arte, mediante la realización de un mural que contribuyera a sensibilizar a la población acerca de la importancia de preservar la riqueza ambiental; sin embargo, lo que sucedió fue más allá de este propósito.
Los preparativos
Semanas antes de que el artista facilitador llegara a El Oro, jóvenes y adultos de la comunidad ayudaron a los niños a lavar el muro, que hasta ese momento permanecía polvoso y triste. Luego de limpiar la superficie, se cubrió con una base blanca como la inocencia infantil. Desde ese momento, la gente de El Oro, San José de Tarros, Buenos Aires y demás comunidades cercanas, supieron que algo iba a ocurrir en aquel muro que poco a poco se iba transformando con la alegría y acción de esos “locos bajitos”, como llama Serrat a los niños y niñas en sus canciones. Simultáneamente, en el poblado contiguo de Trascerros, jóvenes y adultos realizaban otro mural, cuyo proceso quedaría inevitablemente entrelazado a lo que ocurriría en El Oro.
Cálido recibimiento
El abrazo del astro rey y la sinceridad de las miradas y saludos infantiles crearon la atmósfera de entusiasmo con que fueron recibidos Samuel Trigueros, facilitador del proceso de elaboración del mural, y Delmis Licona, coordinadora regional de CASM. Maestros y padres de familia también participaron de este encuentro y de la presentación de imágenes y conceptos básicos sobre muralismo comunitario que el facilitador ofreció en su charla inicial.
A partir de ese momento, el tema que niños y niñas analizaron fue el ambiente de su comunidad, sus riquezas naturales, la historia y leyendas que cuentan los abuelos -llenas de cadejos, Sucias, personajes de luz o de sombra, duendes y otros seres fantásticos que habitan bosques, cuevas y fuentes de agua-, las amenazas humanas a las que diariamente se enfrenta y lo que podemos hacer para salvar esos tesoros naturales, de modo que podamos disfrutarlos como parte de la única casa que tenemos para habitar como género humano: el planeta Tierra.
Algunos adultos ya habían dictado a los niños lo que debía pintarse en el mural. Esta situación fue el primer aviso de la reproducción de esquemas impositivos y esclavizantes que tradicionalmente practica quien tiene más poder en cualquiera de los campos de la vida, se trate de maestros y alumnos, hombres y mujeres, gobernantes y gobernados o adultos y niños. Por tal razón, el facilitador propuso un proceso liberador de la imaginación y del pensamiento crítico propio de los niños y niñas.
Luego de que -mediante análisis y consenso- los infantes decidieron qué pintarían, procedieron a realizar los primeros dibujos de cada elemento que plasmarían en el mural infantil sobre el ambiente de su comunidad. Fue así que de sus manos, experiencias e imaginación de niños fue surgiendo la quebrada del Copante que transcurre, clara y fresca, junto al viejo y gigantesco Ceibón cubierto de hojas acorazonadas, helechos y cantos de pájaros; los montículos y chozas que se rumora son vestigios de construcciones antiguas donde habitaron los primeros pobladores de El Oro, el bejuco mágico que hace a los caminantes o jinetes perderse en el bosque si ante su presencia no se dice: “Ya te vi”; la iglesia y su santo, San Isidro Labrador, que es llevado en procesión mientras la marimba toca la música que danzan hombres y mujeres ataviados con trajes típicos; el “Cerro de la cruz”, soles que extienden sus rayos y los mezclan con la vida de la comunidad; las lavanderas y, sobre todo, la gente “oriando”, lavando oro en el cauce de la quebrada. De ahí el nombre de la comunidad: El Oro.
Frente al muro
Con la orientación del facilitador, los niños y niñas se encargaron de seleccionar, entre cientos de dibujos hechos por ellos mismos, los que pasarían a ser parte permanente del mural. Luego hubo que enfrentarse al muro blanco, tal como lo hace el poeta ante la página en blanco, como lo hicieron los primeros padres y madres creadores ante el vacío del cual sacaron todo lo que ven nuestros ojos, incluyendo a la mujer y el hombre, a veces de barro, a veces de maíz. Frente a ese muro blanco, las niñas y niños siguieron recibiendo instrucciones técnicas y estímulos humanos para realizar el mural con toda la capacidad infantil de que eran capaces. Se trataba de aplicar todos los conocimientos que, apretadamente, se construyeron en una semana de proceso; pero también de compartir el espacio colectivo del mural poniendo en práctica valores humanos como el respeto, la solidaridad, el compañerismo, la honestidad, la disciplina y el orden; con libertad imaginativa, sin imposiciones adultas, permitiéndoles ser los protagonistas de su propia experiencia, sin necesidad de ventrílocuos que hablen por ellos.
Los dibujos seleccionados, que primero hicieron en páginas tamaño carta, fueron ampliados por ellos mismos en el muro blanco, con tizas de colores, con pinceladas delineadoras, con colores acordes a la realidad y con otros que expresan su profunda vocación y necesidad de transformar el mundo y hacerlo a la medida de sus sueños y esperanzas, del color de su imaginación. Por supuesto que sus dibujos y colores no son como los de los adultos. No son mejores ni peores a los de alguien de más edad; sencillamente son diferentes, son voces infantiles que piden ser escuchadas tal como son, con el mismo respeto que merece cualquier ser humano. El mismo texto bíblico señala en Corintios 13:11: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño”. Esta verdad natural se aplica al arte infantil, de tal manera que no se debe exigir a los niños que pinten como adultos, puesto que son niños y como tales se expresan. Hace falta que respetemos su derecho a expresarse libremente y que les apoyemos en su camino hacia la madurez, para que no se conviertan en los seres amargados y grises en que a veces nos convertimos los adultos.
Pero no era esto lo que querían ver reflejado en el mural muchos adultos de El Oro. Teniendo como referente el mural realista que se estaba realizando en Trascerros, muchos habitantes, incluso padres, madres y maestros de los propios niños, querían que ellos pintaran escenas realistas, fotográficas. Pero el mural de Trascerros era realizado por personas de más edad que los niños y niñas de El Oro, seleccionados por su vocación para las artes plásticas, con un proceso de tres meses de taller. En cambio, los niños que pintaron el mural de El Oro lo hicieron en tan sólo una semana de taller, sin criterios excluyentes de ningún tipo.
Aún contra las expresiones agresivas y descalificatorias de mucha gente de la comunidad, contra la burla e, incluso, contra las amenazas de un maestro que ofreció donar pintura blanca para borrar los dibujos, los niños y niñas siguieron pintando día tras día, bajo el sol inclemente, entre las nubes de polvo que les cubrían cada vez que un autobús pasaba junto a ellos por la carretera polvorienta a dos metros del mural. La agresión fue creciendo, al punto de ser necesario convocar a los pobladores de la comunidad, a los padres y madres de familia, a los maestros, a la coordinadora de CASM, a los infantes y a la alcaldesa de Nueva Frontera.
Una reunión para la historia
Todos estaban en la reunión que se convocó para discutir la existencia del mural infantil en la Escuela Juan Lindo de El Oro, Nueva Frontera, Santa Bárbara, Honduras. Todos, excepto los maestros que, como dijo una niña, “brillaban por su ausencia”. Mucho se dijo a favor y en contra del mural que los niños realizaban para sensibilizar sobre la importancia de cuidar el ambiente. Literalmente, unos cargaban pistolas al cinto y otros lanzaban palabras mortales; pero también había voces de firme defensa de la expresión infantil y sus derechos humanos. No faltó el que quiso quedar bien con Dios y con el diablo. El facilitador y la representante de CASM ofrecieron explicaciones sobre los objetivos, pasos y naturaleza del mural infantil. Por ratos, la discusión se oía a lo lejos como una batalla. Los niños y niñas fueron ametrallados a preguntas que respondieron con toda dignidad y valentía. Una niña retó a los adultos que atacaban el mural: “Si quieren borrar el mural, bórrenlo, pero lo que no van a poder borrar es la experiencia que vivimos, porque ese mural no solo está ahí (señalando el muro de bloques rústicos), sino que también está adentro de nosotros y ahí no lo pueden tocar”. El más pequeño de los muralistas repitió lo que ya había dicho a su madre cuando esta le preguntaba por qué seguía pintando si tanta gente les decía que eso no servía: “Porque yo quiero estar en la historia de El Oro”.
Con esas palabras contundentes, salidas de bocas y corazones infantiles, la alcaldesa de Nueva Frontera, Delmy Reyes Corea, dirigió una votación abierta para decidir por mayoría si el mural podía ser terminado o si se aceptaba la pintura blanca que, “generosamente”, alguien que debía ser aliado y no contrincante de los niños había ofrecido para borrarlo. Tal vez por primera vez en la historia de El Oro, los niños y niñas de la comunidad eran el centro indiscutible de atención. La decisión de la mayoría asistente fue que el mural se terminara como estaba planificado.
Celebración del arte
Los últimos retoques que el mural necesita están siendo dados por los niños de El Oro. Una capa protectora le será aplicada en los próximos días; pero la verdadera protección de este mural infantil comunitario para la sensibilización ambiental será lograda el 5 de junio, cuando los pequeños muralistas entreguen a la comunidad el hermoso muro decorado que antes sólo polvo y vejez mostraba. En esa fecha, con la presencia de la alcaldesa, Delmy Reyes, la coordinadora regional de CASM, Delmis Licona, el artista facilitador del taller, Samuel Trigueros, y los pobladores de la comunidad, se decidirá si el hermoso mural pasa a ser declarado oficialmente como “Patrimonio artístico-infantil municipal” de la comunidad de El Oro, Nueva Frontera.
La inauguración de esta muestra del arte infantil hondureño será acompañada por Teatro La Siembra, de Trinidad, Santa Bárbara, en una verdadera fiesta donde se espera que niños y adultos sepan respetar su identidad individual y generacional, para que en El Oro brillen la hermandad, el arte y la defensa del ambiente.
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