Una de las empleadas que trabaja en el famoso Archivo, cuya presencia ominosa sirve de nexo entre lo ficticio y los histórico en El material humano.
Hace unos días vi en Moleskine Literario, el blog de Iván Thays, un comentario sobre la última novela publicada por Rodrigo Rey Rosa, El material humano, informando que había sido elegida por el diario español Público como el Mejor Libro de Ficción del 2009. Debo confesar que he buscado, sin éxito, la nota periodística que da fe de la concesión de tal premio, además me llamó la atención que el narrador y acucioso bloguero peruano revelara que "por un problema logístico" aún no había leído la novela. También recordé que, exactamente un día antes, en La obsesión de Babel recomendamos su lectura, tras afirmar que se trataba de uno de los mejores textos que nos había dejado el año 2009, en contraposición a una listilla elaborada por un tropel de "críticos" contratados por Babelia.
Hace unos días vi en Moleskine Literario, el blog de Iván Thays, un comentario sobre la última novela publicada por Rodrigo Rey Rosa, El material humano, informando que había sido elegida por el diario español Público como el Mejor Libro de Ficción del 2009. Debo confesar que he buscado, sin éxito, la nota periodística que da fe de la concesión de tal premio, además me llamó la atención que el narrador y acucioso bloguero peruano revelara que "por un problema logístico" aún no había leído la novela. También recordé que, exactamente un día antes, en La obsesión de Babel recomendamos su lectura, tras afirmar que se trataba de uno de los mejores textos que nos había dejado el año 2009, en contraposición a una listilla elaborada por un tropel de "críticos" contratados por Babelia.
Y precisamente ayer releí algunas de sus páginas, sobre todo aquellas que -mutatis mutandi- revelan (¿o denuncian?) la violencia, cuyo signo oprobioso parece ser el denominador común de las sociedades centroamericanas. En El material humano, a través de uno de los personajes, el doctor Gustavo Novales, quien imparte un cursillo sobre "Violencia, Poder y Política", se dejan caer algunos axiomas inquietantes:
- "Sólo el ser humano puede ser violento. La depredación de las fieras no implica violencia".
- "Todo acto de violencia es un acto de poder".
- "Un estado débil necesita ejercer el terror".
Planteada sobre la base de un diario o serie de anotaciones desprolijas y sin detalle de fechas, la novela asume los modos de la autoficción, pero sin incurrir en los manierismos egocéntricos a lo Vila-Matas, manteniendo un tono ambiguo, lleno de claves personales, alusiones y referencias cruzadas. Como la del escritor hondureño Homero Jaramillo, "que fue "cuadro político" en México de un movimiento guerrillero salvadoreño", quien solicita al narrador (¿Rey Rosa?) una carta de recomendación para un programa de asilo en Canadá, petición a la que este último accede "reciclando" un texto de la siguiente manera:
"this letter is to attest that I am aware that Mr. Jaramillo has been the object of death threats in his country, I am also aware that his very critical views on the political state of affaires in Honduras has made him enemies on all sides..."
(El material humano, p. 76).
Pero si desean tener una idea más aproximada del tono y el contenido de la novela, pueden leer el extracto cedido por la Editorial Anagrama para fines promocionales.
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