Con El insomnio de Bolívar el narrador mexicano Jorge Volpi acaba de obtener el II Premio de Ensayo Debate - Casa de América. Volpi afirma en la introducción al texto –con sorna apenas disimulada- que su intención es “atisbar el fecundo caos que hoy distingue a este agreste y poderoso territorio imaginario que algunos todavía llaman América Latina”.
Estructurado en cuatro partes, a las que Volpi llama “consideraciones”, en El insomnio de Bolívar no podía faltar una mención a nuestra abismal patria. En la última consideración, titulada “Estados Unidos de las Américas”, el líder del crack “se atreve a mostrar algunos episodios cómicos o dolorosos de América Latina a principios del siglo XXI y, no sin una buena dosis de optimismo, aventurar el futuro de esta agobiada región de la Tierra”.
Y al llegar a la página 220 aborda el tema fatal: “Honduras, utilizada por Estrados Unidos como base de operaciones de la contraguerrilla nicaragüense, fue la víctima principal de las recetas neoliberales de los años noventa. El presidente Manuel Zelaya, originalmente ligado a la derecha, recorrió el camino ideológico inverso hasta vincularse con Hugo Chávez y, siguiendo su ejemplo, intentó convocar una consulta popular para hacerse reelegir. Sólo que, a diferencia del venezolano, Zelaya jamás logró tener el control sobre los demás órganos de gobierno y sus ambiciones no tardaron en ser vistas por sus antiguos aliados como una amenaza, lo cual terminó por alentar el último de los golpes de Estado sufridos por la zona (e hizo reaparecer, en un papel estelar, a nuestros caducos gorilas militares).”
Fuera de contexto, a muchos hondureños este juicio volpiano nos podría resultar irritante, por su evidente esquematismo, por la manera en que simplifica de manera falaz un hecho tan devastadoramente doloroso. Sin embargo, viene antecedido por otras consideraciones históricas que nos revelan cómo somos vistos por el resto del mundo, o al menos por esa minoría inteligente a la que resulta intrascendente el destino futbolístico de David Suazo, y le viene importando un comino que la bandera blanquiazul flameará en junio en Sudáfrica. Y esa visión, aunque nos duela, no deja de tener visos de inquietante objetividad; pero antes de lanzar el comentario airado, sugiero leer el texto completo, que además dedica toda una "consideración" al tema de la actual literatura latinoamericana y, cómo no, a la influencia de Roberto Bolaño.
Estructurado en cuatro partes, a las que Volpi llama “consideraciones”, en El insomnio de Bolívar no podía faltar una mención a nuestra abismal patria. En la última consideración, titulada “Estados Unidos de las Américas”, el líder del crack “se atreve a mostrar algunos episodios cómicos o dolorosos de América Latina a principios del siglo XXI y, no sin una buena dosis de optimismo, aventurar el futuro de esta agobiada región de la Tierra”.
Y al llegar a la página 220 aborda el tema fatal: “Honduras, utilizada por Estrados Unidos como base de operaciones de la contraguerrilla nicaragüense, fue la víctima principal de las recetas neoliberales de los años noventa. El presidente Manuel Zelaya, originalmente ligado a la derecha, recorrió el camino ideológico inverso hasta vincularse con Hugo Chávez y, siguiendo su ejemplo, intentó convocar una consulta popular para hacerse reelegir. Sólo que, a diferencia del venezolano, Zelaya jamás logró tener el control sobre los demás órganos de gobierno y sus ambiciones no tardaron en ser vistas por sus antiguos aliados como una amenaza, lo cual terminó por alentar el último de los golpes de Estado sufridos por la zona (e hizo reaparecer, en un papel estelar, a nuestros caducos gorilas militares).”
Fuera de contexto, a muchos hondureños este juicio volpiano nos podría resultar irritante, por su evidente esquematismo, por la manera en que simplifica de manera falaz un hecho tan devastadoramente doloroso. Sin embargo, viene antecedido por otras consideraciones históricas que nos revelan cómo somos vistos por el resto del mundo, o al menos por esa minoría inteligente a la que resulta intrascendente el destino futbolístico de David Suazo, y le viene importando un comino que la bandera blanquiazul flameará en junio en Sudáfrica. Y esa visión, aunque nos duela, no deja de tener visos de inquietante objetividad; pero antes de lanzar el comentario airado, sugiero leer el texto completo, que además dedica toda una "consideración" al tema de la actual literatura latinoamericana y, cómo no, a la influencia de Roberto Bolaño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario