Cada dictadura incuba las fieras que le son consustanciales. Toda gerontocracia usurpadora se rodea de sus pariguales, perros de garra de su misma calaña: cachimber boy, mandaderos, orejas, sapos y torturadores…, soldados de fortuna.
La gorilocracia del insufrible cascarrabias del trasero gringo de Guaymuras tiene los suyos: los reservistas. Veteranos de una guerra que iba a haber. “Combativas” hordas de vejestorios, pecho de tonel y panza revienta botones cultivada con lealtad, honor y sacrificio en la barra etílica del club de oficiales. Siniestros guerreros de la choya que no saben sus botereanos cuerpos lo que es un rasguño de contienda, cojera de batalla, manquera de riña, choquera por hostilidad, ceguera o mutilación por “daños colaterales” de conflagración; eso sí, adolecen de un síndrome cuartelero: rencura cerebral.
Estos diestros de la maldad, nunca han participado en escaramuza alguna. La guerra eterna de tales “prusianos” es la sucia de cachimbear bolos o la de baja intensidad: toletear a morir al humilde pueblo llano.
La única batalla que han librado con éxito estos “garantes” de la justicia, la libertad y el orden –hasta dejar tierra arrasada en el botín– es contra el presupuesto nacional de la República (Gautama Buda, dixit).
No hay un tan sólo ascenso, gafete, galón, barra, condecoración, estrella, cruz, laurel o charretera de tales confabulados que lleve la impronta del pundonor, honradez, honestidad y sacrificio. Su pecho constelado exuda: ora el lodo de la ignominia, ora la sanguaza de la desolación y la muerte -en su propio suelo- de un ejército de ocupación.
No se sabía si reír o llorar al ver, por la tele oficial, la usurpadora arenga de “il duce” de opereta ante la parada bufa de los reservistas (perdón: veteranos de guerra) de las fuerzas de tarea que sacaban fibra (de tiempos “juidos”) y pecho (disculpen) barriga por una innominada soldada de billetes espurios, una gorra (cinco estrellas de pálido azul de la selección futbolera) y una camiseta tres equis, de partida, rebajadas del inventario en bazar turco. Primero en el patio de la Casa de Gobierno y, después, en el “traspaso” de Las Gloriosas y de su “heroica” veteranía para cuidar, cual niña de sus ojos, las urnas de las más “transparentes y democráticas” elecciones-estilo-Honduras.
La gorilocracia del insufrible cascarrabias del trasero gringo de Guaymuras tiene los suyos: los reservistas. Veteranos de una guerra que iba a haber. “Combativas” hordas de vejestorios, pecho de tonel y panza revienta botones cultivada con lealtad, honor y sacrificio en la barra etílica del club de oficiales. Siniestros guerreros de la choya que no saben sus botereanos cuerpos lo que es un rasguño de contienda, cojera de batalla, manquera de riña, choquera por hostilidad, ceguera o mutilación por “daños colaterales” de conflagración; eso sí, adolecen de un síndrome cuartelero: rencura cerebral.
Estos diestros de la maldad, nunca han participado en escaramuza alguna. La guerra eterna de tales “prusianos” es la sucia de cachimbear bolos o la de baja intensidad: toletear a morir al humilde pueblo llano.
La única batalla que han librado con éxito estos “garantes” de la justicia, la libertad y el orden –hasta dejar tierra arrasada en el botín– es contra el presupuesto nacional de la República (Gautama Buda, dixit).
No hay un tan sólo ascenso, gafete, galón, barra, condecoración, estrella, cruz, laurel o charretera de tales confabulados que lleve la impronta del pundonor, honradez, honestidad y sacrificio. Su pecho constelado exuda: ora el lodo de la ignominia, ora la sanguaza de la desolación y la muerte -en su propio suelo- de un ejército de ocupación.
No se sabía si reír o llorar al ver, por la tele oficial, la usurpadora arenga de “il duce” de opereta ante la parada bufa de los reservistas (perdón: veteranos de guerra) de las fuerzas de tarea que sacaban fibra (de tiempos “juidos”) y pecho (disculpen) barriga por una innominada soldada de billetes espurios, una gorra (cinco estrellas de pálido azul de la selección futbolera) y una camiseta tres equis, de partida, rebajadas del inventario en bazar turco. Primero en el patio de la Casa de Gobierno y, después, en el “traspaso” de Las Gloriosas y de su “heroica” veteranía para cuidar, cual niña de sus ojos, las urnas de las más “transparentes y democráticas” elecciones-estilo-Honduras.
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