domingo, noviembre 20, 2011

Descanse en paz Daniel Sada




En junio de 2001 el suplemento Babelia reconocía la trascendencia de su trabajo narrativo tras la publicación de Porque parece mentira la verdad nunca se sabe con estas palabras:

“Fue discípulo de Juan Rulfo, y dice que le enseñó muchas mañas. Entre ellas, según Elena Poniatowska, la creación de un universo propio. 'Pero no la brevedad ni la del barroquismo', admite Daniel Sada. Noventa personajes y una mezcla de distintos dialectos se matan, aman y pelean a lo largo de las 654 páginas, muchas en verso, de Porque parece mentira la verdad nunca se sabe (Tusquets), una novela 'circular' que retrata la violenta y fraudulenta sociedad mexicana de los años sesenta y setenta. Carlos Fuentes y Álvaro Mutis, entre otros, consideran la obra una revelación para la literatura mundial.”

En su edición del domingo 20 de noviembre, el prestigiado suplemento español recoge la noticia de su muerte, precisamente en el día que el estado mexicano le otorgaba el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2011. Por mi parte, aún recuerdo el día de junio de 2000 cuando el doctor Rodolfo Pastor puso en mis manos la edición de Tusquets de Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, así como el posterior asombro ante el descubrimiento de Remadrín, esa nueva versión de Comala, de los hermanos Salomón y Papías y el siniestro alcalde Romeo Pomar.

Luego, disfrutamos con la maestría esgrimida en Casi nunca, con la que obtuvo el Herralde en 2008, que tiene como eje al agrónomo Demetrio Sordo y sus devaneos amorosos con la puta Mireya mientras está comprometido con Renata, la niña bien de Sacramento. En esta novela, Sada confirma su talento en el manejo de una sintaxis narrativa que apuesta nuevamente por la creación de un ámbito cerrado y  pueblerino que sirve de marco a enredos y tragedias de incuestionable universalidad. El mundo narrativo de Sada se caracteriza por su riqueza fraseológica, por la persistencia con que se enfrasca en la construcción de un edificio verbal, de una voz propia, empeño que le lleva más allá de la pura gimnasia experimental.

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