lunes, enero 03, 2011

De antologías y decepciones


Apenas recibo el aviso de que está disponible el último número de Letras libres correspondiente al mes de diciembre 2010 y, luego de revisar el índice y comprobar con alivio que la presencia de los textos en honor a Vargas Llosa ha disminuido notablemente, me enfrasco en su lectura: un nuevo cuento de Villoro, el infaltable artículo de Zaid, un poema de Ashbery, y un par de trabajos sobre el “presente, pasado y futuro del español”, de los que disfruto especialmente el que suscribe el maestro Alatorre. En la edición mexicana el plato fuerte lo constituye La mirada extranjera, un mosaico de relecturas sobre siete autores extranjeros que vivieron en carne propia la Revolución mexicana y dejaron su testimonio en sendos libros. Un verdadero deleite.
Hasta ahora no hay sorpresas, pero más adelante me llama la atención, en la sección “Libros”, la reseña dedicada a Cuerpo plural, antología de la poesía hispanoamericana contemporánea, donde se consignan poemas de nada menos que 58 autores reunidos por Gustavo Guerrero (Caracas, 1957). La reseña la firma Daniel Saldaña, quien arranca su escrito con esta definición: “Un cuerpo plural, sí: de temas, de recursos formales, de registros, de procedencias. Pero, con todo, Gustavo Guerrero rastrea un argumento en la diversidad: “es éste, en su conjunto, el primer grupo de poetas hispanoamericanos que se forma y se da a conocer en el período inestable de rupturas y transiciones que sigue a la caída del paradigma moderno”. La principal característica del nuevo modelo: no existe ya un concepto unitario de poesía. En el prólogo se habla, una y otra vez, de una “atomización y diversificación” de ese concepto. Aunque a pesar de esta atomización se pueden encontrar algunas confluencias. Por ejemplo, la “crítica de la sacralización moderna de la poesía”, intención que predomina en buena parte del volumen.”
Pero es hasta unos párrafos más adelante, cuando la reseña cobra interés para los lectores nacionales: “Tiene Cuerpo plural algunos nombres que son casi obligados para entender la poesía en español de los últimos años (Antonio José Ponte, Fabián Casas, Damaris Calderón, Germán Carrasco, Luis Felipe Fabre) y otros que por la escasa difusión de su obra era casi imposible haber leído antes; entre estos últimos, hay lo mismo decepciones (el hondureño Fabricio Estrada) que hallazgos importantes (el dominicano Frank Báez). No sorprende encontrar más poetas (y con más textos cada uno) de Chile, Perú y Argentina, países cuya lírica se adelantó, en cierto modo, al cambio de paradigma.”
Y aquí creo que es necesaria la reflexión, en primer lugar porque este juicio sobre el paisano Fabricio Estrada es, sin duda, el más descarnado y transparentemente negativo que aparece en la reseña. Y es aún más llamativo porque Saldaña deja entrever que se trata de una oportunidad fallida, porque al nivel decepcionante que le adjudica al trabajo de Estrada se suma el hecho que se encuentra asociado al escaso reconocimiento y difusión que ha tenido la poesía hondureña de los últimos años, situación que se resuelve con mayor claridad en la frase: “otros que por la escasa difusión de su obra era casi imposible haber leído antes”...En suma, aparecer en dicha antología era una excelente oportunidad para situar a la poesía hondureña de los últimos veinte años en el contexto hispanoamericano, precisamente porque los libros que publican con notable constancia nuestros poetas difícilmente serán leídos por alguien más allá de los límites patrios.
Está claro que en esta ocasión la poesía nacional no tuvo la suerte de otros años, cuando autores como Roberto Sosa, Oscar Acosta, José Luis Quesada, Livio Ramírez, Rigoberto Paredes, José Antonio Fúnes, por mencionar algunos nombres, aparecieron en antología compiladas en otros ámbitos y sus poemas fueron reseñados con entusiasmo, obteniendo un reconocimiento a nivel hispanoamericano que, en algunos casos, trascendió a España, Francia, Italia o Alemania. A excepción de Fúnes, estos poetas pertenecen a un canon anterior al de Fabricio Estrada, cuya vida y obra se enmarcan en un "movimiento" que, en su notable empeño por encontrar lectores hasta debajo de la mesa, se ha caracterizado por una incontinencia editorial que era concelebrada con singular benevolencia y camaradería desde el proyecto denominado Paíspoesible, cuyo círculo fundador e iniciático pronto cosechó adeptos entre los escribidores de provincia afanados por encontrar un nicho en ese boom editorial pletórico de il miglior fabbro y peces dulces a la hora siguiente. Si bien es cierto que algunas voces sensatas advirtieron sobre el tema de la calidad en la obra de estos autores self edited, finalmente se impuso el alegato que reivindicaba su derecho inalienable a publicar cuanto verso pasara por sus cabezas de laurel coronadas, así como su rechazo ante cualquier aproximación crítica que cuestione en lo más mínimo lo que consideran su “derecho a crear”, incluso Estrada ha llegado a afirmar en su blog: “Así deben ser las cosas ¡crear! ¡crear! los para qué escribimos dejémoslo a los peritos mercantiles de la crítica!!!”
Aunque más adelante Fabricio Estrada se alejó de tan demagógico proyecto, que privilegiaba el volumen editorial y la gestión cultural por encima de la calidad literaria; su obra, finalmente, no puede distanciarse de sus premisas fundacionales, de su elemental arte poética. Y esto se hace patente al momento de la evaluación objetiva que supuso esta lectura de Saldaña, desprejuiciada de los intereses del terruño, de las visiones telúricas y socialmente simplonas que impone un provincianismo que no ha encontrado su enmienda en la aldea cibernética, por el contrario, ha enrarecido los afanes de “capitalina” centralización y su dialéctica del conciliábulo, en la medida que se aprovechan contactos virtuales para persistir en mostrarse como factótum de la actual poesía nacional, cuando sus valedores no hacen más que sacarse las pulgas de sus anacrónicos chalecos de costumbristas posmodernos.
En resumen, con esta decepción, como la ha calificado el “perito mercantil” Saldaña en Letras libres, se perdió la oportunidad de mostrar al mundo la obra de una nueva generación de poetas hondureños como Rebeca Becerra, Mayra Oyuela, José Antonio Fúnes, Marco Antonio Madrid. Samuel Trigueros, Jorge Martínez, Giovanni Rodríguez y Gustavo Campos, cuyos trabajos ya han pasado por el tamiz de la apreciación crítica más allá de los círculos vernáculos y bien pudieron quebrar un par de lanzas en favor de nuestra poesía nacional.
Si quiere descargar completa la reseña de Saldaña haga click aquí.

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